«Los hemos…» Los niños de la casa de los horrores de Oviedo usaban pañales y dormían en cunas con 8 años

Hay hechos que paralizan a una sociedad. Algunas noticias, por su crudeza o por lo impensable de los actos, despiertan una reacción colectiva de incredulidad. Así ha sucedido en Oviedo, donde un operativo policial descubrió a tres niños viviendo en condiciones que rozan lo inhumano. Encerrados desde hace años, sin contacto con el mundo exterior, ... Leer más

May 1, 2025 - 10:00
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«Los hemos…» Los niños de la casa de los horrores de Oviedo usaban pañales y dormían en cunas con 8 años

Hay hechos que paralizan a una sociedad.

Algunas noticias, por su crudeza o por lo impensable de los actos, despiertan una reacción colectiva de incredulidad. Así ha sucedido en Oviedo, donde un operativo policial descubrió a tres niños viviendo en condiciones que rozan lo inhumano. Encerrados desde hace años, sin contacto con el mundo exterior, los menores fueron hallados junto a sus padres en una vivienda convertida en un verdadero foco de insalubridad.

El hallazgo se produjo durante un apagón, lo que obligó a los agentes a actuar sin luz, guiados apenas por linternas y la intuición. La escena que encontraron dentro del chalet, ubicado en una zona rural a las afueras de la ciudad, desbordaba cualquier expectativa. Los niños, dos gemelos de ocho años y su hermano de diez, estaban desnutridos, sucios, con múltiples mascarillas sobre el rostro y aún usando pañales.

Las autoridades locales no tardaron en calificar la situación como un caso con claros indicios de criminalidad. La jueza encargada del caso ordenó el ingreso inmediato en prisión provisional del matrimonio y les retiró la custodia de sus hijos. A partir de ahora, será el Principado de Asturias quien asuma la tutela de los menores.

Una infancia enjaulada.

Según relataron los investigadores, los niños parecían no haber pisado el exterior en años. Uno de ellos, al tocar la hierba por primera vez, lo hizo con asombro, como quien descubre un elemento nuevo en el mundo. En cuanto salieron de la casa, los tres comenzaron a respirar profundamente, como si no supieran lo que era el aire limpio.

El interior de la vivienda era el reflejo de una existencia totalmente al margen de la normalidad. Las habitaciones estaban invadidas por montañas de basura, las camas improvisadas descansaban sobre el suelo y los niños hablaban principalmente en inglés. La madre justificó el uso de pañales asegurando que era «lo habitual» en casa, pese a la edad de los menores.

El panorama se completaba con animales enfermos, suciedad acumulada y una total falta de ventilación. Las ventanas estaban selladas para impedir cualquier mirada desde fuera. En el suelo, entre los desechos, los agentes encontraron cunas sin patas, colchones deteriorados y un gato en condiciones deplorables.

El silencio del aislamiento.

Fue una vecina quien, al sospechar que algo no iba bien, dio la voz de alarma. Lo hizo a través de una denuncia verbal a los servicios sociales, lo que activó el protocolo de intervención del Ayuntamiento de Oviedo. Desde ese momento, la policía inició una vigilancia discreta que permitió confirmar que en la vivienda no se producía ninguna actividad visible.

El padre, de nacionalidad alemana, se empadronó meses después de haber alquilado el inmueble. Según los agentes, tanto él como su esposa —de nacionalidad alemana y estadounidense— apenas salían del domicilio. Solo accedían al correo o salían para recoger compras realizadas por internet.

Las autoridades sospechan que los progenitores llevaban una vida completamente digital, lo que facilitó el aislamiento absoluto de los menores. Los tres llevaban al menos desde 2021 sin escolarizar y sin ningún tipo de control sanitario o educativo. La única rutina en su vida parecía ser la reclusión.

Rescatar lo que queda.

Ahora, el reto es evaluar el daño. Marta del Arco, consejera de Derechos Sociales del Principado, ha confirmado que los niños están bajo protección en un centro especializado de Oviedo. Aún es pronto, ha dicho, para entender el verdadero alcance de las secuelas físicas y emocionales de su cautiverio.

El comisario principal de la Policía Local, Francisco Javier Lozano, lo expresó con crudeza: “Los hemos devuelto a la vida”. Una vida que, durante años, les fue negada por quienes debían cuidarlos. El caso ha conmocionado al país entero y obliga a reflexionar sobre los mecanismos de protección infantil y la fragilidad que puede esconderse tras los muros de una casa.

Porque esta vez, el encierro no era simbólico ni emocional: era real, sucio y sistemático. Y sucedía a pocos kilómetros de una ciudad que, hasta hace poco, desconocía que tres de sus niños crecían sin sol, sin escuela, sin contacto, y sin esperanza. ¿Cuántas veces más se ocultará el horror detrás de una puerta cerrada?