Si la historia es shakespeariana…

Solo la idea que se levantó precisamente para evitar una destrucción análoga en el futuro es capaz de levantar el desastre actual: la Unión Europea. Es el proyecto inacabado que celebra estos días el 75 aniversario de la declaración Schuman, su primer latido, en uno de los momentos más inciertos de su breve historia, cuando aumenta la incertidumbre y Estados Unidos, Rusia y China apuestan por el debilitamiento de la visión multilateral. La entrada Si la historia es shakespeariana… se publicó primero en Ethic.

May 12, 2025 - 17:37
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Si la historia es shakespeariana…

80 años después de la capitulación nazi, en Europa hay quien sigue defendiendo la transformación de las fronteras mediante la fuerza militar. Asistimos estos días al intento de Rusia y de algunos de sus aliados de convencer a la Unión de que el nuevo orden que se está creando responde a un perfeccionamiento de la lógica del pasado, y que realmente poco ha cambiado en estos años en la forma de ejercer el poder y defender los intereses nacionales. El mensaje es nítido: que el dramático shock que experimentaron las generaciones que vivieron el trance de la guerra civil europea, mundial después, con millones de muertos en sus filas, no ha servido para configurar una nueva dinámica en la historia. Y sorprendentemente, Moscú no está sola en esta visión.

Washington trabaja en solitario, sin la UE, para un acuerdo en Ucrania que puede derrapar y avalando finalmente la estrategia de Putin. El camino ya lo trazó el Kremlin hace una década con la anexión unilateral de Crimea. Después, en 2022, llegó a las puertas de Kiev, pero gracias a la decidida contraofensiva ucraniana y la ayuda de los todavía aliados de Zelensky ha optado por asegurar el total control sobre el Donbás. Por tanto, si no se frenan sus aspiraciones de hoy, ¿por qué no el Báltico o el control de todo el Mar Negro, mañana? La retórica del desfile militar en el Día de la Victoria en la Plaza Roja, como cada mayo, volvió de nuevo a helar la sangre a parte de los europeos del Este.

Afortunadamente, el mundo que surgió de 1945 y de los procesos de descolonización es mucho más complejo que el juego de tres grandes Estados en sus áreas de influencia. Hoy esta construcción humana que hemos constituido como sociedad internacional es más rica, más contradictoria e interesante que la lógica simplista de tres potencias –EEUU, China y Rusia– que aspiran a repartirse de nuevo el mundo en zonas de poder. Como argumenta la profesora de la Johns Hopkins University Mary Elise Sarotte, si la decisión de Putin de transformar por la fuerza las fronteras de Europa no tiene consecuencias, ¿quién va a ser capaz de disuadir a la China de Xi Jinping de no hacerse con el control de Taiwan o el Estados Unidos de Trump de no arrebatar Groenlandia? Estos días está en juego averiguar si el espíritu que emergió tras las ruinas hace ocho décadas sigue siendo útil para construir nuestro tiempo. Y cabe añadir, como si se tratara de un deseo fundacional: cómo no va a serlo. Es un imperativo ético de la Europa de hoy evitar que se repita un baño de sangre similar al que comenzó en 1939. ¿Y quién es capaz de reivindicar ese legado transformador? Sin duda, la idea que nació de ese desastre y que se levantó precisamente para evitar una destrucción análoga en el futuro. La Unión Europea. Es el proyecto inacabado que celebra estos días el 75 aniversario de la declaración Schuman, su primer latido, en uno de los momentos más inciertos de su breve historia, cuando aumenta la incertidumbre y Estados Unidos, Rusia y China apuestan por el debilitamiento de la visión multilateral.

Es un imperativo ético de la Europa de hoy evitar que se repita un baño de sangre similar al que comenzó en 1939

No lo tiene fácil. La excepción europea hoy emerge ante sus críticos como una opción ingenua y demasiado débil ante el estilo que triunfa en las cancillerías de los hombres fuertes. No se distrae con tics autoritarios. No está fascinada todavía con la política de la eficacia a toda costa frente a la protección de los derechos. Afortunadamente, sigue pensando que los códigos que ordenan nuestras sociedades y la separación de poderes son una buena garantía para conservar las democracias europeas. No lo tiene sencillo, en suma, para manejarse en un mundo en permanente crisis como señala en su último trabajo el periodista Robert D. Kaplan. Este analista estadounidense lamenta que detrás de este caótico desorden mundial se encuentra el «resurgimiento del nacionalismo» y que «no existe una institución supranacional que pueda reemplazar el interés propio de los Estados». Kaplan apuesta por un enfoque ancho para explicar este confuso contexto: «La historia es shakespeariana al igual que geopolítica… una cuestión de contingencias». Si la historia es shakespeariana, quizá podría ser también cervantina y quijotesca. Y por tanto, podríamos introducir nuevos términos para interpretarla y evitar que se desborde en nuevo choque violento como ya hemos experimentado, también en este continente, en el pasado. Por esto, ante la deriva de algunos, la responsabilidad, ahora, reside en la Unión Europea. Tiene que seguir demostrando que los valores que la constituyen siguen fieramente vigentes hoy. No se trata de luchar contra los molinos de viento. Los gigantes que nos acorralan hoy no son ficción. Si es una crisis, que sea de oportunidad. Pero en el camino, no nos olvidemos de ser europeos.

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