Hoy vamos con una columna escolar. Centro educativo cualquiera de Andalucía, el de tu barrio o pueblo perdido entre olivares y promesas de progreso donde suceden cosas que a una le cuesta creer si no fuera porque la realidad, en estos tiempos, tiene más imaginación que los novelistas. Hecho reciente, real: lunes, hora del recreo, y un chaval —llamémosle Mohamed, por ponerle un nombre que sale barato en las estadísticas y caro en las conversaciones incómodas— llega llorando a la profesora. —Me meten el chorizo en la boca, maestra. —¿Cómo? —Que me hacen bullying con el bocadillo de chorizo. Y ahora, imaginen la escena: el niño entre lágrimas, la maestra mirando al cielo buscando ayuda divina (y a ser posible,...
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