Ewers y el oscuro fruto

Autor, por cierto, de un ensayo sobre Poe que escribió, de todos los lugares posibles, en Granada, lo fue también de varias novelas geniales, que Lovecraft admiró sin reservas: Vampiro y La mandrágora son el mejor ejemplo de cómo un tapiz de mitos bien entendidos pueden reinventar los terrores ancestrales que reptan por el inconsciente... Leer más La entrada Ewers y el oscuro fruto aparece primero en Zenda.

May 9, 2025 - 05:31
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Ewers y el oscuro fruto

Sería una insensatez dejar de leer a Hanns Heinz Ewers (1871-1943) por las vicisitudes de su vida y su adhesión al movimiento nazi. Y no menos penoso resulta tener que mencionar estas cuestiones cuando tratamos con un genio para el horror —y un horror a la europea— como fue el misterioso villano Ewers. Pero toda su obra fue enterrada en el mismo panteón lleno de luminarias en el que una casta minoría quiso que se pudriera hasta el último recuerdo de otros villanos no menos geniales que él, y la reivindicación de un autor no puede dejar de ir acompañada de los motivos por los que fue (forzadamente) olvidado. Ewers fue un mujeriego, un bebedor y un tipo violento, un jugador y un duelista precoz, y, para ser el peligroso nazi de las leyendas que llegó a estrechar enardecido —“su mejor regalo de cumpleaños”— la mano de Hitler, fue también un reconocido filosemita: tras ver a lo largo de sus viajes por el mundo el infame lugar que Alemania ocupaba en él, consideró muy seriamente la idea de crear una nación cultural germano-judía, algo en la línea de la comunidad de la raza jafética —el sueño del “Hombre Único”— que en 1806 Schelling había visto como el ideal prometeico que llevaría al mundo a una nueva Edad de Oro, con su capital, naturalmente, en Alemania. Como la inquieta mayoría de sus contemporáneos alemanes con una vocación artística o intelectual —y aquí es preciso recordar que Alemania, como país, era una invención reciente—, Ewers era un nacionalista pertinaz, un hombre culto y además obsesionado intensamente por su cultura, que miraba hacia el pasado de Europa en busca de la huella kármica de una larga tradición áurea (larga y profusamente impregnada de mitología y ocultismo), y hacia un futuro aún improbable pero iluminado por esa misma tradición. Creía en una aristocracia intelectual, más o menos de corte platónico, y le enfureció que Oscar Wilde hubiera sido condenado a prisión: para él era un atentado de lesa humanidad que un genio pudiera ser sometido al triste juicio de un tribunal.

"La lectura de Ewers, sin embargo, no deja de irradiar indirectamente una nota amarga: sus cuentos, tan originales y oscuros como los de Meyrink y Grabinski, parecen los frutos de una Atlántida sepultada"

Autor, por cierto, de un ensayo sobre Poe que escribió, de todos los lugares posibles, en Granada, lo fue también de varias novelas geniales, que Lovecraft admiró sin reservas: Vampiro y La mandrágora son el mejor ejemplo de cómo un tapiz de mitos bien entendidos pueden reinventar los terrores ancestrales que reptan por el inconsciente de una cultura “ilustrada”, la misma cultura, dicho sea de paso, que un día se creyó con la autoridad y el poder de sepultarlos. Pero son los cuentos recogidos en La araña los que mejor encarnan las múltiples facetas de ese don para el horror con el que Ewers había sido dotado. Ya el relato que da título a la antología supuso para miles de lectores un perturbador enigma que, como sucedió con el famoso relato “¿La dama o el tigre?” (1882), de Frank Stockton, se convirtió en una obsesión nacional, y Ewers fue objeto de una correspondencia desesperada por conocer su significado. Pero aquel hombre que parecía vivir de arrebato en arrebato para acallar sus pesadillas no estaba dispuesto a revelar sus secretos, y quizá por eso sentimos algo aún por esclarecer en cuentos como “C.3.3” o “La caja de juegos”, un enigma que parece arrojar su sombra quebrada sobre Clive Barker. La lectura de Ewers, sin embargo, no deja de irradiar indirectamente una nota amarga: sus cuentos, tan originales y oscuros como los de Meyrink y Grabinski, parecen los frutos de una Atlántida sepultada, y dejan ver el camino en mitad del bosque por el que un horror puramente europeo podría haber transitado si lo peor de la influencia americana no hubiera pesado sobre una cultura colonizada.

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Autor: Hanns Heinz Ewers. Título: La araña y otros cuentos macabros y siniestros. Traducción: José Rafael Hernández Arias. Editorial: Valdemar. Venta: Todos tus libros.

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