César Camarero imagina el género escénico

También a los más expertos les resulta sorprendente descubrir que al margen de los grandes teatros de ópera existe toda una red de pequeños productores que mantienen vivo el género escénico en sus muy distintas formulaciones y que lo hacen en una proporción poco predecible. Cristina Marcos Patiño , desde el Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música, ha publicado recientemente un catálogo dedicado a la 'Música vocal escénica (1950-2024)' en el que incluye cifras y datos que muy evidentes. El más inmediato señala que en este periodo de tiempo se han registrado más de ochocientas obras de las que solo u n 17% han quedado sin estrenar , y de las que una parte mínima se ha generado por iniciativa de los grandes centros de producción que, sin embargo, se atribuyen la responsabilidad de prestigiar el género (o lo que ellos entienden como tal) en el ámbito cultural. Conviene mirar, por tanto, a lugares menos transitados, en donde se hace rentable el pulso de la actualidad y el creciente interés que la música escénica despierta entre los creadores. Es el caso de la Fundación Juan March y del Espacio Turina de Sevilla , asociados para la coproducción de la última obra de César Camarero , ' Cómo subir una escalera sin peldaños ', estrenada en la capital andaluza y presentación estos días en Madrid. El compositor madrileño, criado en Nueva York y actualmente residente en Sevilla mantiene una relación constante con el mundo escénico desde que hace veinte años presentó su ópera 'Horizonte cuadrado'. En este tiempo ha presentado cinco composiciones que asumen la pluralidad de formatos, códigos y formas de percepción que hoy en día adopta el género escénico, entendido como una matriz abierta. Sin duda, en la música de Camarero hay una innata inclinación hacia la representación. Incluso en sus obras instrumentales el espacio es un elemento activo en una obra siempre sutil al cambio, minuciosa en el proceso y perfeccionista ante el resultado. Hace ya tiempo que su maestro Luis de Pablo definió de una manera muy precisa la estética de Camarero señalando que se trata de «un lírico del género introspectivo. Huye como de la peste del gran gesto retórico, del efecto teatral, del contraste excesivo, de cualquier patetismo. Todo... lo hace de puntillas «, lo que viene a explicar una posición que corre al margen de otras posibilidades más preocupadas por sustanciarse expresivamente de una manera limpia y elocuente. Que Camarero reflexiona sobre las posibilidades de cada obra y que las pule en extremo es algo muy evidente que tiene reflejo en 'Cómo subir una escalera sin peldaños'. La obra se presenta en la March como novena entrega del formato 'Melodramas' , que inició su andadura en 2016 con el fin de dar cabida a una categoría escénica híbrida que la que se combina la acción declamada y la composición musical. La de Camarero se define a sí misma como 'foto-teatro musical' y sirve a una 'historia de intriga existencialista, contada a través de la música'. A la cabeza se encuentra un personaje, del que sólo se escucha su voz y que vigila a una mujer desconocida. Mediante la proyección de las distintas fotografías que va haciendo se descubren detalles de su vida, al tiempo que se entretejen y se deshacen los acontecimientos. La obra parte de un texto de Virginia Nogueira que adapta libremente el relato 'A Shadow's Life' del escritor norteamericano Stanley J. Reeve y sobre el que se superponen cuestiones más personales. Abordando lo real está el inserto con la historia de Casimiro Feito , quien, tras haber sido condenado a muerte tras la Guerra Civil , estuvo veintitrés años escondido, cambiando de ciudad y de identidad. El caso se dio a conocer en la prensa, en 1971, gracias al periodista Julio Camarero , padre del compositor, a quien se condenó a varios meses de cárcel ya quien ahora se dedica la obra. Y entre lo cómico y no por ello menos inquietante, la presencia llamada de alguien que se cuela en las fotos observando a quien observa, y que resulta ser el propio Camarero. 'Cómo subir una escalera sin peldaños' acaba por hacerse tangible para el espectador en el momento que se rompe la cuarta pared y el compositor aparece en la sala vestido tal cual se le ve en la pantalla, sube al escenario y entrega un papel al pianista sin que se desvele la razón de su presencia ni la utilidad de la cesión. 'Cómo subir una escalera sin peldaños' se proyecta también sobre un flujo musical en el que lo sensorial se activa desde la calidad poética. Se trata de una música que requiere pulso y pálpito y que, en este sentido, se ha defendido con seriedad por los instrumentistas de Taller Sonoro . Quizás con un exceso de prudencia, con una contención demasiado evidente con independencia del preciosismo de la interpretación. La partitura, a la postre, es el guion mudo de la obra, el lugar en el que se encierran códigos y referencias, más o menos explícitas, más o menos recusadas, sobre las que el propio Camarero también advierte al e

May 2, 2025 - 19:17
 0
César Camarero imagina el género escénico
También a los más expertos les resulta sorprendente descubrir que al margen de los grandes teatros de ópera existe toda una red de pequeños productores que mantienen vivo el género escénico en sus muy distintas formulaciones y que lo hacen en una proporción poco predecible. Cristina Marcos Patiño , desde el Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la Música, ha publicado recientemente un catálogo dedicado a la 'Música vocal escénica (1950-2024)' en el que incluye cifras y datos que muy evidentes. El más inmediato señala que en este periodo de tiempo se han registrado más de ochocientas obras de las que solo u n 17% han quedado sin estrenar , y de las que una parte mínima se ha generado por iniciativa de los grandes centros de producción que, sin embargo, se atribuyen la responsabilidad de prestigiar el género (o lo que ellos entienden como tal) en el ámbito cultural. Conviene mirar, por tanto, a lugares menos transitados, en donde se hace rentable el pulso de la actualidad y el creciente interés que la música escénica despierta entre los creadores. Es el caso de la Fundación Juan March y del Espacio Turina de Sevilla , asociados para la coproducción de la última obra de César Camarero , ' Cómo subir una escalera sin peldaños ', estrenada en la capital andaluza y presentación estos días en Madrid. El compositor madrileño, criado en Nueva York y actualmente residente en Sevilla mantiene una relación constante con el mundo escénico desde que hace veinte años presentó su ópera 'Horizonte cuadrado'. En este tiempo ha presentado cinco composiciones que asumen la pluralidad de formatos, códigos y formas de percepción que hoy en día adopta el género escénico, entendido como una matriz abierta. Sin duda, en la música de Camarero hay una innata inclinación hacia la representación. Incluso en sus obras instrumentales el espacio es un elemento activo en una obra siempre sutil al cambio, minuciosa en el proceso y perfeccionista ante el resultado. Hace ya tiempo que su maestro Luis de Pablo definió de una manera muy precisa la estética de Camarero señalando que se trata de «un lírico del género introspectivo. Huye como de la peste del gran gesto retórico, del efecto teatral, del contraste excesivo, de cualquier patetismo. Todo... lo hace de puntillas «, lo que viene a explicar una posición que corre al margen de otras posibilidades más preocupadas por sustanciarse expresivamente de una manera limpia y elocuente. Que Camarero reflexiona sobre las posibilidades de cada obra y que las pule en extremo es algo muy evidente que tiene reflejo en 'Cómo subir una escalera sin peldaños'. La obra se presenta en la March como novena entrega del formato 'Melodramas' , que inició su andadura en 2016 con el fin de dar cabida a una categoría escénica híbrida que la que se combina la acción declamada y la composición musical. La de Camarero se define a sí misma como 'foto-teatro musical' y sirve a una 'historia de intriga existencialista, contada a través de la música'. A la cabeza se encuentra un personaje, del que sólo se escucha su voz y que vigila a una mujer desconocida. Mediante la proyección de las distintas fotografías que va haciendo se descubren detalles de su vida, al tiempo que se entretejen y se deshacen los acontecimientos. La obra parte de un texto de Virginia Nogueira que adapta libremente el relato 'A Shadow's Life' del escritor norteamericano Stanley J. Reeve y sobre el que se superponen cuestiones más personales. Abordando lo real está el inserto con la historia de Casimiro Feito , quien, tras haber sido condenado a muerte tras la Guerra Civil , estuvo veintitrés años escondido, cambiando de ciudad y de identidad. El caso se dio a conocer en la prensa, en 1971, gracias al periodista Julio Camarero , padre del compositor, a quien se condenó a varios meses de cárcel ya quien ahora se dedica la obra. Y entre lo cómico y no por ello menos inquietante, la presencia llamada de alguien que se cuela en las fotos observando a quien observa, y que resulta ser el propio Camarero. 'Cómo subir una escalera sin peldaños' acaba por hacerse tangible para el espectador en el momento que se rompe la cuarta pared y el compositor aparece en la sala vestido tal cual se le ve en la pantalla, sube al escenario y entrega un papel al pianista sin que se desvele la razón de su presencia ni la utilidad de la cesión. 'Cómo subir una escalera sin peldaños' se proyecta también sobre un flujo musical en el que lo sensorial se activa desde la calidad poética. Se trata de una música que requiere pulso y pálpito y que, en este sentido, se ha defendido con seriedad por los instrumentistas de Taller Sonoro . Quizás con un exceso de prudencia, con una contención demasiado evidente con independencia del preciosismo de la interpretación. La partitura, a la postre, es el guion mudo de la obra, el lugar en el que se encierran códigos y referencias, más o menos explícitas, más o menos recusadas, sobre las que el propio Camarero también advierte al espectador: 'Cómo subir una escalera sin peldaños' cuestiona la percepción de la realidad y su representación, lo imaginado y lo posible, lo real y lo comprobable. En definitiva, se sitúa y esto es lo más apasionante, en un espacio evanescente en el que no se establecen dimensiones, y en el que los modelos predeterminados se disuelven en el horizonte.