El pequeño insecto que nos hizo descubrir el rojo perfecto
Hubo una vez un color tan valioso que los emperadores lo codiciaban. Los artistas se volvían locos por él. Los piratas saqueaban los barcos buscándolo. ... The post El pequeño insecto que nos hizo descubrir el rojo perfecto appeared first on La piedra de Sísifo.


Cochinillas secas (Fuente).
Hubo una vez un color tan valioso que los emperadores lo codiciaban. Los artistas se volvían locos por él. Los piratas saqueaban los barcos buscándolo. Los poetas, desde Donne hasta Dickinson, lo alababan. Los científicos competían entre sí para investigar sus misterios. Muchos hombres desesperados incluso llegaron a arriesgar sus vidas para obtenerlo. El origen, un pequeño insecto seco capaz de producir el rojo perfecto.
Pero, ¿cómo puede un color ser tan valioso? Son muchas las culturas en las el rojo se impone al resto de colores. Nos atrae su poder, su pasión, su sacrificio, su furia, su vitalidad. No es casualidad: los humanos nos sentimos especialmente atraídos por los tonos escarlata. Los estudios demuestran que estos colores aceleran nuestro pulso y nuestra respiración, tal vez porque lo asociamos con el nacimiento, la sangre, el fuego, el sexo y la muerte.
Ahora bien, durante gran parte de la existencia humana, el color carmesí no fue fácil de conseguir. Solo unas pocas sustancias naturales producen tinte rojo y la mayoría de ellas no ofrecen el resultado final esperado. Tintes para tejidos que se convertían en corales, rojizos o caquis en lugar de verdaderos escarlatas; o que directamente se desvanecían con rapidez en tonos marrones o rosados apagados. Los rojos duraderos eran raros y eso hizo que este evocador pigmento se volviera aún más apreciado.

Extracto de carmín (Fuente).
Sin embargo, hace miles de años, los mesoamericanos descubrieron que al pellizcar un insecto que se encontraba en los cactus de tuna se formaban manchas de color rojo sangre en los dedos y en las telas. Esta pequeña criatura, un insecto parásito conocido como cochinilla, se transformó en un producto muy preciado, criado en las tierras altas del sur de México. Los resultados fueron espectaculares. El ácido carmínico de las cochinillas hembra podía utilizarse para crear un espectro deslumbrante de rojos, desde el rosa suave hasta el escarlata brillante y el burdeos más intenso. Aunque se necesitaban hasta 70.000 insectos secos para hacer medio kilo de tinte, superaban a todas las demás alternativas en potencia y versatilidad.
Así que la cochinilla se extendió por el México antiguo y América Central, donde se utilizaba para lo cotidiano y lo sagrado. Los textiles, las pieles, las plumas, las cestas, las ollas, los medicamentos, la piel, los dientes e incluso las casas llevaban este brillante tinte rojo. Los escribas coloreaban la historia de su pueblo con su tinta carmesí. Cuando los conquistadores españoles desembarcaron en México, quedaron impresionados por los deslumbrantes tonos escarlata del Nuevo Mundo. La exótica fuente del tinte se convirtió en una sensación en Europa, donde se lo consideraba el rojo perfecto. Los españoles trajeron toneladas de insectos secos del Viejo Mundo, convirtiéndose en una de sus exportaciones más valiosas de México, superada solo por la plata.
Los europeos utilizaban en gran medida la cochinilla en los textiles, donde producía tejidos rojos de un brillo e intensidad inigualables. Los vestidos de la corte y las túnicas reales, por supuesto, comenzaron a utilizar este tinte tan característico, al igual que los uniformes de los oficiales británicos. Y, cómo no, acabó llegando a la caja de pinturas de los artistas. Si eras un pintor europeo con un presupuesto ajustado, podías conseguirla a partir de retazos de tela teñida, pero los insectos recién molidos daban mejores resultados. Los artistas solían combinar la cochinilla con un aglutinante, creando un pigmento conocido como laca.

La novia judía de Rembrandt (Fuente).
Es imposible determinar a simple vista qué pintores la utilizaron para elaborar sus pigmentos, pero los recientes avances en el análisis químico han confirmado su presencia en numerosas obras maestras, entre ellas La novia judía de Rembrandt (entre los tonos marrones y dorados apagados, el vestido rojo de la novia atrae la mirada). A otros pintores de la época también les encantaba utilizar lacas de cochinilla para pintar telas de un rojo resplandeciente, como las relucientes sedas escarlatas de Caridad de Anthony van Dyck y posiblemente también del Retrato de Agostino Pallavicini .

Anthony van Dyck, Retrato de Agostino Pallavicini (Fuente).
Por muy llamativas que fueran estas lacas de cochinilla, tenían un gran inconveniente: a diferencia del tinte sobre tela, que suele conservar su color, los pigmentos de cochinilla en la pintura tendían a desteñirse con la exposición a la luz. Esto era especialmente cierto en el caso de las acuarelas. Las puestas de sol enrojecidas por la cochinilla de J. M. W. Turner, por ejemplo, palidecen literalmente en comparación con lo que plasmó originalmente. La cochinilla, además, también era fugitiva en los óleos. Una laca hecha con una cantidad mínima de cochinilla, o con cochinilla de mala calidad, se desvanecía con el paso de los años. Incluso la cochinilla de calidad se acaba apagando con el tiempo. La chaqueta desaliñada del Dr. Ralph Schomberg de Thomas Gainsborough o el fondo de color pastel con manchas de Madame Léon Clapisson de Renoir son versiones pálidas del original.

Dr. Ralph Schomberg de Thomas Gainsborough (Fuente).
Cuando a finales del siglo XIX aparecieron nuevos rojos artificiales, más duraderos y menos costosos que los creados por el insecto natural, los artistas los adoptaron con entusiasmo. A finales del siglo XX, el arte ya había abandonado la cochinilla. Los tintoreros también recurrieron a alternativas más baratas. Incluso en su tierra natal, el insecto casi desapareció. Pero en la actualidad, en un sorprendente giro de los acontecimientos, el mercado de la cochinilla vuelve a estar en auge, gracias a la demanda de colorantes seguros para alimentos y cosméticos. Modernamente algunos artistas y tintoreros también se han sentido la necesidad de regresar a este tinte, atraídos por su intensidad, por su brillo y sus resonancias históricas y culturales.
Fuente: Smarthistory.
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