Californication

Me llamó desde el Sónar poco antes de que empezara la rave de su grupo favorito justo cuando yo estaba cargando el carrito de la compra en el Mercadona. Te echo de menos, me dijo, o eso creí oír entre tantos decibelios. Cuando uno habita en el alambre de la incertidumbre no hay nada como... Leer más La entrada Californication aparece primero en Zenda.

May 14, 2025 - 03:28
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Californication

Antes mandábamos postales y ahora colgamos fotos en Instagram, pero todavía descubres, atónito, a matrimonios mirarse como lo hacían cuando se conocieron, al igual que hay hermanos que se siguen riendo como cuando eran niños. Soñábamos con ir a Hydra y emular a Leonard Cohen y Marianne paseándose en burro, leíamos los libros que el otro se había leído y veíamos las mismas series para sentir que estábamos conectados. Y escuchábamos las canciones en nuestra cuenta de Spotify que creamos con el nombre de nuestra bebida favorita del desayuno, sin duda nuestro momento favorito del día.

Me llamó desde el Sónar poco antes de que empezara la rave de su grupo favorito justo cuando yo estaba cargando el carrito de la compra en el Mercadona. Te echo de menos, me dijo, o eso creí oír entre tantos decibelios. Cuando uno habita en el alambre de la incertidumbre no hay nada como sentir que alguien se acuerda de ti. Dudaba en si coger la leche de avena para ella, porque la última vez se caducó sin haberla abierto siquiera.

"¡Viva el amor centrifugado!, gritasteis muertos de risa dándole esquinazo a esa aguafiestas llamada realidad"

Yo soy yo y mis circunstancias, decía Ortega y Gasset. Yo era yo y ella bailando en el Sónar. Yo era yo en el lineal de los lácteos sin saber si comprar o no leche de avena recordando todos nuestros desayunos. Y, también, aquellos ataques de cosquillas al despertarnos, si acaso eso que podríamos llamar la felicidad protagonizando nuestro poema favorito de Luis Alberto de Cuenca: “Tengo un hambre feroz esta mañana. Voy a empezar contigo el desayuno”.

Coincidisteis, de la manera más azarosa y furtiva, en una lavandería vacía. Una carga corta de ropa sucia, un lavado rápido y un centrifugado de besos en un programa que duró demasiado poco. Al día siguiente os metisteis con el coche en el túnel de lavado de una gasolinera y allí, entre toda la espuma, os besasteis mientras caían chorros de agua y jabón que se deslizaban por los cristales. Salisteis literalmente explosionados de aquel túnel del amor. “¡Viva el amor centrifugado!”, gritasteis muertos de risa dándole esquinazo a esa aguafiestas llamada realidad.

Como Tristán de Iseo, no te enamoraste de sus ojos por lo bellos que eran sino por cómo miraban. I like you, your eyes are full of language, escribió Anne Sexton.

"Le dijiste que se trataba no tanto de cumplir los sueños sino de tenerlos"

Nos enseñan a hablar en público, pero en cambio nadie nos alecciona a escucharnos a solas. Prefieres el hedonismo al heroísmo. Te aburres de no poder aburrirte nunca y estás a punto de estar harto de estar harto. Estamos todo el día rodeados, pero somos incapaces de encontrar a la persona con la que puedes hablar cuando más lo necesitas. Te ríes bastante, pero en el fondo solo quieres llorar. Y te sientes lejos, muy lejos, de los hombres que discuten sobre el tipo de carbón que hay que poner en las barbacoas, porque el carbón y los hombres son temas que te interesan más bien poco.

Visteis aquella obra de teatro que hablaba de la imposibilidad del amor correspondido y tú estiraste los dedos de manera nerviosa sin percatarte de que ella se percataba. La quisiste abrazar en la calle cuando se le acercó un mendigo y ella le dio unas monedas. Os besasteis en aquella noche perfecta y al día siguiente emprendió el vuelo hacia la otra parte del meridiano, tú con tu herida en el labio inferior y ella con la suya en el suyo, ambos en distinta latitud pero con heridas siamesas. Le dijiste que se trataba no tanto de cumplir los sueños sino de tenerlos.

"Sabes que recurrir a la fantasía es la mejor manera de afrontar la realidad"

Te sientes solo y te acuerdas de Janis Joplin cuando afirmaba que actuaba haciendo el amor con 25.000 personas delante pero luego se acostaba en la habitación del hotel sin compañía. Leíste que tenemos tecnología del siglo XXI pero emociones neandertales. Sabes que recurrir a la fantasía es la mejor manera de afrontar la realidad. Tienes tal crisis de identidad que te tiembla el pulso cuando has de estampar tu firma. Se produce el apagón y, súbitamente, se despierta en ti el anhelo de estar conectado a ella y le mandas la canción “La electricidad”, de Mcenroe. Recuerdas el célebre monólogo de Antonia San Juan que decía: “Soy tan cristiana que ni soy feliz cuando soy feliz”. Te dio pena tener que ducharte cuando te despertaste con el rostro lleno de purpurina.

Así como los muertos nunca se mueren del todo, así como algunos inviernos no dejan paso a la primavera, así como llueve siempre a destiempo en esta ciudad que, como canta Leiva, “huele demasiado a ti”. Así tú por las noches con el sonido de las gotas de lluvia cuando apagas la luz pensando en ella sabiendo que ella está pensando en ti. El pensamiento circular que cantaba Iván Ferreiro: “Hay noches / proclives a las averías / que pienso en ti”. Así también como el personaje de Los muertos, de Joyce, que miraba la vida y la muerte desde la ventana mientras caían, sistemáticos, los copos de nieve.

"Mientras tanto, como en el poema de Sabines, esperas curarte de ella y te recetas tiempo, abstinencia, soledad"

“Nunca te he dicho desde cuándo me quitas el sueño”, te escribió una de esas noches insomnes. “Pensábamos que íbamos a salir ilesos”, te dijo la última vez. Sabíais que os echasteis de menos antes de quereros del todo.

Mientras tanto, como en el poema de Sabines, esperas curarte de ella y te recetas tiempo, abstinencia, soledad. Cien años de. Te dices que esto no es una novela de García Márquez pero es la crónica de una muerte anunciada.

Con lo fácil que es entrar y lo difícil que resulta salir, de los lugares y de las personas. Con lo lentas que son las despedidas que no acaban nunca de decir adiós y con los finales que no han hecho más que comenzar. Como ese diálogo de Californication cuando la hija, tras su primer desengaño amoroso, le pregunta a su padre si algún día lo que siente va a dejar de doler y él, lacónicamente, le contesta: “Si tienes suerte, nunca”.

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