Norman Lebrecht: “La IA jamás creará algo como las últimas sonatas o cuartetos de Beethoven”

***** —¿Qué tiene Beethoven que no tengan otros músicos para resultar tan terapéutico? Por ejemplo, que no tenga Gustav Mahler, al que dedicó también un libro centrado en sus sinfonías. —Beethoven es, en muchos sentidos, lo opuesto a Mahler. Mahler fue un compositor que padeció rechazo durante medio siglo y que un día, de repente,... Leer más La entrada Norman Lebrecht: “La IA jamás creará algo como las últimas sonatas o cuartetos de Beethoven” aparece primero en Zenda.

Mar 3, 2025 - 01:46
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Norman Lebrecht: “La IA jamás creará algo como las últimas sonatas o cuartetos de Beethoven”

Puede que a Norman Lebrecht le guste mucho vestir con colores vivos propios del pop art pero no le gusta nada conceder entrevistas si el sonido pop predomina en el hilo musical de la sala. Acude a la cita feliz de haber dado cuenta de una paella vegetariana unas horas antes y dispuesto a contar los hallazgos de su inmersión en la obra beethoveniana. Su carácter risueño solo se diluye cuando habla del antisemitismo que percibe creciente en las grandes capitales de la vieja Europa, incluido su Londres natal. ¿Por qué Beethoven? es un ensayo marcado por el confinamiento de la primavera de 2020, cuando las circunstancias sobrevenidas le ayudaron a entender mejor que nunca a un compositor que vivió aislado, solitario y, con los años, cada vez más desconectado socialmente por su sordera.

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—¿Qué tiene Beethoven que no tengan otros músicos para resultar tan terapéutico? Por ejemplo, que no tenga Gustav Mahler, al que dedicó también un libro centrado en sus sinfonías.

—Beethoven es, en muchos sentidos, lo opuesto a Mahler. Mahler fue un compositor que padeció rechazo durante medio siglo y que un día, de repente, volvió para quedarse. Ahora le tenemos muy en cuenta, pero cuando estaba vivo no interesaba. A Beethoven, en cambio, se le reconoció el genio desde el primer momento cuando con 21 años llega a Viena. En eso son radicalmente opuestos, pero ambos vieron la música como un modo de entender el mundo. Bach no lo hizo: iba a trabajar a las nueve de la mañana, le hacían un encargo, confirmaba que lo tenía para la fecha deseada… Mozart funcionaba buscando al mejor pagador y el lugar y la gente que le iba a resultar más placentera. Entretener no fue nunca una opción ni para Mahler ni para Beethoven. Buscaban comprender qué efecto tiene la música en el ser humano. Perseguían ese factor humano en la música, tanto si lo sabían conscientemente como si no. Si pudiéramos preguntar a Beethoven si era consciente de su efecto sanador, nos diría que no, pero lo tenía, y ese es el milagro de su música. Se propuso no ser nunca un empleado como Bach ni depender de los ricos como Mozart.

—En el libro hay espacio para los traumas: el suyo con la sinfonía Pastoral y los de Beethoven en un hogar familiar complicado.

"Beethoven estaba incómodo con todo lo que tuviera que ver con la infidelidad, exceso de sexualidad"

—Cuando indago en qué no hizo Beethoven lo primero que hago es preguntarme para qué instrumento no compuso y la respuesta es la viola, que era precisamente su instrumento, aquel que su padre le había enseñado a tocar. Empezó en una orquesta de adolescente y en ella tocaba la viola, pero nunca, ni una sola vez, compuso para viola. ¿Qué es lo que nos dice? ¿Que odia la viola? Puede. ¿Que odia a su padre? Sin lugar a duda. Si no puedes utilizar las destrezas psicoanalíticas, nunca entenderás quién fue Beethoven. Hay que ver todo esto a través de la perspectiva de alguien que se cría en un hogar brutal, con un padre alcohólico, con una madre que sufre los abusos paternos… Es parte de la formación de la persona que es y será, alguien indomable, que hace básicamente lo que le apetece y a su manera, que diría Sinatra. Hay otras cosas que no hizo nunca: jamás se acostó con nadie. Era alguien famoso desde joven y seguramente tendría alguna pretendiente, pero hizo lo que pudo por dificultar que la pasión se consumara. Se enamoraba de mujeres, y eso parecía formar parte de su proceso creativo, pero siempre de aquellas que eran inalcanzables, de las que sabía bien que nunca se permitirían estar con él. O eran demasiado ricas o estaban casadas o se iban a casar en breve. ¿Había un elemento puritano? Sí, sin duda. Beethoven estaba incómodo con todo lo que tuviera que ver con la infidelidad, exceso de sexualidad, con esos detalles. Quizá también era una manera de reaccionar frente al modo en que su padre trató a su madre. ¿Qué tipo de personalidad creativa se niega a una de las pulsiones más potentes de la naturaleza de cualquier ser humano? El 99,9% de todos los trabajos que abordan la vida privada de Beethoven indican que nunca se acostó con nadie excepto ese 0,1 que habla de una noche en que un amigo le llevó a un burdel y, aun así, algo nos dice que no hizo nada. No cabe escribir de él sin intentar entender sus propias inhibiciones, sus pasiones, sus creencias. Porque tampoco iba a la iglesia. En Viena, en ese momento, ir a la Iglesia era más una obligación que una opción. Se iba no solo a rezar, se iba a conocer gente que te podía encargar el próximo trabajo. Beethoven no iba. No era una cuestión de falta de fe, es que su conexión con Dios era otra. Dicho esto, no podemos decir que fuera un marginado social, aunque no cuidara en exceso su aspecto. Realmente fue alguien que vivió una vida ideal en el sentido de que no estaba dispuesto a aceptar mandatos ajenos.

—Y luego está su propio drama, con su “madrastra refugiada de Hitler con trastornos emocionales”, casada con su padre por seguridad económica y… amante de la sinfonía nº 6 Pastoral.

—Efectivamente, tengo un problema con la Pastoral. Escribí ese capítulo unas sesenta veces, así de difícil me resultó. Tenía que ver de qué manera incluir mi propio trauma con esa sinfonía, porque tenía dudas de si era lo correcto y al mismo tiempo sabía que no cabía escribir sobre esa música ignorando lo que íntimamente representa para mí. Dada la experiencia horrible que tuve con esta composición, podía suponer una catarsis. Cuando empecé a estudiarla llegué finalmente a una conclusión que me sorprendió: creo que Beethoven no sabía cómo acabarla. Todo el último movimiento es un desastre. Es algo único entre sus sinfonías. Beethoven no sabe hacia dónde va porque él mismo también tiene un problema con esa obra. Si fuera posible, le diría que el problema que él tenía lo tenía yo también.

—Una cuarta parte de la música de Beethoven es para piano. Es imposible leer el libro sin apuntarse, por el entusiasmo que despliega, un montón de referencias grabadas: Richter, Brendel, Gilels, Ashkenazi… Si solo pudiera llevarse las versiones de un pianista a la recurrente isla desierta, ¿de quién sería?

"Los medios masivos se han apartado de la música culta y esto hace que los críticos tengan menos voz"

—Imposible. Quizá Gilels sería lo más cercano a eso, pero no le dio tiempo a grabar todo el ciclo de obras para piano. Incluso con las notas incorrectas, desprende mucha sabiduría, gracia e ingenio. ¡Hay tantos! Cada uno puede aportar algo que no te dan los demás. Sigo escuchando a muchos y me sigo sorprendiendo. Después de la Hammerklavier (la sonata para piano número 29), Beethoven decidió que ya no habría más sonatas para teclado, que con esa quería terminar. Un editor musical le animó, dinero mediante, a componer una, dos, tres más. De este modo tenemos las sonatas 30, 31 y 32. Si escuchas la última, percibes que se va, que nos abandona en ese segundo y último movimiento, la Arietta, que es algo que está más allá de este mundo. Es como si te dijera: “Esto es lo que hay, tú verás si lo aceptas, porque yo ya no me comunico con nadie”. Es casi como un acto de meditación. Escucharlo es meditar con Beethoven y meditar sobre Beethoven.

—Afirma que no todas las obras las de Beethoven son inmortales. Nos dice, por ejemplo, que no es un gran compositor de canciones. Pareciera que en este momento cualquiera, a través de las redes, puede deslizar un juicio parecido pero sin base alguna. ¿Hay que reivindicar, ahora más que nunca, la opinión autorizada? ¿Cuál es hoy el papel de la crítica?

—La crítica atraviesa una situación de crisis muy notable. Los medios masivos se han apartado de la música culta y esto hace que los críticos tengan menos voz. Contar con ese punto de autoridad para que el público se fíe de tu opinión es complicado. Lo único que podemos hacer es dar una opinión sincera y respaldarla con tantas pruebas y contexto como sea posible. Y expresarla de tal modo que el público no tenga nunca la sensación de que le están echando un sermón, sino que escuchas la música con ellos y te incluyes en el patio de butacas. Es difícil en un mundo como el actual, donde los datos no valen nada, en el que las mentiras han salido victoriosas en las últimas elecciones en Estados Unidos. Un país que ha optado por aquello que no es verdad en detrimento de la información contrastada. Y esto nos lleva de nuevo a Beethoven. Hay que escucharle porque siempre habla de la verdad.

—Hablar de Beethoven es hablar de su obra sinfónica, y hablar de sus nueve sinfonías es hacerlo de Herbert von Karajan. En el libro nos recuerda que el director de orquesta austriaco nunca encontró el momento de retractarse por su pasado nazi. ¿Acabará Karajan cancelado algún día por este asunto? ¿Tiene sentido valorar una obra, en este caso la de Karajan, en función de su conducta o su ideología?

"Wilhelm Furtwängler se encargaba de dirigir los conciertos de Beethoven delante del propio Adolf Hitler con una enorme foto del Führer y con todos levantando la mano"

—No. En el caso de Karajan lo sabemos todo. Sabemos que ha sido uno de los directores más talentosos, capaz de sacar de una orquesta lo que exactamente quería. Tenía un don. Y era también miembro del partido nazi hasta el punto de que aprendió de él técnicas de manipulación que hizo propias. Demos un paso más atrás, vamos a otra generación, a otro director, Wilhelm Furtwängler, que se encargaba de dirigir los conciertos de Beethoven delante del propio Adolf Hitler con una enorme foto del Führer y con todos levantando la mano. Furtwängler es uno de los directores fundamentales en la interpretación de las obras de Beethoven. ¿Cómo no vamos a escuchar su interpretación de la Novena, una pieza que predica la hermandad de los seres humanos dirigida por alguien que compartía ideas con quienes estaban destruyendo todo lo que era humano en ese momento? La anti-humanidad definitiva. Pues no nos queda más remedio que separar una cosa de la otra, porque lo que nos dicen los oídos es que su versión es controlada, su visión es un trabajo de verdadera excelencia. Es lo opuesto a la falta de humanidad. Es una contradicción imposible de resolver.

—Otra posible cancelación: la del propio Beethoven. Algunos podcasters se han referido al compositor como símbolo de exclusión y elitismo que merece ostracismo.

—Idioteces. No hay más que ver cuándo estrenó la novena sinfonía. Miré la fecha y fue un viernes. Es el día en que no estaban los ricos y los poderosos en la ciudad. Se habían largado de fin de semana, se habían ido a sus casas de campo. Y lo hace porque la presenta por primera vez pensando en que sea para el pueblo. Los ricos le dan igual. Además, perdió mucho dinero con esa actitud.

—En su libro anterior, Genio y ansiedad: Cómo los judíos cambiaron el mundo, no faltan músicos como Arnold Schönberg, Leonard Bernstein o George Gershwin, pero da la sensación de que están en minoría respecto a científicos, literatos o pensadores judíos.

—Obviamente hay músicos intérpretes, como Emil Gilels, por ejemplo. A nivel de compositores necesitas una organización social. Uno puede tocar el piano por su cuenta pero en la primera mitad del siglo pasado era complicado trabajar con una orquesta si vives en un gueto. Y antes de eso, hasta que llegó Medelssohn, no teníamos compositores judíos para poder plantear un concepto musical a todo el público, y por eso no se mencionan tantos.

—En Genio y ansiedad contó que había empezado su escritura pensando que el antisemitismo era cosa del pasado y que lo acabó cinco años después (2020) opinando lo contrario, que percibía un odio que no paraba de crecer. ¿Cómo percibe la situación ahora?

"Los odios más antiguos siguen vivos. Son tiempos oscuros"

—Peor de lo que me habría imaginado entonces. Estamos viendo eslóganes nazis en las calles de las grandes capitales. En Estados Unidos, en mi propio país, Reino Unido. Es terrible. Gran parte de ello tiene que ver con el conflicto de Oriente Medio, pero no todo. No quiero inventarme teorías conspiranoicas, pero lo cierto es que hay una proporción considerable de antisemitismo que ya estaba ahí, escondido, adormecido, latente, esperando el momento justo para salir a la luz. Los odios más antiguos siguen vivos. Son tiempos oscuros. Un publicista me dijo hace poco que este libro, que habla de la contribución judía a la civilización, no habría podido publicarse hoy porque ninguna editorial habría querido comprarlo. Uno puede culpar al Gobierno de Israel, pero si no hubiera sido éste el detonante habría sido otra cosa. Solo necesitas un elemento que sirva de catalizador para que algo que ya estaba ahí se dispare. En este caso el catalizador es el Gobierno israelí.

—Sobre inteligencia artificial (IA), los expertos ya dicen que alimentando a las máquinas con toda la música de los Beatles podrán rematar una canción inacabada de la banda e incluso componer una nueva a la manera de los cuatro de Liverpool. ¿Lo ve con buenos ojos? De ser así, ¿qué pieza clásica que solo quedara esbozada le gustaría ver por fin terminada?

—Hubo un intento de terminar la décima sinfonía de Beethoven. La llaman así pero no eran más que unos bocetos que no completó. Y era una tarea ridícula porque la IA lo único que puede hacer es crear una imitación del estilo de Beethoven a partir de obras de la época, pero carecen de un propósito claro. Lo escuchas y te preguntas hacia dónde va esto. No tiene nada que contarnos. La IA no puede entregarnos una gran pieza musical. Puede crear obras de mayor o menor calidad que despierten opiniones favorables, pero no puede darnos una pieza como los últimos cuartetos de cuerda de Beethoven o la Arietta de su última sonata, algo con una originalidad tan auténtica como la Sinfonía Heroica o la Quinta. No puede dotar a una pieza del alma humana que tiene el Concierto para Piano nº 4 en sol mayor. Y si un día lo consigue, pues no nos quedará más que subirnos a un cohete de Elon Musk y largarnos de aquí.

—Precisamente de la Heroica nos dice en su libro que Beethoven consiguió no solo retratar el presente, sino advertir de lo malo que traería el futuro. No hay IA capaz de eso.

—Exacto, porque todo el arte realmente importante no solo se centra en el pasado y el presente, sino que proyecta el futuro. Cuando pasa algo terrible, por ejemplo el 11-S, o el año pasado las inundaciones de Valencia, ¿consultamos ChatGPT o escuchamos a Beethoven y vamos al Prado a ver a Goya? Intentamos contemplar aquello que ya conocemos y que sabemos que tiene que ver con la tradición humana. Lo hacemos para poder avanzar en momentos terribles de oscuridad. Beethoven está ahí todos los días para nosotros, para ayudarnos en nuestras crisis.

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