¿Puede la Unión Europea llegar a ser un arsenal de la democracia? 

La Administración de Donald Trump está buscando reestructurar su relación con la Unión Europea, exigiéndole que se convierta en un actor estratégico eficaz y responsable de sí mismo en materia de seguridad y defensa.  La entrada ¿Puede la Unión Europea llegar a ser un arsenal de la democracia?  se publicó primero en Ethic.

Apr 21, 2025 - 10:37
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¿Puede la Unión Europea llegar a ser un arsenal de la democracia? 

Las aceleradas negociaciones entre Estados Unidos y Rusia para poner fin a la guerra en Ucrania han sumido a la Unión Europea en un marasmo de indignada confusión y perplejidad. Esto, debido principalmente a la intención expresada por Washington de acabar la guerra sin contar con la opinión de Bruselas y Kiev. Y también a las declaraciones del presidente Donald Trump sobre Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá, que reflejan una actitud imperialista y hegemónica, y además despectivamente revisionista respecto al derecho internacional.

Por otra parte, indigna a la Unión Europea el hecho de que las propuestas de Trump facilitan al Kremlin cumplir sus principales objetivos políticos: convertir a Ucrania en un Estado fallido y desmilitarizado, pisoteando su soberanía, así como debilitar la estructura de seguridad y defensa europeas sostenida hasta ahora por la Alianza Atlántica. Hay una percepción de traición mutua en ambos lados del Atlántico. Los europeos sostienen que Washington vende hoy a Ucrania como lo hicieron el Reino Unido, Francia, Italia y Alemania con Checoslovaquia en la Conferencia de Munich de 1938, cuando la entregaron a Hitler. En Washington sostienen que los europeos han traicionado el proyecto atlántico al no invertir en su defensa (sobre todo al no comprar armamento de Estados Unidos). Ya en 1963, John F. Kennedy, en una reunión del Consejo Nacional, declaró que los europeos deberían gastar más en defensa, lo que, desde entonces, ha sido una constante exigencia de los estadounidenses. Bajo la Administración de Barack Obama, en la Cumbre de la OTAN de Gales (2014), los países miembros acordaron aumentar para 2024 el gasto militar al 2% del PIB, un acuerdo que la mayoría (entre ellos España) no cumplió. En el actual contexto estratégico del continente, será necesario gastar más del 3% (como durante la Guerra Fría).

Independientemente de la indignación moral y política, las decisiones de la Administración Trump ponen de relieve el cambio de las premisas básicas de la política exterior estadounidense, la transformación de la relación transatlántica y la ineficiencia estratégica de la UE.

Hay una percepción de traición mutua en ambos lados del Atlántico

Desde la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos se ha guiado por la consigna del presidente Woodrow Wilson: «Crear un mundo seguro para las democracias». Todos los presidentes, excepto Trump, han intentado cumplir esa premisa liderando y sosteniendo un sistema internacional basado en el derecho. El meollo del sistema es el consenso que impide que los países más pequeños y débiles sean víctimas de las ambiciones imperialistas y/o hegemónicas de las grandes potencias. Tras la Guerra Fría, el presidente Bill Clinton propuso sustituir la doctrina de contención y disuasión hacia la Unión Soviética por la de «ensanchar la democracia», base de la ampliación de la UE y de la OTAN. Para Rusia, que durante la Guerra Fría había sido clave en la política global de seguridad y defensa, esta ampliación suponía marginarse de Europa a pesar de su recuperación económica y de su pretensión de ocupar el lugar en el mundo que, según el Kremlin, le correspondía: el de una gran potencia con derecho a conservar amplias zonas de influencia fuera de sus fronteras, en el espacio postsoviético. Este es uno de los principales factores del actual revisionismo ruso.

Cualquier acuerdo entre Rusia y Estados Unidos que admita las exigencias que el Kremlin planteó en diciembre de 2021, antes de la invasión de Ucrania (recibir «garantías de seguridad» que consistirían en la renuncia de la OTAN a su ampliación y a la instalación en Europa de armamento ofensivo capaz de alcanzar el territorio ruso, así como de retirar la infraestructura militar desplegada en Europa del Este desde 1997, año en que Moscú y la Alianza firmaron el Acta Fundacional de Cooperación) implicaría entregarle a Putin el Occidente democrático. Rusia pretende revocar el resultado de la Guerra Fría y ejercer sobre Europa occidental lo que siempre fue el objetivo de su Westpolitik: subordinarla a su política exterior y recuperar sus antiguas zonas de influencia.

Sin el paraguas estadounidense, la UE deberá adquirir total autonomía estratégica y capacidad de competir

Las propuestas de Trump no son inseparables ni imprevisibles. El 47º presidente de Estados Unidos ha puesto en marcha una revisión política, económica y militar de la relación transatlántica, lo que sitúa a la UE en una posición muy delicada. Bruselas percibe a Washington como un actor que socava los principios de la democracia liberal. La relación económica entre los antiguos aliados cada vez se parece más a una rivalidad entre adversarios. Un «abandono» de la OTAN por parte de Estados Unidos dejaría a la UE a merced de Rusia. Es inevitable que surjan choques en diversos ámbitos (tecnológico, comercial, climático y, sobre todo, político en lo relativo a la OTAN, Ucrania, Rusia y China). La Administración Trump busca reestructurar su relación con la UE, exigiéndole que se convierta en un actor estratégico eficaz y responsable de sí mismo.

Sin el paraguas estadounidense, la Unión Europea deberá adquirir total autonomía estratégica y capacidad de competir tanto con su antiguo aliado como con sus rivales, sin sucumbir a la tentación de cambiar una dependencia de Estados Unidos por otra de China o de Rusia. En vez de formar un ejército europeo, la UE debería europeizar a la OTAN, usando su infraestructura, pero invirtiendo más en su mantenimiento. La continuidad o el fin de la guerra de Ucrania exigirán un mayor protagonismo militar de los europeos en términos de gasto y estrategias de contención y disuasión de Rusia, y de negociación —que ya debería haber empezado— de una nueva estructura de seguridad y defensa europeas.

El primer paso consistiría en que los países europeos presentaran una propuesta concreta para la paz en Ucrania, lo que implicaría definir las garantías de seguridad que la UE pudiera ofrecer en términos de tropas, tipos de armamento y financiación, acompañadas de un plan de reconstrucción y una estrategia clara para evitar que Ucrania se convierta en un Estado fallido. En un sentido más amplio, se trata de establecer cómo puede Europa contribuir a disuadir  y frenar las amenazas convencionales e híbridas de Rusia. Si la Unión Europea pretende mantener su estatus de potencia normativa, debería adaptarse a la nueva situación estratégica, responsabilizarse de su seguridad y defensa y convertirse en el «arsenal de la democracia», papel que el presidente Franklin D. Roosevelt había designado a Estados Unidos en 1940 y del que el presidente Trump ha abdicado.

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