El caso de las cabezas cortadas, de Gonzalo Suárez

En 1958, cuando contaba veinticuatro años y vivía en París, Gonzalo Suárez dibujó una serie de viñetas a las que ahora, tantas décadas después, ha añadido unos breves textos explicativos. Como dice Javier Cercas, este libro “es una maravilla que inevitablemente retrotrae al mundo de las primeras narraciones de Suárez”. En Zenda reproducimos el prólogo... Leer más La entrada El caso de las cabezas cortadas, de Gonzalo Suárez aparece primero en Zenda.

Mar 4, 2025 - 02:21
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El caso de las cabezas cortadas, de Gonzalo Suárez

En 1958, cuando contaba veinticuatro años y vivía en París, Gonzalo Suárez dibujó una serie de viñetas a las que ahora, tantas décadas después, ha añadido unos breves textos explicativos. Como dice Javier Cercas, este libro “es una maravilla que inevitablemente retrotrae al mundo de las primeras narraciones de Suárez”.

En Zenda reproducimos el prólogo que Javier Cercas ha escrito para El caso de las cabezas cortadas (Nórdica), de Gonzalo Suárez.

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No quisiera pecar de vanidad, pero uno de los responsables de que la obra de Gonzalo Suárez no ocupe el lugar de privilegio que le corresponde en el canon literario español soy yo. En 1989 leí por puro azar Trece veces trece, el segundo libro de Suárez, en la inagotable biblioteca de una universidad norteamericana; aunque nunca había oído hablar de Suárez (o solo de forma muy vaga), al instante me caí del caballo: al instante supe que ese tipo era mi padre literario español y que debía escribir sobre él. Como muchas buenas decisiones, esta era de un egoísmo brutal; satisfacía dos necesidades apremiantes: la primera, escribir una tesis doctoral para ganarme la vida, que es la primera obligación de cualquier persona decente; la segunda, construirme una tradición propia, una genealogía literaria en la que reconocerme, que es la primera obligación de cualquier escritor. Lo hice. Escribí mi tesis. Tardé dos años. El resultado fue el libro más útil que he publicado en mi vida, pero solo para mí. La razón es simple. Decía Ortega y Gasset que un libro de ciencia debe ser de ciencia, pero sobre todo debe ser un libro. Mi libro sobre Suárez debía de ser de ciencia —o eso dijo el tribunal académico que lo juzgó, con harta generosidad—, pero no era un libro; o dicho de otro modo: era un libro completamente ilegible para el lector común y corriente, que, por tanto, mal podía llamar la atención general sobre la obra de Suárez. De este desastre solo me consuela un hecho, y es que el principal responsable de que la obra de Suárez ocupe un lugar intangible en el canon español es el propio Suárez, quien a lo largo de su vida se ha negado en redondo a ocupar lugar alguno, ni en el canon español ni en ninguna parte. Mi libro sobre Suárez consta de centenares de páginas de sesudos análisis, pero hay una frase de Juan José Millás que dice lo que yo quise decir en él mucho mejor de lo que yo lo dije: «Suárez siempre ha llegado el primero a todas partes y siempre se ha marchado el primero, de manera que siempre ha estado solo».

"Suárez no fue solo pionero con su literatura; también lo fue con su cine, con el que hizo a finales de los sesenta lo que otros tardarían décadas en hacer"

Así es. En los años sesenta, Suárez escribía una narrativa que nadie escribía. Suárez rompió con el realismo cuando el realismo reinaba: hizo literatura fantástica cuando casi nadie la hacía, hizo metaliteratura cuando nadie sabía lo que era la metaliteratura, hizo narrativa pop cuando el pop solo era un estilo pictórico, y nuevo periodismo cuando los nuevos periodistas aún no habían bautizado el invento; hizo, en fin, cosas que en la cultura de entonces eran insólitas, como citar en una misma frase los nombres venerables de Di Stefano y James Joyce. Suárez no fue solo pionero con su literatura; también lo fue con su cine, con el que hizo a finales de los sesenta lo que otros tardarían décadas en hacer. Dirán ustedes que esto no tiene importancia, que lo importante no es llegar el primero o el último, sino llegar; no lo crean: en literatura, como en casi todo, quien llega primero llega dos veces. En suma, si existe la posmodernidad literaria —y no veo por qué no va a existir, suponiendo que tenga su origen remoto en la segunda parte del Quijote y su origen inmediato en Borges—, Suárez fue el primer escritor posmoderno español.

"Ahora bien, igual que ocurre en sus novelas y relatos iniciales, Suárez se acoge aquí al esquema policial solo para dinamitar todos y cada uno de sus tópicos"

Escribí lo anterior hace diez años; me ratifico ahora en lo dicho. No solo me ratifico: a la vista del libro que el lector tiene en las manos, doblo la apuesta. Suárez compuso El caso de las cabezas cortadas en 1958, cuando contaba veinticuatro años y vivía en París, donde conoció a su mujer de ahora y de siempre: Hélène Girard. El libro, digámoslo ya, es una maravilla que inevitablemente retrotrae al mundo de las primeras narraciones de Suárez, De cuerpo presente, de 1963, o Trece veces trece, de 1964, aquella época en que Pere Gimferrer, líder por entonces de la vanguardia veinteañera española, escribió: «Muerto Luis Martín-Santos e inactivo Sánchez Ferlosio, si la joven narrativa española ha de darnos un maestro, quizá sea este Gonzalo Suárez». En El caso de las cabezas cortadas Suárez cuenta en efecto una historia protagonizada por un inspector cuyo nombre, cuya cara de tortuga triste y cuya pipa eterna remiten a Jean Gabin —o más bien al Jean Gabin que interpretó al comisario Maigret—; su atmósfera se halla tal vez más cerca del cine francés de la posguerra que de la serie negra norteamericana. Ahora bien, igual que ocurre en sus novelas y relatos iniciales, Suárez se acoge aquí al esquema policial solo para dinamitar todos y cada uno de sus tópicos, para desmontar las convenciones a las que parece acogerse y para construir así una narración sarcástica, irreverente y dominada por un humor absurdo, gamberro y plagado de retruécanos («El vecino del segundo imploró al detective para que no le despeinara porque venía de la peluquería», dice el narrador. «Tenía solo seis pelos en la cabeza y todavía menos en la lengua, hablaba por los codos y confesó su asesinato con pelos y señales»). Este libro, sin embargo, no es una novela ni un relato, sino un tebeo, un cómic concebido mucho antes de que el cómic empezara a dejar de ser entre nosotros un entretenimiento infantil y empezara a reivindicarse, bien avanzados ya los años sesenta, como un arte serio: Tebeos y cultura de masas, de Luis Gasca, se publicó en 1966; Los cómics, arte para el consumo y formas pop, de Terenci Moix, en 1968. Como siempre, Suárez fue el primero en llegar.

Pero, además de llegar el primero a todas partes, Suárez siempre aparece por el lugar más inesperado y nos desconcierta a todos, incluso a aquellos que mejor creíamos conocerlo. Ya he dicho que, a caballo entre la década de los ochenta y los noventa, pasé dos años completos dedicado a estudiar la obra de Suárez, pero no tenía ni idea de que este libro existiera; más aún: no tenía ni idea de que, además de periodista, escritor, cineasta, actor y no sé cuántas cosas más, Suárez era un autor de cómics y un dibujante tan bueno como muestran las viñetas vagamente picassianas que integran este libro. Suárez ha cumplido noventa años y algunos lo consideramos el novelista y cineasta más joven de este país; pero la pregunta es otra: ¿cuándo dejará este hombre de sorprendernos?

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Autor: Gonzalo Suárez. Título: El caso de las cabezas cortadas. Editorial: Nórdica. Venta: Todostuslibros.

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