-No es un tumor -me dijo la doctora. Yo no quería presentarme a esa cita médica y ahora sentía poderosamente que me había enamorado de esa doctora que parecía una actriz de cine. Estaba preparado para decirle a la doctora que hacernos esperar más de una hora era una indelicadeza y una grosería, pero cuando finalmente apareció y me dio la mano, me mordí la lengua, deslumbrado por su belleza. -No tenemos que extirpar esta bola -me dijo, acariciando aquella insólita protuberancia en el centro mismo de mi barriga. Yo no miraba la masa informe que era ese bulto, yo contemplaba a la rubicunda doctora y me perdía en sus ojos dulces, almendrados. Mi esposa me espiaba con aires risueños...
Ver Más