Abrazos en la nieve

En la primera página de El abrazo, el soldado John, herido en una pierna, enfebrecido sobre la nieve en una trinchera de la línea Maginot, solo piensa en Helena, con quien vive una apasionada historia de amor, sin desperdiciar nada. John sobrevive a la Gran Guerra con una invalidez que le causa un dolor permanente,... Leer más La entrada Abrazos en la nieve aparece primero en Zenda.

Feb 23, 2025 - 07:35
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Abrazos en la nieve

Con Anne Michaels no funciona el tópico que sostiene que si un escritor permanece en silencio durante muchos años, será empujado a la cuneta por el frenesí de las novedades y cuando quiera volver le resultará muy difícil reincorporarse a la actualidad. Ajena a cualquier urgencia, en los veintisiete años transcurridos desde su magistral Piezas en fuga (1997) hasta la aparición de El abrazo (2024), Anne Michaels solo había publicado otra novela y algunos poemarios, dándole a cada obra el tiempo de maduración que necesitaba. Pero la autora canadiense tiene el antídoto contra el olvido, que no es otra cosa que el talento, el rigor y la autoexigencia en la escritura.

En la primera página de El abrazo, el soldado John, herido en una pierna, enfebrecido sobre la nieve en una trinchera de la línea Maginot, solo piensa en Helena, con quien vive una apasionada historia de amor, sin desperdiciar nada. John sobrevive a la Gran Guerra con una invalidez que le causa un dolor permanente, abre una tienda de fotografías, cuando la fotografía era un arte y una técnica, el soporte una placa de cristal, el modelo se mantenía inmóvil durante varios minutos de exposición para no salir borroso, las manchas de nitrito de plata eran indelebles y, a pesar de tantas dificultades, las imágenes irradiaban una intensa expresividad que sobrevivía al paso del tiempo.

"Por eso mismo, su estructura se basa en concatenar de modo fragmentario vivencias, escenas, imágenes, recuerdos, sin explicar las transiciones y sin apoyos espaciotemporales"

El tono de esta primera historia continuará en toda la novela, apoyándose en relatos de parejas de cuatro generaciones diferentes, que le permiten a la autora hablar sobre la guerra, la compasión, la ciencia, la Europa del siglo XX, el misterio y, sobre todo, el amor, que Anne Michaels trata sin clichés ni amaneramientos, transmitiendo veracidad en cada párrafo, con una profunda sabiduría que, sin embargo, no sugiere ninguna vivencia biográfica. Esta es una novela sobre las emociones de personajes luminosos que viven en situaciones agobiantes y en entornos terribles. Y aunque aparecen muchas vidas, en el fondo se narra una sola historia.

Por eso mismo, su estructura se basa en concatenar de modo fragmentario vivencias, escenas, imágenes, recuerdos, sin explicar las transiciones y sin apoyos espaciotemporales que aquí, en un texto tan poético, serían un estorbo.

Y si al principio puede parecer que la novela avanza a la deriva, pronto se advierte su profunda unidad temática y el rumbo certero que sigue página tras página, con la misma convicción con que un personaje afirma: “A ella le gustaban los libros que parecían empezar de nuevo a la mitad, como pasaba tantas veces en la vida, como pasaba tantas veces en un día o en una tarde o en una conversación, o en una idea larga, que mereciera la pena. Como tantas veces pasaba en el amor”.

"Anne Michaels ha dado con la clave que une el relato con la poesía. Su escritura es igual de deslumbrante cuando narra que cuando describe o reflexiona"

Quizá el lector acostumbrado a una narrativa más lineal y mecánica tendrá que lidiar con los sobrentendidos y con la brusquedad de algunas elipsis, pero el lector de poesía disfrutará con el tratamiento del lenguaje, admirablemente poético y al mismo tiempo muy vivo. Y que nadie vea en esa palabra, poético, un síntoma de languidez o pretenciosidad ni de prosa de museo, porque la novela es muy intensa y no dejan de pasar cosas, aunque nunca permite que la anécdota le robe peso a la trascendencia.

Anne Michaels ha dado con la clave que une el relato con la poesía. Su escritura es igual de deslumbrante cuando narra que cuando describe o reflexiona. Durante la lectura de esta emotiva novela no dejamos de pasar una página tras otra por dos motivos: porque en cada una encontramos un hallazgo lingüístico y porque en todo momento queremos saber qué les ocurre a estos personajes llenos de luz y humanidad. Michaels ama a sus personajes y consigue que los lectores también los amemos, aunque en ningún momento los califique como modelos ni enfatice sus virtudes. Se limita a narrar unas historias que nos van calando por debajo del nivel de la conciencia y a describir las emociones que desprenden, como el fuego desprende calor y luz. “¿Nacemos con emociones innatas, que esperan a ser reconocidas?”, se pregunta John, para quien sería un desperdicio vivir sin activar esos sentimientos dormidos.

A cada vida, a cada momento, a cada personaje Anne Michaels les da lo que necesitan en el momento oportuno. Si habla de los pioneros de la fotografía, tiñe la historia de realismo mágico cuando también aparecen en los retratos personas añoradas o desaparecidas, mezclando a los vivos con los muertos hombro con hombro, con la mayor naturalidad, como una forma de recuperar lo perdido. Si habla de bombardeos de la población civil, sus imágenes son estremecedoras. Si habla de la censura en un régimen totalitario, los diálogos amedrentan.

"A pesar de tantas novedades editoriales con que desayunamos cada mañana, no sobran los buenos libros y de ahí estas líneas para ayudar a que El abrazo no pase inadvertido"

Alan, uno de los personajes, piensa que “era imposible que las palabras fueran capaces de atestiguar y describir por completo lo que era el mundo”. Yo, que comparto esa tradición sanjuanista (“un no sé qué que quedan balbuciendo”), creo que es así, que hay sucesos, emociones, sentimientos que apenas logra expresar el lenguaje. Se da la paradoja de que en los momentos más trascendentes no encontramos las palabras precisas, y, en cambio, cuando contamos banalidades, entonces no nos falta la cháchara.

Pero ocurre a veces, en un poema, en una novela, en un relato, que algunos autores se acercan a ese límite y lo tocan con un temblor en la punta de los dedos. Como Anne Michaels en algunas páginas de El abrazo.

A pesar de tantas novedades editoriales con que desayunamos cada mañana, no sobran los buenos libros y de ahí estas líneas para ayudar a que El abrazo no pase inadvertido y para pedirle a la autora que no se demore otros veintiocho años en regalarnos otra novela así.

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Autor: Anne Michaels. Título: El abrazo. Traducción: María Eva Cruz García. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros.

© Marzena Pogorzaly

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