Libros y propofol
El conjunto de barbaridades que leí me hizo entender que España hoy es diferente, otra España. Quiero pensar que es la España de siempre vista con los ojos de la madurez, que es que con la edad somos más críticos y que no vamos tan mal. Hasta me ilusiona la idea y me alivia, me... Leer más La entrada Libros y propofol aparece primero en Zenda.

Lo de leer antes de dormir sigue siendo obligatorio, por mucho que las cosas cambien. Y la mesilla debe estar siempre llena de libros, algunos fijos y otros que van y vienen, sin que esa constante rotación literaria obedezca a ningún criterio más que al mío propio de ese momento concreto. Ayer por la noche me debatía entre dos clásicos, Drácula o Estudio en escarlata. Me inclinaba hacia el primer Sherlock, por aquello de descansar sin sobresaltos, cuando de pronto pitó mi teléfono infame informándome de una noticia de última hora. Una noticia absurda, grotesca, que me llevó a otra y a otra, y luego a otra más.
Me escandalizaron el gobierno y el desgobierno, los ataques a la separación de poderes en general y al Poder Judicial en particular, la bajeza moral que nos rodea, que hemos normalizado. El agotamiento de la democracia. El primer golpe me escandaliza, sí, pero el tercer o cuarto titular devastador lo leo ya desde la distancia porque va dejando de importar: de la prostituta preferida de aquel señor cuando era ministro al último caso de acoso en el que ya no sabemos si el acosador fue él, primero, o ella, después. Mediadores, conseguidores, presidentes por accidente, presidentes ausentes en desastres naturales… El pueblo, por el pueblo y para el pueblo, pero no por voluntad propia, sino a la fuerza. Nacionalismos que se quieren separar a costa de lo de los demás y nacionalismos que ya no se quieren separar porque mire usted, esto ya no es lo que era. Redistribuciones de deuda entre deudores, no deudores y unos señores que pasaban por ahí. Se venden reinos de taifas a todas las escalas, de todas las formas y colores. Asesinos en el Congreso de los Diputados, y víctimas de esos asesinos que tienen que aguantar su soberbia y su altanería, cuando su sola presencia debería estar prohibida. O quizá eso era en otros tiempos.
Continúo pensando y concluyo que estamos anestesiados, dormidos, oportunamente colocados a través de la educación o de la carencia de educación, para no ver en lo que nos estamos convirtiendo. Divago sin pudor sobre la felicidad que me producen las pruebas médicas cada vez más frecuentes —públicas o privadas, en cualesquiera de los reinos que componen ese conjunto de seres animados o inanimados (…)—, en las que se incluye la bendita dosis de Propofol o lidocaína, y confieso que me encantaría poder llegar a casa con un poco, sólo un poco más de química, para no tener que ver, escuchar o leer nada. Nada. Para poder seguir soñando con la España que fuimos o la que creíamos que éramos. Quizá con la que todavía podemos llegar a ser.
Apagué el móvil, y elegí por fin las cartas de Jonathan Harker, que me resultan infinitamente más interesantes y menos inquietantes que lo que nos rodea.
La entrada Libros y propofol aparece primero en Zenda.