'Los cuernos de don Friolera', el esperpento del honor
Sí, hace tiempo que no veíamos resplandecer tanto a Valle-Inclán como en este montaje que nos ofrece Ainhoa Amestoy de 'Los cuernos de don Friolera '. Hace tiempo que un esperpento de Valle no era llevado a las tablas con este equilibrio, con esta profundidad y con este sentido dramático. El resultado es sencillamente magnífico, una fiesta de principio a fin: el tratamiento o la versión del texto, la propia puesta en escena, las soberbias interpretaciones. Ainhoa Amestoy es consciente de que Valle nos desafía siempre, nos echa un pulso, nos somete a manejar unos códigos absolutamente originales y que es fácil caer derrotado. Ella ha comprendido muy bien que en todo ese universo el humor, lo satírico o lo grotesco son algo más que recursos, son una visión del mundo. Una visión crítica y moral pero, sobre todo, teatral. Y ha comprendido que 'Los cuernos de don Friolera' es una obra de teatro que contiene muchas obras, muchos tonos, muchos planos y en todos ellos muestra una audacia, una consonancia orquestal absolutamente brillante y cautivadora. Ainhoa Amestoy no se deja llevar por los cantos de sirena de lo fácil, sino que pone ante nuestros ojos, de forma contundente, toda esta trama de celos, de honor, este escándalo pueblerino de infamias y de paranoias con el fin de retratar esos ángulos oscuros del alma humana. Pero lo hace sabiendo que tiene entre las manos teatro, un teatro de máxima exigencia. De ahí que no traicione nunca a Valle, que lo muestre en toda su grandeza, en toda su agudeza, respetando la óptica desde la que fue escrita hace ahora un siglo y levantando un puente, muy equilibrado, hacia la comprensión y la sensibilidad del público de hoy, incluida la repercusión sociológica de muchos de estos asuntos. En este sentido, la escenografía diseñada por Tomás Muño z, esa estructura metálica desde la que ver, espiar, murmurar y levantar infundios y que se va metamorfoseando en muchos espacios simbólicos, es toda una delicia. A la vez los retratos que logra poner en pie son tan certeros como impagables, todos ellos movidos por una fuerza ciega que, de tan extraordinariamente melodramática, los convierte en muñecos, en títeres, como le ocurre a ese pobre teniente Astete, apodado don Friolera, un hombre común que se ve arrastrado a ser un militar deformado por su sentido del honor y finalmente un asesino. Ainhoa Amestoy hace que todo este coro de almas sean un coro de fantoches, pero sin que sea algo sobrevenido, sino algo que nace de su propio decurso. Y aprovechando un elenco en verdadero estado de gracia, lleva las distintas obras que hay aquí a unos límites bufonescos hasta el romance final. 'Los cuernos de don Friolera' en manos de Ainhoa Amestoy es, sin duda, una obra poderosa, deslumbrante, con una enorme fuerza teatral, de la que sin duda Valle- Inclán se hubiera sentido algo más que cómplice.
Sí, hace tiempo que no veíamos resplandecer tanto a Valle-Inclán como en este montaje que nos ofrece Ainhoa Amestoy de 'Los cuernos de don Friolera '. Hace tiempo que un esperpento de Valle no era llevado a las tablas con este equilibrio, con esta profundidad y con este sentido dramático. El resultado es sencillamente magnífico, una fiesta de principio a fin: el tratamiento o la versión del texto, la propia puesta en escena, las soberbias interpretaciones. Ainhoa Amestoy es consciente de que Valle nos desafía siempre, nos echa un pulso, nos somete a manejar unos códigos absolutamente originales y que es fácil caer derrotado. Ella ha comprendido muy bien que en todo ese universo el humor, lo satírico o lo grotesco son algo más que recursos, son una visión del mundo. Una visión crítica y moral pero, sobre todo, teatral. Y ha comprendido que 'Los cuernos de don Friolera' es una obra de teatro que contiene muchas obras, muchos tonos, muchos planos y en todos ellos muestra una audacia, una consonancia orquestal absolutamente brillante y cautivadora. Ainhoa Amestoy no se deja llevar por los cantos de sirena de lo fácil, sino que pone ante nuestros ojos, de forma contundente, toda esta trama de celos, de honor, este escándalo pueblerino de infamias y de paranoias con el fin de retratar esos ángulos oscuros del alma humana. Pero lo hace sabiendo que tiene entre las manos teatro, un teatro de máxima exigencia. De ahí que no traicione nunca a Valle, que lo muestre en toda su grandeza, en toda su agudeza, respetando la óptica desde la que fue escrita hace ahora un siglo y levantando un puente, muy equilibrado, hacia la comprensión y la sensibilidad del público de hoy, incluida la repercusión sociológica de muchos de estos asuntos. En este sentido, la escenografía diseñada por Tomás Muño z, esa estructura metálica desde la que ver, espiar, murmurar y levantar infundios y que se va metamorfoseando en muchos espacios simbólicos, es toda una delicia. A la vez los retratos que logra poner en pie son tan certeros como impagables, todos ellos movidos por una fuerza ciega que, de tan extraordinariamente melodramática, los convierte en muñecos, en títeres, como le ocurre a ese pobre teniente Astete, apodado don Friolera, un hombre común que se ve arrastrado a ser un militar deformado por su sentido del honor y finalmente un asesino. Ainhoa Amestoy hace que todo este coro de almas sean un coro de fantoches, pero sin que sea algo sobrevenido, sino algo que nace de su propio decurso. Y aprovechando un elenco en verdadero estado de gracia, lleva las distintas obras que hay aquí a unos límites bufonescos hasta el romance final. 'Los cuernos de don Friolera' en manos de Ainhoa Amestoy es, sin duda, una obra poderosa, deslumbrante, con una enorme fuerza teatral, de la que sin duda Valle- Inclán se hubiera sentido algo más que cómplice.
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