Todo se me cae. Todo se me mancha. Todo se me rompe. Todo se me olvida. Estoy por cumplir sesenta años y me siento acabado, como si tuviera ochenta. Es verdad que cuando era un niño ya se me caían las cosas y mi padre se enfurecía y me miraba con rabia y me decía manos de mantequilla. Pero ahora se me caen más cosas, más frecuentemente, más ruidosamente. Se me caen los cubiertos, los platos, los vasos. No consigo sostener nada con una mínima firmeza. Mis manos tiemblan como si supieran que el objeto que cargan de un modo vacilante caerá pronto al piso y será un estrépito. Caen los platos y los vasos y se rompen. Caen los...
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