5 poemas de Las ignorancias, de Javier Velaza

Este poemario explora en el carácter conscientemente ignorante del ser humano e intenta construir a partir de ahí un compromiso ético y estético. Como ha escrito Jaime Siles, “este libro derrama sabiduría clásica y vital, al poner ante nuestros ojos el valor y sentido de lo cotidiano (…)”. En Zenda reproducimos cinco poemas de Las... Leer más La entrada 5 poemas de Las ignorancias, de Javier Velaza aparece primero en Zenda.

May 5, 2025 - 05:05
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5 poemas de Las ignorancias, de Javier Velaza

Este poemario explora en el carácter conscientemente ignorante del ser humano e intenta construir a partir de ahí un compromiso ético y estético. Como ha escrito Jaime Siles, “este libro derrama sabiduría clásica y vital, al poner ante nuestros ojos el valor y sentido de lo cotidiano (…)”.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Las ignorancias (Visor), de Javier Velaza.

***

FOTÓNICA

El fotón desconoce qué es la luz.
No se lo expliques, no podrá entender
que hay un sutil milagro que transmuta
lo oculto en evidente y que lo ofrenda
como exclusivo don al ojo humano.
Jamás percibirá la iridiscencia
que envuelve de colores su corpúsculo
y baña en catarata portentosa
este universo nítido y fulgente.

El fotón desconoce que es la luz.
Ignora que sin él, sin su minúscula
energía, sin su movimiento
exiguo e impredecible, no habría más
que una sola perpetua noche insomne.
No sabe que él existe solamente
para unirse a congéneres idénticos
y componer con ellos el fulgor
mirífico que es razón de todo.
El fotón desconoce qué es la luz
y también desconoce que es la luz.

No hay nada más terrible y más hermoso:
ser luz y no saberlo, e iluminar sin ver.
Como nosotros, ciegos titilando en la noche.

***

OFRENDA EN PIEDIGROTTA

El autobús te lleva sin prisa a Piedigrotta.
Este sol que adormece a un viejo en la terraza
es todavía el mismo que iluminó a Parténope,
pero el mar que ahora escalda esa grey de bañistas
ha roído más pecios y contiene más sangre.
Tú eres un peregrino exhausto; en tu mochila,
la rama de tomillo que cortaste en tu infancia
justo para este día y el ajado volumen
que te trajo hasta aquí. No hay nadie en este parque.
Las copas de las hayas y el aroma del mirto
custodian el sinuoso ascenso hasta la puerta
de un mausoleo. Cubres tu cabeza al entrar.
Se dice que aquí estuvo sepultado aquel hombre
que, a punto de morir, mandó quemar su obra.
La historia que se cuenta en ese viejo libro
es la historia de todos: la del héroe que nunca
habría querido serlo, que huye de un estrago,
que carga con el peso de su estirpe en sus hombros,
que duda y tiene miedo, que cae y se levanta
y cae y se levanta y cae y se levanta,
y que ignora por qué. Que al final se equivoca.
Llevamos dos mil años traicionando la última
voluntad de Virgilio, dos mil años errantes,
abandonando a didos, bajando a los infiernos,
llorando a palinuros, dando muerte a mecencios.
No ha servido de nada: dos mil años después,
aún no hemos aprendido a perdonar a Turno,
porque lo que comienza con la palabra armas,
solo puede acabar con la palabra sombras.
Al dejar Piedigrotta tú has depositado
tu rama de tomillo, sin fe la tarde cae.
Por el paseo marítimo, un hombre taciturno
va empujando la silla de ruedas de su padre
y su hijo sin nombre les sigue con desgana.
No saben todavía adónde van a ir.
Quizás no sea tarde para quemar la Eneida.

***

ÚNICO

Atardece, en los bancos de este parque
idénticas parejas interpretan
idénticas ideas del amor.

Se sientan frente a frente, remedando
la postura que vieron en su serie
favorita, esa que extrajo el director
de una vieja película basada
en la novela de quien se inspiró
en un cuadro romántico pintado
por alguien que tenía en su memoria
un fresco de Pompeya que plasmaba
el ideal erótico que Safo
había aprendido de los versos
que improvisó un aedo de Mikonos
basándose en un ánfora fenicia
decorada por alguien que había estado
largo tiempo en Uruk y que sabía
de memoria un poema babilónico
antiquísimo en el que dos amantes
se sientan frente a frente exactamente
como ahora aquí en el parque esas parejas.

No sabemos amar, solo plagiamos.
Amamos como creemos que ha de hacerse,
con palabras ajenas, con caricias
copiadas y prestados ademanes,
emulamos los besos, las posturas,
los jadeos, las protestas, los adioses.

Sí, también desamamos imitando,
nuestra crueldad es también mimética,
manierista el olvido que sufrimos.

No dejes que te enseñen cómo amar,
desobedece a Ovidio. Que tu abrazo
sea diferente a todos los demás,
innova en cada mimo, crea inéditas
ternuras, reinventa la pasión,
sé original, inimitable, único.

Que de ti tengan todos que decir
que no existió el amor hasta que amaste.

***

AULA MAGNA

Universitat de Barcelona
Edifici Històric

Un claustro con naranjos es síntesis del cosmos:
lo cerrado en lo abierto, la bóveda y la idea,
el perfume del símbolo, la eternidad fugaz.
Los peces del estanque nos miran compasivos:
lo saben todo, saben que no sabemos nada,
como ellos, y prosiguen su ufana comitiva
de birretes polícromos y elíptico compás.
El edificio vibra, columnas de palabras
lo apuntalan: Homero, Virgilio y Dante dan
paseos por un tiempo tejido de visiones
que no es sino azogue de la realidad.
Tú transitas junto a ellos los escaques del piso,
la pureza en tus guantes abre la puerta. Y entras.
El Aula Magna es el templo de la luz.
Aquí es donde se obra cada día un milagro
de fe: alguien infunde la claridad en otro,
le entrega en comunión el alma de las cosas.
Dentro, todo es altura. El buen maestro enseña
aquello que se sabe. El gran maestro enseña
cuánto se desconoce. Pero solo el maestro
verdadero es capaz de enseñar todo lo que
jamás podrá saberse, la belleza que anida
dentro de la ignorancia. Tú supiste muy pronto
que esta tenía que ser tu forma de ser hombre
y de amar a los hombres: explicar cómo late
dentro del Aula Magna el corazón del mundo.

***

UNA MILMILLONÉSIMA DE SEGUNDO

Dicen que es ilusión y que es estéril.

Entre los nubarrones del más negro
y más pugnaz de todos los ocasos,
cuando nadie en su juicio esperaría
del día un acto de contrición, un último
heroico haz de luz logra filtrarse
e incide exactamente sobre el rostro
que tienes ante ti. Y solo entonces,
una milmillonésima de segundo
o menos aún, el rostro se ilumina,
diamántase, titila, se transmuta
y se convierte en la única razón
de todo lo existente y lo existido,
en la causa inicial del universo,
del movimiento astral y de la génesis
de la vida y de todas las especies,
en la esencia de dios, de los imperios
y de la entera historia, y ese rostro,
una milmillonésima de segundo,
concentra el flujo todo de los átomos,
la ley de la entropía, el equilibrio
del caos, la abolición de la materia
y el final absoluto de los tiempos,
todo a la vez y todo sublimado,
vertido, condensado en ese rostro
que es el sentido terminal de todo
durante aquella inexplicable eterna
milmillonésima de segundo.

Dicen que es ilusión y que es estéril,
pero ojalá te ocurra alguna vez.

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Autor: Javier Velaza. Título: Las ignorancias. Editorial: Visor. Venta: Todos tus libros.

BIO

Javier Velaza (Castejón, 1963) es catedrático de Filología Latina en la Universidad de Barcelona. Sus líneas de investigación principales son la literatura clásica, la epigrafía romana, la paleohispanística y la historia de la transmisión textual, y ha publicado sobre estos temas numerosos libros y tres centenares de artículos. Como poeta, ha publicado Mar de amores y latines (Premio Ángel Urrutia, Medialuna Ediciones, Pamplona 1996), De un dios bisoño (Premio José Hierro, San Sebastián de los Reyes 1998), Los arrancados (Lumen, Barcelona 2002), Enveses (Premio Valencia, Hiperión, Madrid 2018), De mudanzas (Premio Tiflos, Madrid 2020), El campamento de los aqueos (Premio Melilla, Visor, Madrid 2022), Autología (Logroño 2022) y Las ignorancias (Premio Loewe, Visor, Madrid 2025). Poemas suyos han sido incluidos en varias antologías. Colabora habitualmente como crítico literario y musical con diversos medios de comunicación.

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