Ha fallecido trágicamente una leyenda de la música española: Gracias por todo y buen viaje

Trágica noticia. Algunas muertes no pertenecen solo al ámbito privado: son sacudidas colectivas. Cuando alguien que marcó una época se va, algo se tambalea en el inconsciente de una generación. Es lo que ocurre con ciertas figuras cuya sola mención activa un recuerdo compartido, un sonido, una imagen, una forma de entender el mundo. Esta ... Leer más

May 10, 2025 - 18:26
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Ha fallecido trágicamente una leyenda de la música española: Gracias por todo y buen viaje

Trágica noticia.

Algunas muertes no pertenecen solo al ámbito privado: son sacudidas colectivas. Cuando alguien que marcó una época se va, algo se tambalea en el inconsciente de una generación. Es lo que ocurre con ciertas figuras cuya sola mención activa un recuerdo compartido, un sonido, una imagen, una forma de entender el mundo.

Esta vez ha sido uno de esos casos que trascienden lo individual. Su pérdida ha hecho que muchos rebusquen en la memoria con la necesidad de fijar para siempre lo que fue. El eco de su voz, su estilo inconfundible y esa forma de desobedecer lo establecido siguen ahí, más vivos que nunca.

Detrás del personaje estaba Iñaki Fernández, líder inclasificable de la banda Glutamato Ye-Yé. Su fallecimiento, confirmado de madrugada por su compañero «Patacho», ha dejado un hueco en la historia de la música española. Lo suyo no era solo cantar, sino detonar significados, incomodar, provocar.

El agitador que no pedía permiso.

«Noticia triste. Personalidad y carisma irrepetible. Nombre fundamental en la historia de la música 80s de esta ciudad. Su banda, Glutamato Ye-Yé, y él, Iñaki Fernández. Le rendimos homenaje», escribía Julio Ruiz Llorente en redes sociales. A su mensaje se unía Diego A. Manrique con palabras que trazaban un retrato certero: «torrencial en su expresión musical, de gran cultura underground, inclinado hacia la heterodoxia».

Con Iñaki al frente, Glutamato Ye-Yé fue puro vértigo: una sacudida en los márgenes de la Movida. Desde 1979, la banda recorrió cada rincón del circuito alternativo madrileño, de salas míticas como Rockola o El Escalón hasta espacios televisivos que marcaron época como La edad de oro o Caja de ritmos. La televisión pública nunca volvió a ser igual tras su paso.

Sus canciones eran artefactos de humor ácido y estética desconcertante. “Un hombre en mi nevera”, “Soy un socio del Atleti”, “Comamos cereales”… títulos que todavía hoy provocan una sonrisa cómplice. En 1983, con flequillo simétrico y bigote milimétrico, Iñaki respondía sin filtros sobre el espíritu del grupo: “Glutamato Ye-Yé es una creación de Raimon y mía y me suena a ‘semen en polvo’”.

Contra el pop baboso.

Así justificaba también su cruzada contra lo que llamaba “pop baboso”, representado por bandas como Nacha Pop o Los Secretos. Frente a las letras de “chico deja chica”, Iñaki proponía el caos lúcido, el absurdo redentor, la sátira como resistencia. Las llamadas “Hornadas Irritantes” —de las que Glutamato fue punta de lanza— se rebelaban contra la homogeneización de la escena.

Eran tiempos en que un bigote podía ser leído como símbolo político, y él lo sabía. «Mucha gente se cree que mi bigote es facha pero nadie lo demuestra», decía sin pestañear. Chamorro, que lo entrevistaba entonces, apenas podía seguirle el ritmo. Iñaki no era solo provocador: era un lector atento de su tiempo, un intérprete de los signos y sus tensiones.

Cuando hablaba de Berlín o de los cambios en la percepción pública, lo hacía con una ironía que todavía hoy resulta incómodamente lúcida: “Antes me levantaban la mano y me decían camarada. Desde que nosotros empezamos en la música ahora hay mucha más gente con pintas raras en España”. Había orgullo en esa constatación: la rareza se había multiplicado.

Un adiós que no se acaba.

Glutamato Ye-Yé desapareció oficialmente en 1986. Pero el grupo no se disolvió del todo: reaparecieron con fuerza en 2008, impulsados por ese viento de nostalgia que sopla cuando una generación decide mirar atrás sin vergüenza. La muerte de Iñaki corta ese hilo, pero no rompe su tejido.

La última actuación de la banda, registrada como Esto fue todo, parecía cerrar un ciclo. Sin embargo, no hay cierre posible para quienes han contaminado —para bien— una cultura. Iñaki Fernández deja una herencia musical y estética que seguirá latente en quienes entienden la música como forma de resistencia y juego.

«Estaba escrito con sangre, el hábito no hace al fraile. Puede que esta noche la muerte te invite al baile», dejó escrito. Y es probable que así sea: Iñaki, siempre incómodo, siempre necesario, seguirá bailando en algún lugar, en alguna pista donde aún resuena su nombre en eco con el grito que él mismo convirtió en bandera: Glutamato Ye-Yé.