Juan Carlos Onetti, escritor de policiales

Hay una foto de Onetti que quizá sintetice como ninguna otra la imagen que se ha construido en torno a su figura para quienes no lo conocieron. En ella, el escritor luce desprolijo, con barba de días, de camiseta, el vaso de whisky sobre su mesa de luz y la especie de cordillera que lo rodea, conformada por diversas montañas de libros. Todo gran escritor fue, antes, un gran lector. La entrada Juan Carlos Onetti, escritor de policiales aparece primero en Zenda.

Mar 13, 2025 - 01:53
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Juan Carlos Onetti, escritor de policiales

Hay una foto de Onetti que quizá sintetice como ninguna otra la imagen que se ha construido en torno a su figura para quienes no lo conocieron. En ella, el escritor luce desprolijo, con barba de días, de camiseta, el vaso de whisky sobre su mesa de luz y la especie de cordillera que lo rodea, conformada por diversas montañas de libros. Todo gran escritor fue, antes, un gran lector. Es conocida la admiración de Onetti por Faulkner; después de leer Absalom, Absalom pasó por su cabeza no escribir nunca más; ya todo había sido hecho. Y también, como parte del mito, casi como una curiosidad que resulta a la vez simpática, su afición por la lectura de novelas policiales. Por supuesto que lo hizo para entretenerse —¿acaso hay entretenimiento literario mejor?— aunque también para conocer y terminar por apropiarse de su estructura y construir en muchas de sus obras relatos que remiten al género, aunque claro, la maestría de su escritura lo trascendió.

Desde ya que el puñado de ideas a desarrollar no son originales. Son el resultado de múltiples lecturas, y en particular de lo que Ricardo Piglia llama la “lectura del escritor”, que no es ni más ni menos que, luego de la lectura placentera, inocente, abordar otras, para intentar desentrañar cómo funciona el “artefacto literario”: desmontarlo, entender por qué funciona cómo funciona. También remiten a las lecturas de escritores y académicos que han dedicado largo tiempo al estudio de la obra de Onetti: el mismo Piglia, Juan José Saer, Josefina Ludmer, Ana Inés Larre Borges, Alma Bolón, Martín Kohan.

La intención es entonces mostrar que, más allá de que la excede, la obra de Onetti, o una parte importante de ella está anclada, más por su forma, aunque también por su contenido, en la novela policial. Y más aún en la novela negra.

La caja de herramientas

Es sabido que entre las principales de influencias de Onetti están William Faulkner y el escritor argentino Roberto Arlt. Del primero toma, desde la forma, el barroquismo de la escritura, la ambigüedad, la oscuridad —el propio Onetti, al referirse a Faulkner dijo que, aun cuando muchas veces no se entiende lo que está ocurriendo en sus novelas, sabemos que lo que ocurre es terrible—; de Arlt, la vida de personajes marginales, perdedores, de los fuera de la ley. Ejemplos paradigmáticos de estos señalamientos son, Santuario, de William Faulkner —quizá la mejor novela negra que haya sido escrita, donde el crimen, que es el eje de la novela, está casi oculto— y Los siete locos, de Roberto Arlt, la historia de una absurda conspiración llevada adelante por otros tantos “inadaptados”.

Es de aquí de donde abreva Onetti, de sus lecturas, de los escritores que admira. El primero, Faulkner, que escribe “alta literatura”; el segundo, Arlt, un escritor durante años despreciado.

"Y Onetti fue también un gran escritor, porque fue antes un buen lector. Onetti fue también lo que leyó"

Pero deberíamos sumar un aspecto nada menor. Cierta vez, ante el cuestionario Proust, Onetti —que es cierto, bromeaba mucho en las entrevistas— contestó, cuando le preguntaron cuál era su idea de la felicidad: “ Un whisky y una buena novela policial”.

Pasó noches enteras leyendo novelas policiales. Por supuesto a los clásicos —dice Dolly, su esposa, a Vargas Llosa, que Laura de Vera Caspary, la leyó una docena de veces— pero también las ediciones baratas de una colección de libros de la editorial Rastros que fue muy popular en la Argentina de los años cincuenta; es más, hizo algunas traducciones para esa colección.

Y Onetti fue también un gran escritor, porque fue antes un buen lector. Onetti fue también lo que leyó.

La particularidad de Onetti, que no es un autor de género, es que utilizó los recursos del policial, ensanchó sus fronteras, tomó sus mecanismos y sus temas. Experimentó con el género, al que convirtió también él, en “alta literatura”.

Y donde esto cristaliza, es en un género en el que Onetti quizá no tenga parangón en la literatura universal: la nouvelle, la novela corta, aquella que no excede las ochenta, cien páginas.

"Más allá del placer por su lectura, muchas veces le preguntaron a Onetti por el valor de la novela policial"

Aquí hay un punto sustantivo, que tiene más que ver con la estructura del género nouvelle, que con el tema de que se trate. Y es que el eje central de una nouvelle, por supuesto que por su extensión, es todo aquello que no se narra y que conforma lo que Deleuze identifica como la cuestión central del género: el secreto, lo que no se cuenta, pero que paradójicamente constituye el punto central del relato.

Y aquí me parece importante hablar de la diferencia entre el secreto y el enigma, porque esta diferencia es también el parte aguas entre lo que llamamos “novela enigma” y la que llamamos “novela negra”. En la primera, el enigma nace para ser revelado, y, en más amplio sentido, que sea esa resolución la que restituye el orden. Es —perdonen si ofendo a alguien—, en sentido estricto, una novela “conservadora”.

En el segundo caso, el secreto nace para ser oculto, no será revelado, nada quedará muy claro, las fronteras del orden se desdibujan, y es por eso que en ese sentido la verdadera novela negra es, en amplio sentido, “subversiva”.

En cualquier caso, más allá del placer por su lectura, muchas veces le preguntaron a Onetti por el valor de la novela policial. En respuesta a eso dice: “El problema de la novela policial no es lo que le falta para que sea una novela a secas, sino lo que le sobra: la necesidad de ser una novela policial; la visible voluntad que tienen todas ellas de mantener el interés”. Y cita ejemplos, de potenciales policiales: “Crimen y Castigo, Los hermanos Karamazov: son policiales porque hay crimen y misterio ¿quién lo hizo y por qué lo hizo? Pero hay a la vez, mezclada con la peripecia policial, la vida de la gente, los conflictos”.

"Como alguna vez dijo Chandler, las buenas novelas policiales son aquellas que uno leería aun cuando antes de comenzar supiese quién es el asesino"

Llegado a este punto, hay que citar a una de las principales exégetas de Onetti, Josefina Ludmer: “los textos de Onetti son formados por el proceso de lectura de la novela policial, pero en donde la función del detective debe ser asumida por el lector. Onetti toma del policial sólo el centro, prescindiendo de la tradicional apertura signada por el quiebre de alguna regla moral o legal básica, y del cierre, cuando la revelación o solución final restaura el orden”.

Por tanto, ya descritas las principales características de la escritura de Onetti, en algunos de sus cuentos, pero más aún en sus nouvelles, es hora de citar y poner en consideración  algunas de las obras que revelan lo que hemos dicho.

Desde ya que voy a espoilear las obras de Onetti a las que me voy a referir. No hay otra forma de revelar lo que deseo transmitir. Pero tranquilos, porque como alguna vez dijo Chandler, las buenas novelas policiales son aquellas que uno leería aun cuando antes de comenzar supiese quién es el asesino.

Los Adioses

Luego de El Pozo —quizá el mojón fundante de la novela moderna uruguaya— y La vida Breve —donde se da la fantástica fundación de Santa María, el escenario de casi toda la obra posterior—, Onetti publica Los adioses, en 1954.

Hay aquí una muerte, un triángulo amoroso, una eventual relación incestuosa: todos ingredientes para una novela negra. Pero lo que hay, sobremanera, es un misterio, que nos es contado a través de un narrador, un testigo más o menos distante de lo que ha ocurrido. Un almacenero que cuenta lo que vio, lo que le contaron. Y lo que no vio ni le contaron, lo supone. Obviamente, todo resulta ambiguo, aunque el narrador —no Onetti, sino quien nos cuenta la historia—, desde su punto de vista —y esto remite a Henry James— nos coloca en un lugar donde sus opiniones y creencias parecen “cerrar”, de forma que el relato, al final, pueda explicarnos lo sucedido, como en toda buena novela policial, donde todo debe ser minuciosamente justificado.

"Es también el carácter inconcluso y fragmentario de la crónica periodística la que se conecta con su discurso literario"

Onetti, como hemos dicho, quiebra esta lógica, y en las páginas finales —con el aporte de unas cartas hasta ahora escondidas por el narrador— todo queda patas para arriba y no hay una, sino varias soluciones posibles; no hay más de tres, casi nada;  cada una de ellas cambia absolutamente el sentido del relato. No hay enigma develado; lo que hay es un secreto que se mantiene.

Omar Prego, otro gran escritor uruguayo, amigo de Onetti y estudioso de su obra, habló de Onetti y la contranovela policial; Josefina Ludmer, de relatos “parapoliciales”. No escribe una novela policial, pero se vale de todas su técnicas —el ocultamiento, las versiones contradictorias— para construir una pequeña gran joya literaria. 

La cara de la desgracia

Otra breve novela, publicada en 1960, que es la reescritura y ampliación de un cuento de 1944, “La larga historia”. ¿Qué hay aquí? Otro suicidio, como en Los adioses, a los que se agrega un asesinato. Hay dos historias, en principio independientes. Pero en una de ellas, aparece otro ingrediente que también explica el vínculo de Onetti con la novela criminal: la crónica roja de los diarios. Se sabe, Onetti publicó sus primeros cuentos en el diario Crítica, un diario muy popular, cuyo director, Botana, era también uruguayo. Fue el diario que hizo del crimen y el delito uno de los ejes centrales en la construcción de un nuevo modelo de crónica periodística. Eso fue durante su primera estadía bonaerense, en los años treinta, cuando Arlt, que era cronista policial de ese mismo diario ya era una figura. Fue también ese ambiente de nocturnidad, de redacción de diario, de crónicas policiales en donde tantas veces los misterios no se aclaran, el que Onetti frecuentó. Es también el carácter inconcluso y fragmentario de la crónica periodística la que se conecta con su discurso literario. En esta otra nouvelle, el hermano del narrador se ha suicidado luego de haber sido descubierta su estafa. La portada del diario, el relato de ese crimen, y alguna novela policial, también de su hermano, acompañan al narrador, que ha ido a descansar a un balneario. Y es en el balneario que descubre a una casi niña que pasea en bicicleta. Las niñas, las adolescentes, las vírgenes, otra obsesión de Onetti. El narrador sale a caminar una noche por la playa y termina por mantener una relación con la adolescente. A la mañana siguiente, la jovencita aparece asesinada. Llega la policía. El narrador confiesa. Dicho así, parece sencillo. Fin de la historia. No. Porque esto que yo les cuento, pero narrado por Onetti, lo único que despeja es la certeza. Al finalizar queda la duda, la ambigüedad, otra vez el secreto, otra vez, la contranovela policial.

Más ejemplos

Podría seguir y nombrar más obras: La muerte y la niña, de 1973, Cuando entonces, escrita ya en el exilio español, o Para una tumba sin nombre, que es casi un ensayo sobre la verdad de los relatos, y cuando el lector cree haber llegado a la “verdad”, se encuentra con que el narrador lo abandona a su propia suerte, dejando entre sus manos una madeja de infinitas puntas. O, entre sus cuentos, “El perro tendrá su día”, donde el policía sabe que el responsable del crimen es Jeremías Petrus, pero renuncia a desenmascararlo y decide prostituirse. O “El infierno tan temido”, quizá el cuento más logrado de Onetti, y en donde el suicidio de Risso, el periodista, ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Como ya dijimos, es aquí el lector el que tendrá que develar el enigma, porque Onetti se mantiene fiel al secreto, a la intimidad del pensamiento y el dolor de Risso.

Policial y político

Me detendré, no obstante, ahora, en los trabajos en que a la estructura del policial, agrega el componente político. Claro, como hace siempre Onetti, elusivamente, absolutamente lejos de toda escritura panfletaria, porque en Onetti, mucho más que el compromiso político —que tuvo durante toda su vida— lo que primaba era el compromiso con su arte.

No obstante esto, hay dos trabajos, un cuento y una novela, en donde el compromiso político se hace explícito. Y en uno de ellos, Para esta noche, novela que ha sido poco leída, la anécdota central refiere a los últimos días de La República Española, su caída, la llegada del horror.

Presencia

Comencemos por un cuento, “Presencia”, también escrita en el exilio español, en 1978. Aquí la particularidad es la aparición de un detective, a quien el narrador —Jorge Malabia, uno de los personajes de la saga sanmariana— contrata para saber de los pasos de una mujer, María José Lemos. Ocurre —otra vez la contranovela policial— que el narrador sabe perfectamente que el detective es un estafador, y que los reportes que le envía detallando sus investigaciones sobre la mujer son absolutamente falsos y propios nada más que de la imaginación del detective. ¿Por qué, entonces, paga semanalmente los honorarios por una falsa versión? Aquí viene la maravilla: para que la mujer, al menos en el relato —o lo que es lo mismo, en la literatura— continúe viva. ¿Y saben por qué hace eso? Porque en la última línea del cuento nos enteramos que se trata de una desaparecida.

Para esta noche

Esta novela fue publicada en 1943. Es antes de que naciera Santa María y fue, durante mucho tiempo erróneamente interpretada, como si hubiese sido una premonición del arribo del peronismo en la Argentina. Recordemos que Onetti estuvo prolongados períodos viviendo en Buenos Aires. Y durante mucho tiempo se pensó que tanto los hechos como la ciudad en que transcurre, remiten a la historia argentina y a la ciudad de Buenos Aires. Con el tiempo, fue advertido que la novela está edificada sobre un hecho real y muy próximo a su escritura, el fin de la Guerra Civil española, el derrumbe y la derrota de la República, la concentración caótica de los contingentes en huida en los puertos mediterráneos, particularmente en la zona de Valencia y Alicante.

"Juan Carlos Onetti no será nunca considerado un escritor de género; los maestros son inclasificables"

Permítanme otra digresión. El Uruguay, cuya población indígena fue prácticamente exterminada, compone su población bajo la oleada de corrientes migratorias europeas, aunque básicamente españolas e italianas. Esto fue masivo en la segunda mitad del siglo XIX. Pero también, en el XX. Y así, llegaron a Uruguay muchos españoles republicanos que lograron escapar. Esto tuvo —diría que aún tiene— una fuerte influencia en la política uruguaya, tanto en las corrientes que derivan del anarquismo como en las comunistas. Bueno, Onetti participó en noches de café donde estos sobrevivientes contaban sus historias. Y a su modo, hizo su homenaje. Claro, no pudo evitar el sarcasmo, esta vez sobre sí mismo, y en el prólogo, dice:

 “En muchas partes del mundo había gente defendiendo con su cuerpo diversas convicciones del autor de esta novela, en 1942, cuando fue escrita. La idea de que sólo aquella gente estaba cumpliendo de verdad un destino considerable, era humillante y triste de padecer.

Este libro se escribió por la necesidad —satisfecha en forma mezquina y no comprometedora— de participar en dolores, angustias y heroísmos ajenos. Es, pues, un cínico intento de liberación.”

Hay aquí, en Para esta noche, un argumento policial. Básicamente un individuo, integrante de “El Partido” que busca afanosamente acceder a un pase para subir a un buque que lo saque de la zona de guerra y salvar su vida. Todo transcurre a lo largo de una noche, en donde comienzan a aparecer los Jefes del Partido, traidores, fuerzas militares; nadie confía en nadie. Nadie es quien dice ser. La atmósfera es angustiante. Por supuesto, otra vez una niña, que el protagonista recoge e intenta salvar. Por supuesto que a las ambigüedades de la propia historia, se suma la de la prosa de Onetti, pero es, en definitiva un clásico policial de puro corte político.

También a la inglesa

Es sabido que Onetti estuvo preso durante unos cuántos meses durante la dictadura de que gobernó Uruguay entre 1973 y 1985. El episodio de su detención, o más bien, el motivo de su detención es bien particular. El semanario Marcha, quizá la publicación periódica más prestigiosa que tuvo nuestro país entre 1939 y 1974, lo tuvo como colaborador. Por el año 1974, Onetti ya no trabajaba en Marcha, pero fue uno de los jurados de su concurso literario en donde se premió un relato —“El guardaespaldas”— que era una especie de misil dirigido al corazón de la dictadura. Onetti, recomendó a su director y fundador, Carlos Quijano, que antes de publicarlo, lo leyera. Eran tiempos de urgencia. Nadie miró nada, el cuento se publicó y dos de los jurados, entre ellos Onetti, marcharon presos. Pero volvamos a 1939, que es también el año en que Onetti publica El pozo y cuando Carlos Quijano le confía el cargo de secretario de redacción. Todo era muy artesanal, Onetti vivía a los fondos de la redacción, y claro, como ocurre tantas veces –yo mismo fui secretario de redacción de un periódico- hay que rellenar espacios porque alguno que se comprometió a entregar un artículo no lo hizo. De estos espacios vacíos, surgen un par de cuentos de Onetti, “El fin trágico de Alfredo Plumet” y “Un cuento policial, un crimen perfecto, respectivamente de los años 39 y 40, firmados con seudónimo. Son dos cuentos a la inglesa, dos rarezas en el volumen de la obra de Onetti, dos enigmas que se resuelven; dos ejercicios literarios que no retomaría, para adentrarse desde entonces en la oscuridad, sin juicio moral, donde cualquiera, puesto en circunstancias puede ser un asesino, su víctima, o un suicida.

Final sin enigma ni secreto

Juan Carlos Onetti no será nunca considerado un escritor de género; los maestros son inclasificables. Eso no impide afirmar lo que no podemos probar pero sobre lo que tenemos firme creencia, a partir de lo expuesto, que podría extenderse a algunas otras de sus obras pero que excede el alcance de este artículo: que Onetti hizo algo más que entretenerse leyendo novelitas policiales.

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