Rosa Montero o cómo latir con furor de fragua
Veloz y trágica es la ciudad de Madrid que proyecta Rosa Montero en su última novela, Animales difíciles, y que nos conduce, de la mano de su protagonista, la detective Bruna Husky, al año 2111, lejos ya de la curvada sobriedad del siglo XXI y sus pueriles visiones de modernidad. Es la quimera transfronteriza una... Leer más La entrada Rosa Montero o cómo latir con furor de fragua aparece primero en Zenda.

Rápido, fugaz y perfecto. Ágil hasta el punto de eliminar la distancia entre la carne y lo desconocido, entre lo humano y los vibrantes espejismos que hacen la voz a través de un holograma. Improbable y, al mismo tiempo, tan singular, tan expuesto a las certezas del progreso, tan cautivo en los sólidos atavismos que, a lo largo de la historia, han enrojecido la muerte y resurrección del ser humano. Así es el proceso de fragilización del mundo: brillante y, a la vez, tenebroso; imperfecto y espléndido en su carrera hacia la nueva luz. Porque, como bien subrayó Filippo Tommaso Marinetti en su “Manifiesto Futurista”: “Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad”.
Y en este escenario, que es novísimo y singular, que es dueño de conceptos imaginados cuyos apriorismos nos son, hoy en día, tan conocidos y aterradores, tan divagantes en su deriva hacia la concreción y el aplauso, Rosa Montero nos entrega una novela que apuntala su necesaria condición de manifiesto, de advertencia frente al inocuo desvalor del “paso siguiente”, del avance ilimitado, del empoderamiento que ya no busca rastrear la totalidad, sino humanizarla.
“Malditos —reflexiona Bruna Husky— fueran todos los humanos, los alienígenas, los reps, los mutantes y hasta las hormigas. Maldito fuera su cerebro de cálculo, autónomo y burlón, que acababa de ofrecerle toda esa información innecesaria sobre cómo el deseo de los otros no avivaba el propio”.
El punto de partida de Animales difíciles —un atentado en las instalaciones de la gran empresa tecnológica Eternal y la consiguiente investigación de Bruna Husky, acompañada del inspector Lizard— no debe engañar al lector sobre los fines de una historia que desborda los parámetros del thriller. Más allá de su afianzada estructura policial y de un manejo de la tensión narrativa que agiliza no solo el desarrollo de la trama, sino la eficaz inserción de conceptos tan indestructibles como necesarios, Rosa Montero firma el epílogo de una saga en la que todo lo superlativo se expone al análisis de la carne y el deseo, a la inconcreta resurrección del tiempo, a la memoria que se convierte en impulso y lágrima cuando el cuerpo es solo un vehículo dirigido a la extinción.
La fresca, irónica y analítica disposición de la autora madrileña por el género policial se acrecienta en Animales difíciles con pasajes cuyo lirismo no hace sino ahondar en esa fiable contradicción que experimenta la protagonista y que, lejos de dejarnos como simples espectadores, terminamos haciendo nuestra. En un mundo de replicadas controversias, de alargadas mundanidades que cuantifican nuestra razón de ser; en un territorio programado para ser invulnerable y perfecto, asumible y a la vez absoluto; en un abismo cuya obsolescencia permite la recreación de otros distintos, de negras soledades, con precipicios y sólidos espejismos, siempre habrá alguien, como Bruna Husky, que hará posible el famoso verso de Vladímir Mayakovski: “el corazón rojo vivo late con furor de fragua”.
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Autora: Rosa Montero. Título: Animales difíciles. Editorial: Seix Barral. Venta: Todos tus libros.
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