'Los pecadores' y el precio de la libertad creativa. Ryan Coogler ha desafiado a la industria con un modelo de producción destinado a devolver la originalidad al cine de estudio
Un año más, una mirada la taquilla mundial nos permite reafirmar la hegemonía de las propiedades intelectuales. De los nueve títulos que superan la barrera de los 100 millones de dólares, ocho son secuelas —incluyendo la arrolladora 'Ne Zha 2', que dobla la recaudación de 'Una película de Minecraft' con 1.898 millones— o adaptaciones de material preexistente como 'Policán' o 'Mickey 17'; pero en medio de este panorama, se alza un pequeño milagro titulado 'Los pecadores'. Lo nuevo de Ryan Coogler desembarcó con fuerza en salas de cine hace ya cuatro semanas, tiempo suficiente para embolsarse 283 millones de dólares, batir un buen puñado de récords y, de paso, para demostrar que aún hay vida más allá de las franquicias y los cuatro cuadrantes con un largometraje original con una calificación por edades para adultos. Los logros de Coogler A fecha de hoy ya se han escrito ríos de tinta para reivindicar la que, bajo mi punto de vista, es la cinta del curso cinematográfico y uno de los logros creativos más libres y estimulantes que han sido gestados en un gran estudio en una larga temporada. Un despliegue de poderío audiovisual y sentido del espectáculo que bebe de los cánones del terror vampírico para regar el conjunto con una intención discursiva rica, compleja y tan arriesgada como sus juegos con la estructura. En Espinof El éxito de 'Los pecadores' demuestra que el público sí quiere películas originales. Pero no vale sólo con eso Es casi impensable que una factoría como Warner Bros. haya otorgado a Coogler un control creativo tan claro —y caprichoso— sobre una producción presupuestada en 90 millones de dólares en la que, por poner un par de ejemplos, se convierte lo que debería ser un anticlímax en una suerte de cuarto acto, o se cierran varios arcos dramáticos de personajes —además de dar nuevos significados a algunas lecturas del filme— en lo que no deja de ser una larga escena poscréditos. Pero 'Sinners', que algunos interpretan como una suerte de expiación personal de un Coogler purgando sus pecados tras entrar en la rueda de Hollywood —no es casual que el racista que vende el granero a los gemelos Smokestack se llame Hogwood— va más allá del éxito artístico para entrar en los terrenos del triunfo comercial al haberse convertido en la primera película original que logra cruzar la barrera de los 200 millones de dólares en el mercado doméstico desde que 'Coco' lo hiciese en 2017. Para hacer la situación aún más anómala, hay que detenerse un momento en el inusual contrato con el que el director cerró el acuerdo para dar luz verde al proyecto, en el que destacan dos cláusulas con una clara posición de ventaja para Coogler. La primera de ellas, y por norma general reservada para autores renombrados de la talla de Quentin Tarantino, es la obtención de la propiedad sobre el largometraje y potenciales spin-offs, secuelas y series de televisión después de 25 años. La segunda cláusula, esencial por su puesta en práctica inmediata, le pondría, a priori, al mismo nivel del estudio. Tal y como recogen en Variety, a pesar de que los detalles no se han hecho públicos, ha trascendido que el cineasta ha comenzado a recibir un 5% de los ingresos públicos generados por la obra desde el mismo día de su lanzamiento, lo cual rompe con un modelo tradicional mantenido durante un siglo en el que los estudios deben recuperar la inversión —incluyendo producción, marketing y distribución— antes de que los responsables reciban ingresos. La fórmula del éxito Con todo esto sobre la mesa, llega el momento de plantear la gran pregunta: ¿Cómo ha conseguido Ryan Coogler obtener el control creativo y una posición indudablemente ventajosa en términos contractuales dentro de los implacables engranajes industriales de la Meca del cine? La respuesta la encontramos en lo que muchas voces, como la de Jon Gosier, fundador de la plataforma financiera y tecnológica FilmHedge, señalan como el futuro en las producciones de estudio capitaneadas por cineastas de prestigio. La estrategia de producción a la que Gosier hace referencia no es otra que acudir a la negociación con el gran estudio de turno no sólo con un buen pitch bajo el brazo, sino con financiación externa por parte de una firma de capital privado, que en el caso de 'Los pecadores' fue Domain Entertainment. Estas entidades actúan como bancos de inversión que asumen parte del riesgo en caso de pérdidas, lo cual ayuda a rebajar las reticencias y exigencias del estudio y a abrir la puerta a la negociación de condiciones más ventajosas para el creador. Este modelo de financiación no es en absoluto nuevo —la 'Joker' de Todd Phillips ya lo utilizó a finales de la década pasada—, pero su proliferación no sólo va a beneficiar potencialmente a cineastas y estudios sino, en última instancia, a buena parte de un pú

Un año más, una mirada la taquilla mundial nos permite reafirmar la hegemonía de las propiedades intelectuales. De los nueve títulos que superan la barrera de los 100 millones de dólares, ocho son secuelas —incluyendo la arrolladora 'Ne Zha 2', que dobla la recaudación de 'Una película de Minecraft' con 1.898 millones— o adaptaciones de material preexistente como 'Policán' o 'Mickey 17'; pero en medio de este panorama, se alza un pequeño milagro titulado 'Los pecadores'.
Lo nuevo de Ryan Coogler desembarcó con fuerza en salas de cine hace ya cuatro semanas, tiempo suficiente para embolsarse 283 millones de dólares, batir un buen puñado de récords y, de paso, para demostrar que aún hay vida más allá de las franquicias y los cuatro cuadrantes con un largometraje original con una calificación por edades para adultos.
Los logros de Coogler
A fecha de hoy ya se han escrito ríos de tinta para reivindicar la que, bajo mi punto de vista, es la cinta del curso cinematográfico y uno de los logros creativos más libres y estimulantes que han sido gestados en un gran estudio en una larga temporada. Un despliegue de poderío audiovisual y sentido del espectáculo que bebe de los cánones del terror vampírico para regar el conjunto con una intención discursiva rica, compleja y tan arriesgada como sus juegos con la estructura.
Es casi impensable que una factoría como Warner Bros. haya otorgado a Coogler un control creativo tan claro —y caprichoso— sobre una producción presupuestada en 90 millones de dólares en la que, por poner un par de ejemplos, se convierte lo que debería ser un anticlímax en una suerte de cuarto acto, o se cierran varios arcos dramáticos de personajes —además de dar nuevos significados a algunas lecturas del filme— en lo que no deja de ser una larga escena poscréditos.
Pero 'Sinners', que algunos interpretan como una suerte de expiación personal de un Coogler purgando sus pecados tras entrar en la rueda de Hollywood —no es casual que el racista que vende el granero a los gemelos Smokestack se llame Hogwood— va más allá del éxito artístico para entrar en los terrenos del triunfo comercial al haberse convertido en la primera película original que logra cruzar la barrera de los 200 millones de dólares en el mercado doméstico desde que 'Coco' lo hiciese en 2017.

Para hacer la situación aún más anómala, hay que detenerse un momento en el inusual contrato con el que el director cerró el acuerdo para dar luz verde al proyecto, en el que destacan dos cláusulas con una clara posición de ventaja para Coogler. La primera de ellas, y por norma general reservada para autores renombrados de la talla de Quentin Tarantino, es la obtención de la propiedad sobre el largometraje y potenciales spin-offs, secuelas y series de televisión después de 25 años.
La segunda cláusula, esencial por su puesta en práctica inmediata, le pondría, a priori, al mismo nivel del estudio. Tal y como recogen en Variety, a pesar de que los detalles no se han hecho públicos, ha trascendido que el cineasta ha comenzado a recibir un 5% de los ingresos públicos generados por la obra desde el mismo día de su lanzamiento, lo cual rompe con un modelo tradicional mantenido durante un siglo en el que los estudios deben recuperar la inversión —incluyendo producción, marketing y distribución— antes de que los responsables reciban ingresos.
La fórmula del éxito

Con todo esto sobre la mesa, llega el momento de plantear la gran pregunta: ¿Cómo ha conseguido Ryan Coogler obtener el control creativo y una posición indudablemente ventajosa en términos contractuales dentro de los implacables engranajes industriales de la Meca del cine? La respuesta la encontramos en lo que muchas voces, como la de Jon Gosier, fundador de la plataforma financiera y tecnológica FilmHedge, señalan como el futuro en las producciones de estudio capitaneadas por cineastas de prestigio.
La estrategia de producción a la que Gosier hace referencia no es otra que acudir a la negociación con el gran estudio de turno no sólo con un buen pitch bajo el brazo, sino con financiación externa por parte de una firma de capital privado, que en el caso de 'Los pecadores' fue Domain Entertainment. Estas entidades actúan como bancos de inversión que asumen parte del riesgo en caso de pérdidas, lo cual ayuda a rebajar las reticencias y exigencias del estudio y a abrir la puerta a la negociación de condiciones más ventajosas para el creador.
Este modelo de financiación no es en absoluto nuevo —la 'Joker' de Todd Phillips ya lo utilizó a finales de la década pasada—, pero su proliferación no sólo va a beneficiar potencialmente a cineastas y estudios sino, en última instancia, a buena parte de un público que ansía disfrutar de propuestas originales apuntaladas sobre presupuestos generosos y rubricadas por autores con voz propia en medio de avalanchas de blockbusters y directores de encargo.
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'Los pecadores' y el precio de la libertad creativa. Ryan Coogler ha desafiado a la industria con un modelo de producción destinado a devolver la originalidad al cine de estudio
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por
Víctor López G.
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