Llamamos leer a cualquier cosa

Las Lecturas de la Escuela Internacional de Humanidades de Soria del CIAM-FDS son cursos participativos de dos días en los que se leen atentamente, interpretan y comentan en pequeños grupos textos específicos de autores de especial relieve. En este artículo, J. A. González Sainz hace una reflexión sobre la lectura y nos explica en qué consiste la experiencia del CIAM.  La entrada Llamamos leer a cualquier cosa aparece primero en Zenda.

May 14, 2025 - 03:28
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Llamamos leer a cualquier cosa

Las Lecturas de la Escuela Internacional de Humanidades de Soria del CIAM-FDS son cursos participativos de dos días en los que se leen atentamente, interpretan y comentan en pequeños grupos textos específicos de autores de especial relieve de nuestra cultura y de la cultura universal bajo la batuta de un especialista. En este artículo, J. A. González Sainz hace una reflexión sobre la lectura y nos explica en qué consiste la experiencia del CIAM

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Llamamos muchas veces leer a cualquier cosa. Pasamos la vista por encima de un texto y decimos que leemos; saltamos palabras, líneas, páginas como si saltáramos vallas y corremos sobre las líneas como deportistas lanzados hacia una meta y también decimos que leemos; recibimos de los textos una mera comunicación, una impresión, y nos quedamos tan anchos creyendo que hemos leído. Se me dirá que si es por eso, y puestos a pensar o ver un poco a la redonda, también llamamos muchas veces a muchas cosas de cualquier forma, incluidas las formas que más nos apartan trapaceramente de las cosas que dicen nombrar.

La buena literatura, en el buen sentido de la palabra “buena”, para decirlo con Machado, es decir, en el sentido no ideológicamente correcto en cada momento, es la que se empeña, concienzuda y talentosamente, en decir las cosas, y sobre todo las cosas relevantes, de la forma más apropiada, adherente y luminosa posible. En justa consonancia, la buena lectura sería la que se empeñaría en percibir y recoger del mismo modo concienzudo y no ideológicamente correcto en las entendederas más o menos talentosas de cada uno, pero siempre soberana y existencialmente determinadas, lo dicho y abierto en los textos.

"De un buen texto, como de un buen pozo artesano, uno puede sacar un poco de agua para echarse un trago de pasada al coleto o bien puede hacer una buena provisión para más adelante"

De un buen texto, como de un buen pozo artesano, uno puede sacar un poco de agua para echarse un trago de pasada al coleto o bien puede hacer una buena provisión para más adelante; también puede asomarse y ya está, y hasta, por poder, puede echarle piedrecitas e incluso contaminarlo con ideologías u otras sustancias más o menos tóxicas y más o menos académicas. Un texto y un pozo aguantan mucho, no sé si todo, y hasta a veces se diría que sobreviven a su propia destrucción si la naturaleza del agua que aflora en ellos bien lo merece.

Aguas y textos, por supuesto, hay muchos y de muy distintas calidades y consistencias y dificultades de extracción. Modos de leer, en consonancia, modos de abrevar en los pozos y los textos también los hay muy variados y cada cual le pide algo distinto a los textos distintos según su real saber y entender. Algunos se contentan con poco, otros son más exigentes, unos buscan unas cosas, otros, otras. A algunos lectores les basta con llevarse impresiones y pasar el rato; otros quisieran recabar algo relevante sobre el sentido de esta vida o por lo menos de su vida o entender algo más sobre lo que hacemos los hombres y por qué lo hacemos o dejamos de hacerlo. Algunos limitan su relación lingüística con los textos a una relación comunicativa, a recibir algo, mensajes, sensaciones, distracciones; otros no renuncian a la dimensión peliaguda del significado.

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Quien se detenga, por curiosidad o por profesión, a observar qué recoge la gente de los textos a los que se enfrenta, desde los literarios o filosóficos hasta los correos electrónicos que lee o los mensajes publicitarios que recibe, podrá caer fácilmente en la cuenta de a qué niveles estamos tocante a la recepción, comprensión y aprovechamiento de textos, complejos o no, en nuestra disparatada sociedad de la velocidad y el barullo. Mis muchos años de docencia —en mi caso en Italia, pero es de suponer que, más o menos, es en cualquier otro sitio— me mostraron que la dolencia era grave e iba en aumento. Leer, leer, en realidad y en general, se lee poco y mal, y lo dice a las mil maravillas el lenguaje que usamos: échale un vistazo a esta tesis, se dice, échale un vistazo o échale un ojo a este libro o a este artículo. Echar un vistazo, un ojo, mirar por encima no es leer, y menos comprender, aprovechar, sacarle provecho.

"Nos pasamos unas buenas horas en compañía de los textos, leyéndolos, comentándolos, escuchando sobre ellos y preguntándonos a partir de ellos"

Por eso decidí abrir a mi vuelta a España una verdadera escuela de lectura, una Escuela de Humanidades, un espacio de buena lectura, de lectura lenta, tranquila, sin presunciones, sin exámenes, sin otra finalidad que la de leer y aprender a leer para seguir leyendo. Desde hace ya cinco años nos damos cita cada verano en Soria, en el Centro Internacional Antonio Machado (CIAM), para realizar lecturas compartidas de dos días de textos escogidos de una serie escogida de grandes autores, lecturas introducidas y guiadas por los mejores especialistas y amantes de cada uno de los textos. Nos pasamos unas buenas horas en compañía de los textos, leyéndolos, comentándolos, escuchando sobre ellos y preguntándonos a partir de ellos. También en compañía del especialista en cada autor y en compañía de los demás lectores, cada uno con su bagaje cultural y existencial distintos y complementarios. La experiencia cala, nutre, abre camino, abre espacios. Es valiosa.

Este verano los textos que leeremos serán de Hölderlin, de María Zambrano y Ortega y Gasset, de Rilke, de Pascal, de Martín Santos y Sánchez Ferlosio y Jiménez Lozano, de Hannah Arendt. Y entre los maestros que nos los acercarán están Arturo Leyte, Tomás Pollán, Jaume Andreu o Gabriel Albiac entre otros. Atrévete a leer, podríamos decir, a leer de verdad. Un buen texto es un abrevadero de por vida, un manantial que siempre mana, y hay que ver lo que se puede sacar y aprovechar de un texto y hay que ver también lo mucho que queda siempre por sacar y aprovechar. Tan profundas y complejas, y tan gratas también, son las cosas de lenguaje.

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