Medardo Fraile, un centenario memorable
En sus años estudiantiles, Medardo participó, con Alfonso Sastre y Alfonso Paso, en la creación de Arte Nuevo, primer elenco con interés por la actividad teatral que cuajó después de la Guerra Civil, pero Medardo dejaría el teatro para dedicarse a la narrativa. Perteneciente al llamado “grupo de los años cincuenta” o “del medio siglo”... Leer más La entrada Medardo Fraile, un centenario memorable aparece primero en Zenda.

Fue la escritora Angelina Lamelas, también amiga suya, quien me lo recordó. Fallecido en Glasgow el año 2015, el escritor Medardo Fraile había nacido en Madrid el 13 de marzo de 1925. El mismo día de este año se cumplirá, pues, el centenario de su nacimiento, y su calidad personal y literaria nos obligan a celebrar su memoria.
En mi libro Cien años de cuentos (1898-1998): Antología del cuento español en castellano, que incluye 90 cuentos de otros tantos autores, recopilé de Medardo Fraile “Cuento de estío”, en el que se narra un reencuentro de antiguos amigos impregnado de fracaso y melancolía. Yo he dicho de su obra que “Medardo Fraile, miembro mayor de la imprescindible generación del medio siglo, ha practicado el género cuentístico de modo magistral. Ha acuñado un tipo de cuento que se distingue claramente de la obra de los demás autores de su promoción. Raro espécimen en el panorama literario de aquellos años, tan constreñidos por determinados factores de carácter político y social, las preocupaciones de Medardo Fraile, aunque impregnadas de interrogantes morales, tienen más que ver con los aspectos internos de la persona que con sus solicitaciones externas, más con su drama existencial que con su peripecia social”. Pero antes de recordar mi relación personal con él, quiero recoger otras opiniones.
Augusto Monterroso: “Fiel cultivador del género desde los inicios de su carrera de escritor, Medardo Fraile, el gran cuentista español, ha creado un singular mundo literario sobre la base de tres cualidades fundamentales: su impecable manejo del idioma, su inagotable capacidad de invención y su profundo conocimiento de los seres humanos de todos los días, de esos que encontramos en las narraciones como si fuésemos ellos, viejo ideal que sólo los grandes escritores alcanzan”.
José Balza: “Los relatos de Fraile traspasan la condición narrativa para despertar en nosotros ecos infrecuentes. Su sencillez es siempre aparente, como si no quisiera molestar al lector con aquello que transita bajo la anécdota… Medardo Fraile, más de cincuenta años pensando en el misterio, en la fragilidad y lo resistente del cuento, y escribiéndolos como vida paralela: casi imposible encontrar experiencia comparable”.
Federico Carlos Sáinz de Robles: “Medardo Fraile es algo mejor que un buen cuentista, porque lo es sin parecerse a cuentista alguno, porque hasta hoy es el cuentista único que sabe sacar su grandeza pudorosa a la verdad más insignificante, a la más vulgar”.
Francisco Umbral: “Medardo Fraile no monta nunca sus relatos sobre una anécdota brillante o fuerte. Tampoco prescinde de la anécdota en absoluto. Sus motivaciones son siempre sutiles, poéticas o de fina percepción psicológica. Cada uno de sus cuentos quiere alumbrarnos un matiz delgado del alma de un hombre, de la vida, de la casualidad. Hoy, que se lleva escribir sobre nada, él prefiere hacerlo sobre naderías —aparentes—, que en realidad son gozos o tragedias íntimos, sensibles, minúsculos. Prosa muy personal, humor tímido y amor contenido son las características de este escritor de siempre con sabor de ahora mismo”.
Juan Marsé: “Quizás el mejor de aquella generación podría ser Medardo Fraile. Sus cuentos tenían una gracia especial, ese fogonazo necesario para el cuento”.
Josefina Rodríguez Aldecoa: “Los cuentos de Medardo Fraile surgían bellísimos, impecables, finos, perfectos, es decir, acabados. Eran como tesoros, tan ajenos a los modos y modas sociales, no sociales”.
Manuel Cerezales: “Ha pasado el tiempo y los cuentos de hace veinticinco años que escribió Medardo Fraile conservan la perfección formal y el frescor de estilo y están inspirados en la estética y en la filosofía de la vida que dan contenido y forma a los cuentos de la madurez”.
José María Bermejo: “A medida que pasa el tiempo, los cuentos de Medardo Fraile suman, a su genuino temblor eterno, el valor de un precioso y patético documento de nuestra posguerra, un lenguaje que tuvo suficiente vigor para no caer torpemente en una inexpresividad falsa o igualitaria”.
Mª del Pilar Palomo: “Como ningún otro cuentista de su generación —extraordinaria en representantes de ese difícil género narrativo—, Medardo Fraile ha alcanzado, como ningún otro, un modo de cotidianidad trascendida, partiendo del intimismo que eleva el referente real y hasta costumbrista del que parte, a una visión no irreal, pero sí cargada de simbolismos humanistas del problema existencial del hombre”.
Ángel Zapata: “Medardo Fraile ha sido el introductor de la postmodernidad en el cuento literario español”. Ángel Zapata fue, por cierto, recopilador de los Cuentos completos de Medardo Fraile y publicados en dos ediciones, la de 2004 y la definitiva, de 2017, por la editorial Páginas de Espuma.
Mi relación con este maestro del cuento comenzó con motivo de un taller de escritura de cuentos literarios que ambos llevamos a cabo, mano a mano, en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander, cuando era rector de la misma José Luis García Delgado. El resultado del taller se estimó mucho, pues repetimos el taller el siguiente verano en Santander, y se nos pidió que organizásemos un tercero, el año posterior, en la sede de la UIMP de Pontevedra, y más adelante en el curso de verano de la Universidad Complutense de El Escorial.
Medardo Fraile era un hombre sencillo, cercano, nada pretencioso, y nuestra colaboración en los talleres fue la base de una profunda amistad, que hizo que mi mujer, Mari Carmen Norverto, y yo conociésemos también a su esposa, Janet H. Gallagher, pintora de la que tenemos un precioso paisaje fluvial, y a su hija Andrea. Yo pienso que si Medardo Fraile no fue valorado en su momento como merecía, el motivo estuvo en su largo tiempo de lejanía de España, como catedrático de la Universidad escocesa de Strathclyde, pero la percepción del valor de su obra ha hecho que haya sido reconocido y, por ejemplo, que el Ayuntamiento de Madrid, su ciudad natal, haya rebautizado varias calles del barrio de la Prosperidad con títulos de sus cuentos, y que se le hayan dedicado los Jardines de Medardo Fraile, en Chamartín.
Hay una anécdota muy divertida —y emocionante para mi mujer y para mí—. A principios de este siglo, entre sus actividades literarias, Medardo tuvo una estancia en Bolivia, donde publicó una antología de 17 cuentos titulada En Madrid también se vive en Oruro —Editorial Correveidile, La Paz, 2007—. En un prólogo, Medardo habla de que “en cada día nuestro flota un misterio, y hay los que no se dan cuenta de él o se encogen de hombros… De pronto, me di cuenta de que en Madrid… también se vive en Oruro, la calle donde yo había estado un buen número de veces con mi gran amigo José María Merino… y su esposa Mari Carmen. Allí viven ellos, en esa calle de nombre boliviano…
Cien años del nacimiento de un gran escritor español. Que viva su memoria.
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