Quilmes Rock 2025: 10 claves de un festival tan argentino como plural
Después de dos fines de semana consecutivos, el Quilmes Rock 2025 concluyó con cientos de momentos memorables, cruces impensados y algunas apariciones muy esperadas por el público. El emblemático festival, que se llevó a cabo los días 5, 6, 12 y 13 de abril en Tecnópolis, regresó luego de tres años con una edición marcada [...] Ver más noticias en Indie Hoy.


Después de dos fines de semana consecutivos, el Quilmes Rock 2025 concluyó con cientos de momentos memorables, cruces impensados y algunas apariciones muy esperadas por el público. El emblemático festival, que se llevó a cabo los días 5, 6, 12 y 13 de abril en Tecnópolis, regresó luego de tres años con una edición marcada por una fuerte impronta argentina.
Con nombres clave en la historia del rock nacional como Los Piojos, Andrés Calamaro, Los Fabulosos Cadillacs, Rata Blanca y Babasónicos, el festival también dio lugar a proyectos y artistas de la nueva escena: entre ellos, Mujer Cebra, Ryan, Fonso y Las Paritarias, Nenagenix, Sakatumba, Blair y muchos más. A lo largo de sus cuatro jornadas, el Quilmes Rock recibió a una amplia variedad de géneros y estilos, en una verdadera comunión celebratoria de la música popular argentina.
Entre las bandas, los artistas y el vaivén constante de públicos tan diversos como los nombres que pasaron por los distintos escenarios, hubo algo que se volvió parte del ritual festivalero: el regreso del fernet como compañía inseparable del vivo. Este año, Buhero Negro se sumó como parte de esa experiencia que propone el festival, donde no solo se trata de ver bandas, sino de cómo se las vive. En este caso, con un fernet en la mano.
A continuación, y de la mano de Buhero Negro, te presentamos 10 claves que nos dejó la última edición del Quilmes Rock.
Los emocionantes homenajes a Serú Girán y Rosario Bléfari
La segunda jornada del Quilmes Rock 2025 se convirtió en el escenario de dos de los momentos más conmovedores y memorables del festival. El primero se trató de un homenaje sentido y majestuoso a Serú Girán, el supergrupo que redefinió la música popular argentina. En el escenario principal, Pedro Aznar y David Lebón -cómplices y hermanos musicales- encabezaron un recorrido por las piezas más luminosas y vigentes del repertorio de la banda. Sonaron “Canción de Alicia en el país”, “Nos veremos otra vez” y “Seminare”, que fue cantada en cada rincón de Tecnópolis.
Sin embargo, el verdadero espíritu de celebración estuvo en la manera en que ese set se abrió al presente, con amigos e invitados: Sandra Mihanovich aportó temple y ternura en “A cada hombre, a cada mujer”; Dante Spinetta -a quien Lebón presentó como “mi sobrino”- encendió al público con un solo de guitarra en “Mundo agradable”; Juanito Moro, hijo del recordado Oscar, tomó la batería como si siempre hubiera estado ahí; y Trueno, acaso la aparición más inesperada, improvisó líneas filosas sobre la base de “No llores por mí, Argentina”.
El segundo homenaje de la noche, dedicado a la vida y obra de Rosario Bléfari, tuvo lugar más tarde, en uno de los escenarios alternativos del festival. Organizado por su familia –Fabio y Nina Suárez-, el tributo se desplegó como un viaje emocional a través de las diversas etapas musicales de la cantautora y actriz argentina, una figura que dejó una huella imborrable en la escena.
Nina, acompañada por su padre y por amigos cercanos de su madre, dio inicio al homenaje con canciones de Suárez, la banda que Rosario lideró junto a Fabio. Luego, la emoción se intensificó al interpretar algunas de las composiciones solistas de Bléfari, antes de culminar con temas de Sué Mon Mont, uno de sus últimos proyectos grupales, en un cierre de serenidad y fuerza nostálgica.
A lo largo de la performance, Nina estuvo acompañada por una serie de invitados de lujo. Santiago Motorizado sumó su voz y su espíritu al evocador “Río Paraná”, mientras que Gato de 107 Faunos se unió para darle vida a “Morirían”. También estuvo presente Julieta Salas, quien se subió a interpretar “Pájaros” y completó la atmósfera de la noche. En ese espacio, cargado de memoria y amor, el tributo a Bléfari se convirtió en un acto de reverencia colectiva, un reflejo de su legado eterno, tanto personal como artístico.
La fiesta en manos de los que saben
Si hay algo que caracteriza al fanático argentino es su inclinación por lo festivo, la gedencia y la necesidad imperiosa de mover el cuerpo cuando el estímulo que entra por los oídos llega con timbales, fierros y mucha percusión. En esta ocasión, la celebración estuvo a cargo de dos pesos pesados en la grilla del Quilmes Rock: Los Fabulosos Cadillacs y Los Auténticos Decadentes, un combo ideal en cualquier fantasía hedonista y rioplatense.
Primero fueron los Cadillacs en la tarde-noche del primer domingo, y con una descarga perfecta de 18 canciones que funcionaron como un péndulo entre la euforia masiva, la experimentación impredecible y una intimidad familiar tan intensa que parecía cerrar el círculo alrededor del escenario. Abrieron con una decisión elocuente: “Mi novia se cayó en un pozo ciego”, relectura punk de sus años fundacionales, como si quisieran recordarse (y recordarnos) que lo suyo siempre fue el desparpajo, la incomodidad, el baile de caderas que también es movimiento político. Y a partir de ahí, el vértigo. “Manuel Santillán, el León”, “Demasiada presión”, y una seguidilla irresistible con “El genio del dub” y los espasmos progresivos de “Piazzolla”.
“Los condenaditos” trajo la percusión hipnótica de La Bomba de Tiempo, que dejó la cancha lista para que Pablo Lescano aterrizara con su teclado en “Padre nuestro”, transformando el ritual en un cumbión eléctrico ineludible. Sin aviso, bajaron la guardia para “Vos sabés”, el himno compuesto por Sr. Flavio, donde se sumaron hijos, hijas y hasta nietos de los músicos, extendiendo el linaje de la banda más allá del escenario: una suerte de cena familiar en la que se canta, se baila y se festeja con alegría. Otro invitado fue Santiago Motorizado, que se subió para cantar “Nro. 2 en tu lista”, para luego dar paso a una tríada letal: “Mal bicho”, “Matador” y “El satánico Dr. Cadillac”.
El segundo sábado, el bacanal estuvo en la desfachatez de Los Auténticos Decadentes que, al igual que los Cadillacs, ocuparon la totalidad del escenario con músicos e instrumentos. Ya desde el instante cero, la banda enarboló la bandera del desenfreno y tiró un tándem de clásicos carnavaleros: “Somos”, “Cómo me voy a olvidar”, “Pendeviejo” y “Los piratas”.
En el medio, se tomaron un momento para homenajear a Sumo con un combinado de “Los viejos vinagres” y “La rubia tarada”. “Gracias a ellos hicimos Decadentes, los íbamos a ver de chicos”, dijo Cucho. Después, otra vez, el carnaval con “Vení Raquel” y “El murguero”. En el público, la gente se sacaba a bailar, armaba trencito y hacían pasarela. La fiesta fue total y la alegría colectiva. Como si fuera poco, Fer Ruiz Díaz de Catupecu Machu se subió al escenario para interpretar, como suele hacerlo cada vez que puede, “Un osito de peluche de Taiwan” junto a la banda.
La aparición de Pity Álvarez
Días antes de que el festival comience, se rumoreaba que Pity Álvarez podría llegar a hacer algún tipo de aparición en el Quilmes Rock, ya sea como invitado o como artista sorpresa del evento. Finalmente, el “Rey sin corona” apareció pero no de la forma que esperaban todos: lo hizo a través de un video grabado con un mensaje para su público y la audiencia del festival.
El primer sábado, justo antes de que Andrés Calamaro subiera a escena, en las pantallas de los dos escenarios principales proyectaron a Pity con una guitarra acústica. “Me encantaría estar ahí con ustedes, pero todavía no puedo”, dijo el cantante de Intoxicados y Viejas Locas en un momento agridulce pero igualmente ovacionado por el público. “Ya me conocen. Soy Pity. Estoy acá para tirarle la mejor onda a todos los grupos que van a estar en el Quilmes Rock. Me enteré de la grilla. Es increíble. Me muero por estar ahí y por estar entre el público, escuchando a las bandas, pero van a tener que esperar un ratito más”, dijo.
La nueva escena no pide permiso
Además de los grandes números del cartel, tuvieron su lugar varios artistas que, durante los últimos años, vienen creciendo a pasos agigantados: la nueva escena nacional irrumpió sin pedir permiso ni perdón. Desde temprano hasta tarde en la noche, cientos de personas fueron testigos de algunos de los nuevos sonidos del rock y el pop local, con propuestas tan diferentes como interesantes.
Mazé, Nenagenix y Odd Mami fueron los encargados de abrir el escenario Geiser durante la primera jornada del festival, el mismo lugar donde, más tarde y luego de los artistas más convocantes, Mujer Cebra y Ryan se llevarían algunos de los shows más contundentes, enérgicos y disruptivos de la fecha, con poco agite, y euforia juvenil, además de la sorpresa de aquellos curiosos que pasaron antes de irse. Lo mismo ocurrió los días siguientes con el pop luminoso de Blair, el rock frenético de Fonso y Las Paritarias, y el encanto y2k de Benito Cerati.
El metal presente
La tercera fecha del festival, que tuvo lugar el pasado sábado 12 de abril, incluyó -por primera vez- el nombre de bandas referentes del heavy metal argentino. Mientras Rata Blanca ocupó un lugar y horario privilegiado en el evento, A.N.I.M.A.L y Horcas congregaron a su propio público en las inmediaciones del escenario Pop Art.
Walter Meza, cantante de Horcas, hizo hincapié en la inclusión de bandas de este género en un festival masivo como el Quilmes y sentenció: “El heavy metal es un estilo de música que habla con los huevos y el corazón“, para luego destacar la vigencia del género y la dedicación de los fanáticos. También se tomaron un momento para conmemorar a los colegas y amigos caídos en el camino, entre ellos, Pappo y Ricardo Iorio.
A.N.I.M.A.L también fue fuerte y al medio con un show contundente y preciso que repasó su nuevo disco de estudio, Legado, publicado a principios de mes. Y aunque mantuvo estoica su potencia, Rata Blanca optó por una lista family friendly pero efectiva, sin relegar himnos como “Mujer amante”, “Aún estás en mis sueños”, “Volviendo a casa” y “La leyenda del hada y el mago”.
Andrés Calamaro volvió a casa
Cuando Andrés Calamaro pisó el escenario, lo hizo con ese andar a contraluz de quien no necesita presentaciones, ni mucho menos justificar su lugar en el podio del rock argentino. Para los que llegaron hasta ahí con los ojos aún empañados por la aparición de Pity Álvarez, el arranque con “Output Input” fue una confirmación brutal: la emoción no se negocia, se transmite. Y a veces duele.
Hay algo de ceremonia religiosa cada vez que Andrelo toma el micrófono, como si sus canciones fueran estampitas gastadas que el público acaricia en cada estribillo. Pero esta vez, algo fue distinto. El show tuvo el cuerpo de siempre -hits, melodías hermosas que sobreviven décadas, una banda que se mueve como pez en el agua-, pero también una respiración más suelta, como si Calamaro se hubiera sacado el traje de leyenda y hubiera salido a jugar con los botones desabrochados.
Después de “Output Input”, llegaron los himnos: “Sin documentos”, “Loco”, “Te quiero igual”, “Cuando te conocí”, “Tuyo siempre”, “Crímenes perfectos”, “Alta suciedad”. Una seguidilla demoledora, sin anestesia ni silencios largos. Hits que se encadenaban como si temiera que alguien pudiera desengancharse. Pero nadie lo hizo. El público, que lo había esperado desde temprano con la paciencia de quien aguarda a un familiar que vuelve a casa, le devolvió cada canción con sonrisas, aplausos y alguna lágrima tímida, escondida entre la multitud.
Es cierto: Andrés no dijo ninguna de sus famosas frases fuera de lugar. No polemizó, no desvió la atención. Y quizás por eso, o a pesar de eso, la música sonó más fuerte. Porque cuando uno toca en vivo veinte canciones que son parte del inconsciente colectivo de un país entero, lo mejor que puede hacer es soltarlas y dejar que hablen solas. Y eso hizo Calamaro: dejó que su cancionero hable.
Miranda! y el decálogo pop
Miranda!, ese dúo que hace más de dos décadas redefinió lo que el pop argentino podía ser, volvió a hacer lo suyo en el escenario principal del Quilmes Rock 2025. Y sí, lo hizo mejor que nadie. El magnetismo de Ale Sergi y Juliana Gattas -especialmente cuando están juntos- es una fuerza imposible de eludir y resistirse a semejante despliegue de estímulos es, simplemente, en vano.
Subidos en un cisne gigante que los transportó por encima de la gente, la icónica dupla expuso ante miles de personas el instructivo pop que hoy los lleva ser uno de los referentes indiscutidos del género a nivel nacional. Ellos son para el pop lo que Calamaro puede significar para el rock: héroes de la canción y la melodía inolvidable.
Como todo show del dúo, estuvo repleto de momentos que merecen su mención, pero el highlight indiscutido llegó cuando Lali Espósito -heredera emocional del universo Miranda!- se sumó al escenario para interpretar “Mejor que vos”, esa joya de pop ácido y elegante que publicaron juntos este año. La respuesta del público fue casi religiosa: gritos, ovación, y celulares al cielo. En medio de la euforia, “Yo te diré”, esa gema reversionada con la potencia vocal de Lali, terminó de sellar el pacto. “Gracias amigos, los amo”, dijo ella, entre sonrisas.
Más allá de la visita estelar, lo de Miranda! fue un despliegue ininterrumpido de carisma y precisión. Ale Sergi, siempre sonriente y magnético, hizo de maestro de ceremonias de una fiesta que no dejó espacio para el descanso. Juliana Gattas, icónica en su teatralidad, tejió cada canción con su mezcla única de ironía y dulzura.
Desde “Perfecta” hasta “Mentía”, pasando por “Prisionero” y “Me gustas tanto”, cada tema fue recibido como un himno personal por una multitud que saltó, gritó y lloró en sintonía. En el cierre, “Don” terminó por reventar un show que fue todo lo que un recital pop debería ser: espectáculo, comunidad, y un poco de catarsis emocional.
Los Piojos, el ritual rock por excelencia
Trece años después, Los Piojos volvieron a su casa espiritual. Y como en toda vuelta a casa, hubo abrazos, homenajes, rituales y un festín que duró tres horas y se sirvió con la intensidad de los grandes banquetes rockeros: banderas al viento, pogo y un setlist que parecía diseñado no solo para tocar el corazón, sino también para hacer latir más fuerte esa máquina de sangre.
La banda de El Palomar salió decidida a tensar la cuerda entre la nostalgia y la celebración, y ofreció un set que navegó tres horas entre la crudeza barrial y la sofisticación instrumental, con lugar para todo salvo la indiferencia. Ciro Martínez, de saco rojo y la garganta intacta, fue el anfitrión de una noche cargada de símbolos y afecto. Dedicó “Civilización” a la golpeada Bahía Blanca, cantó “Tan solo” entre manos estiradas, y sumó a Piti Fernández en “Entrando a tu ciudad” para revivir una de las postales más queridas del cancionero noventoso.
Hubo homenajes cuidadosamente hilvanados: un video con imágenes de los primeros años sonando sobre un arreglo en piano de “Ruleta”; una sentida versión de “Sudestada” en honor a Tavo Kupinski; y covers de Moris y The Rolling Stones que revelaron la matriz genética de Los Piojos: un híbrido entre el rock de estadio y la bohemia de esquina.
Cuando parecía que el show alcanzaba su clímax, la banda reapareció con batas de boxeo y lentes negros para un segundo asalto cargado de groove y mística: “Como Alí”, “Pacífico”, y una versión expansiva de “Ruleta” que terminó por abrir del todo las compuertas del ritual. Desde el candombe hasta el blues, pasando por el tango y la balada eléctrica, Los Piojos sonaron más sueltos que nunca, como si la pausa hubiese servido para aceitar cada engranaje.
¿Dillom es rock? La crítica del artista a los viejos rockeros
Dillom no vino a quedar bien con nadie. En una grilla repleta de nombres históricos, su aparición en el escenario principal del Quilmes Rock 2025 fue menos un show que una irrupción. Como si en medio de una galería de próceres alguien encendiera una bengala y en ese fuego, se quemaran los manuales, los purismos y la nostalgia con olor a naftalina.
Desde antes de tocar una sola nota, Dillom ya había encendido el debate. ¿Tiene sentido que esté en un festival de rock? ¿Qué hace este pibe de voz rota, estética de post-horror y sampleos mutantes compartiendo cartel con próceres del palo? Él mismo ofreció su propia respuesta, a medio camino entre el statement y la provocación: “Yo soy el rock, y al que no le gusta que me rompa el orto”. Silencio incómodo para algunos, estallido colectivo para otros. Pero sobre todo, una señal de que esa fue su misa, no la de nadie más.
Lo que siguió fue un set filoso, oscuro y magnético, con un sonido quirúrgico que no dejó grietas. “Buenos tiempos” fue el gran disparo, reconfigurado sobre la marcha para incluir un dardo explícito al gobierno: “El día que muera, morirá Milei”. No hizo falta aclarar mucho más. En tiempos donde los artistas se cuidan cada palabra, Dillom eligió pegar primero y pensar después. O no pensar. Y que arda.
El homenaje a los excombatientes de Malvinas
Entre la energía todavía chispeante que dejó Dillom y la inminente llegada de Las Pelotas, el Quilmes Rock fue escenario para un momento de reflexión. A tres días del 2 de abril, uno de los festivales más grandes del país detuvo su pulso rockero para abrir paso a un homenaje: excombatientes de Malvinas subieron a escena y protagonizaron uno de los momentos más conmovedores de toda la jornada.
Sin más luces que las necesarias y con el silencio cómplice de una multitud que entendió de inmediato la gravedad del instante, los veteranos tomaron el micrófono y compartieron un mensaje al público. “Es un placer y un orgullo poder estar acá. Veo muchas generaciones, algunas que han vivido hace 43 años el conflicto en vivo y otras que seguramente lo han leído o se lo han contado”, comezó uno de ellos.
“A todos les pedimos que haya memoria por todos aquellos que han dejado lo más preciado que tienen, que es su vida, por defender nuestra patria. Por intentar recuperar lo que es parte del territorio argentino”, continuó, reclamando reconocimiento, sobre todo por parte del Poder y del gobierno.
Después de la ovación, el bajo de Flavio Cianciarulo aka el Sr. Flavio marcó el inicio del Himno Nacional Argentino. Sin distorsión, sin pogo y sin gritos, un momento emocionante que culminó en aplausos y el respeto por parte de la audiencia completa por nuestros veteranos.
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