Orgullo, prejuicio y libertad
Las historias de Jane Austen siguen tan vivas como el primer día. Más que relatos románticos, son una mirada aguda sobre la sociedad, la independencia femenina y los dilemas humanos. La entrada Orgullo, prejuicio y libertad se publicó primero en Ethic.

En 2025, Jane Austen cumpliría 250 años. Dos siglos y medio después, su obra sigue siendo una de las más influyentes de la literatura mundial. Sin embargo, durante mucho tiempo, se la ha encasillado bajo la etiqueta de «literatura de mujeres». Nada más lejos de la realidad. Nacida en 1775 en Steventon, Inglaterra, Austen creció en un entorno donde las oportunidades de educación y reconocimiento para las mujeres eran limitadas. A pesar de ello, logró publicar seis novelas: Sentido y sensibilidad (1811), Orgullo y prejuicio (1813), Mansfield Park (1814), Emma (1815), La abadía de Northanger (1818, póstuma) y Persuasión (1818, póstuma). Aunque muchas veces han sido catalogadas como «novelas románticas», esta clasificación superficial pasa por alto la riqueza de su análisis social y la aguda inteligencia que impregna cada página.
La autora inglesa escribió sobre mujeres, pero no para encasillarlas en los roles tradicionales de esposas o amas de casa. Al contrario, les dio inteligencia, ambiciones y voluntad propia en una época que las relegaba al segundo plano. La propia Austen escribía en una época en la que las mujeres no eran tomadas en serio como escritoras. Para evitar ser descubierta, solía esconder sus manuscritos bajo un tapete o los guardaba rápidamente cuando alguien entraba en la habitación. Incluso usaba un papel pequeño que podía esconder fácilmente si alguien se acercaba. Esta imagen de la autora escribiendo a escondidas refleja no solo las limitaciones de su época, sino también su determinación por contar sus historias. Gracias a ese afán por escribir, creó personajes femeninos que desafiaban las expectativas de su época.
Para evitar ser descubierta, Austen solía esconder sus manuscritos bajo un tapete
Heroínas inolvidables
Elizabeth Bennet, de Orgullo y prejuicio, es quizá la más icónica de sus protagonistas. Inteligente y dueña de un espíritu indomable, no estaba dispuesta a casarse por conveniencia. Su relación con Mr. Darcy no es la típica historia de amor, sino un proceso de aprendizaje mutuo. Elizabeth desafía las expectativas sociales y defiende su derecho a tomar sus propias decisiones, lo que la convierte en una figura extraordinariamente moderna. En el momento histórico que retrata esta novela, el matrimonio era el destino ineludible de cualquier mujer, pero Elizabeth se permite dudar, cuestionar y, sobre todo, elegir. Paradójicamente, esta novela, hoy considerada una obra maestra, fue rechazada por un editor en 1797 sin siquiera ser leída. Pero Austen no se desanimó y siguió escribiendo, confiando en su talento incluso cuando el mercado aún no estaba preparado para reconocerlo.
Austen era muy cercana a su hermana Cassandra, con quien mantenía una correspondencia constante. Aunque muchas de sus cartas fueron destruidas después de su muerte, las que sobreviven revelan su sentido del humor, su inteligencia y su profundo afecto por su hermana. Esta relación íntima influyó en la forma en que Austen retrató los vínculos familiares en sus novelas. Un claro ejemplo es el retrato de Elinor Dashwood, de Sentido y sensibilidad, que encarna la razón frente a la emotividad de su hermana Marianne. Su historia nos enseña que la inteligencia emocional no está reñida con la contención y que la fortaleza puede residir en el silencio tanto como en la acción. En una época en la que la histeria o la fragilidad se consideraban rasgos intrínsecos de la feminidad, aquí hay una mujer capaz de afrontar la adversidad con madurez y resiliencia.
La independencia que Austen atribuye a sus heroínas también se reflejaba en su propia vida. En 1802 recibió una propuesta de matrimonio de Harris Bigg-Wither, un hombre adinerado que le ofrecía seguridad económica. Aunque inicialmente aceptó, cambió de opinión al día siguiente y rechazó la oferta.
Emma Woodhouse, de Emma, es un personaje en el que la independencia es clave. A diferencia de muchas de sus contemporáneas, no tiene preocupaciones económicas y toma sus propias decisiones, pero su carácter impulsivo y su tendencia a entrometerse en la vida de los demás la llevan a cometer errores. Lo que la hace única dentro del universo de Austen es su capacidad de reconocer sus fallas y evolucionar. La autora no la idealiza, sino que la presenta con una humanidad que la hace profundamente real. Emma se equivoca, se deja llevar por su arrogancia y, sin embargo, aprende, crece y se transforma.
La modernidad de Austen radica en su capacidad para diseccionar las costumbres de su tiempo
Por último, Anne Elliot, de Persuasión, es un personaje marcado por la madurez y la nostalgia. Su historia es la de una segunda oportunidad, la de una mujer que desafía el peso del arrepentimiento y lucha por recuperar el amor que una vez dejó escapar. Es una de las figuras más conmovedoras de Austen, porque su batalla no es contra la sociedad ni contra los prejuicios, sino contra sus propios miedos y dudas. Persuasión nos muestra que la edad, la experiencia y las equivocaciones no deben ser un impedimento para hallar la felicidad.
Austen comenzó a escribir Sanditon, su última novela, en 1817, mientras luchaba contra una enfermedad que finalmente le causó la muerte.
Una voz moderna
La modernidad de Jane Austen no radica solo en la construcción de sus personajes, sino en su capacidad para diseccionar las costumbres de su tiempo con una inteligencia afilada y un humor sutil. A través de su prosa, critica la hipocresía social, la rigidez de las clases y la desigualdad de género sin necesidad de grandes discursos.
Dos siglos después, no es solo una escritora costumbrista ni una simple narradora de historias de amor. Su literatura es un testimonio atemporal de la condición humana, una exploración de las tensiones entre el individuo y la sociedad, y una celebración de la inteligencia, la independencia y la dignidad femenina. Sus historias siguen vivas porque sus preguntas siguen vigentes: ¿hasta qué punto las normas sociales nos condicionan? ¿Es el amor una cuestión de destino o de elección? ¿Dónde radica el verdadero valor de una persona?
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