DEMOCRACIA. UNA HISTORIA – Paul Cartledge

“Cuando alquilo un barco o compro un pasaje en uno, dejo que el capitán, el experto, lo gobierne, pero soy yo el que decide adónde quiero ir, no el capitán”. Moses I. Finley Hace cosa de seis años nos preguntábamos por estos lares si alguna editorial se animaría a traducir y publicar el por entonces […]

Feb 10, 2025 - 17:30
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DEMOCRACIA. UNA HISTORIA – Paul Cartledge

Cuando alquilo un barco o compro un pasaje en uno, dejo que el capitán, el experto, lo gobierne, pero soy yo el que decide adónde quiero ir, no el capitán”.
Moses I. Finley

Hace cosa de seis años nos preguntábamos por estos lares si alguna editorial se animaría a traducir y publicar el por entonces último libro (ya no lo es, que yo sepa) del helenista británico Paul Cartledge Democracy. A life. Corría el año 2018 y el libro había sido escrito en 2016. Ahora estamos de enhorabuena, porque por fin podemos encontrar la obra traducida al castellano por Francesc Pedrosa y publicada bajo el sello de la editorial Gredos.

Podría decirse que Cartledge, quien a estas alturas está a punto de cumplir 78 años, ha tenido una suerte dispar en nuestro país. Se han vertido al castellano algunas de sus obras más destacadas, pero otras han permanecido intonsas en inglés. En esta página se reseñó en su momento el estupendo libro Termópilas. La batalla que cambió el mundo (Ariel, 2006), obra que se subió al barco del tirón publicitario que por aquel entonces tenía la película 300 de Zack Snyder. En ese trabajo Cartledge aplicaba un enfoque sin duda fuera de contexto al equiparar el enfrentamiento entre griegos y persas con el conflicto que por aquellos años (década de los 2000) existía entre el terrorismo islámico (Oriente) y la civilización occidental. También en Hislibris se reseñó Los espartanos (Ariel, 2009), donde el británico hacía un recorrido por la historia de Esparta (que no por el kosmós espartano; para esto es obligado recomendar los excelentes libros de César Fornis). También contamos en castellano con su aportación al filón alejandrino: en Alejandro Magno. La búsqueda de un pasado desconocido (Ariel, 2008) nos relataba la vida y hazañas del conquistador macedonio, combinando la amenidad con la fidelidad a las fuentes. Y en la obra genérica Los griegos. Encrucijada de la civilización (Crítica, 2004) Cartledge trataba de componer un retrato de la civilización griega a través de 15 semblanzas de personajes conocidos de la antigüedad griega. En el otro lado, el lado de sus obras no traducidas, el historiador británico tiene textos escritos sobre temas tan sugerentes como las leyes en la antigua Atenas, los ilotas, la historia de la ciudad de Tebas, Aristófanes, y sobre todo Esparta, tema en el que Cartledge es un gran especialista.

Es probable que el motivo para que esos cuatro libros mencionados, y no otros, hayan sido traducidos al castellano, sea el del potencial público al que están destinados. Termópilas, Esparta, Alejandro y la Grecia antigua en general, son temas que a priori pueden llamar con facilidad la atención de un público amplio, y más si el enfoque es divulgativo y ameno. Por eso hay que aplaudir la iniciativa de Gredos de traducir este nuevo trabajo de Cartledge, un trabajo que en principio carece de ese enfoque (a menudo más artificioso que real), pero que se lee con la misma agilidad y fluidez que sus otros libros y cuyo tema no puede ser más interesante: ni más ni menos que la historia de la democracia, el peor de los sistemas de gobierno con excepción de todos los demás, según la sentencia de Churchill repetida hasta la saciedad.

Conviene hacer hincapié en lo que parece ser la directriz que marca el camino de Democracia. Una historia. Cartledge insiste en que, por un lado, la democracia antigua, sea griega, romana, y en cualquier caso premoderna, es una democracia directa, es decir: el kratos del demos lo ejerce este último sin ningún intermediario. ¿Y qué significan estas palabras? Kratos quiere decir poder, control, y demos puede referirse, y he aquí la polémica, al pueblo en general entendido como un todo, o bien al conjunto de los ciudadanos pobres (y otra cuestión sería cómo determinar esa condición de pobreza). Por otro lado, la democracia moderna no es en absoluto directa sino representativa: los ciudadanos, el pueblo, el demos, ejerce un kratos simbólico ya que se halla representado por un gobierno en cuyos miembros el demos ha depositado su confianza.

Establecida esta diferenciación, el contenido del libro se despliega en un recorrido histórico de la democracia griega, por un lado, y las democracias modernas posteriores, por otro. Sobre los griegos, Cartledge dedica varias páginas al nacimiento de la polis, palabra cuya traducción habitual de ciudad-estado quizá no recoja todos los matices que debiera. Es especialmente meritorio (y de hecho es con toda seguridad uno de los propósitos de la obra) que Cartledge no iguale el concepto de “democracia griega” con el de “democracia ateniense”. En efecto, y aunque por razones obvias el grueso de las páginas se dedica a la evolución del fenómeno democrático en la ciudad de Atenas, el autor reitera que en otras ciudades de la geografía helena (que quizá no fueran muchas, si tenemos en cuenta que existían alrededor de un millar en la Grecia antigua, según el monumental trabajo —1400 páginas— de Mogens H. Hansen An inventory of archaic and classical poleis) también había, en la forma que fuese y con las particularidades propias de cada lugar, algo que podía llamarse democracia: Argos, Elis, Mantinea, Naxos, Tebas, Mitilene… En cualquier caso, y volviendo a Atenas, Cartledge se explaya hablando de las reformas de Solón (¿fue aquí donde comenzó la democracia, en el 600 a.C., como defienden algunos?), de Clístenes (¿o fue en el 500 a.C., con las reformas clisténicas?), de Efialtes, Pericles, su desarrollo en el siglo IV a.C. (Cartledge es de los que piensan que la edad dorada de la democracia ateniense no se produjo con Pericles sino en el siglo siguiente), y su desaparición con la entrada en escena de Alejandro Magno.

El viaje en el tiempo se vuelve vertiginoso y Cartledge recorre con rapidez la Edad Media, el Renacimiento y se planta en el siglo XVII, Inglaterra, Francia, Estados Unidos, y el establecimiento de las modernas democracias representativas. Las diferencias con la democracia directa griega son ya enormes, el autor así lo da a entender, y en sus capítulos finales el texto se vuelve reflexivo. No es cuestión de repetir las ideas que ya se comentaron en la excelente reseña del libro en su idioma original, a cuya lectura remito al lector, pero sí merece la pena citar, a modo de reflexión final, un pasaje que relata Cartledge en su epílogo. En 1989, con motivo de la celebración del bicentenario de la Revolución Francesa, el helenista danés fallecido en 2024 Mogens H. Hansen, antes citado, se preguntaba en su obra Was Athens a Democracy? exactamente eso: si Atenas fue una democracia. Por decir algo, en Atenas, como en el resto de Grecia, había esclavitud, solo participaban del gobierno los varones adultos que poseían la ciudadanía, las mujeres estaban relegadas a las casas y ejercían un papel secundario… Pese a todos estos lastres innegables, Hansen, el más prolífico experto en la antigua democracia griega, respondía que Atenas era una democracia. Démosle vueltas al asunto.

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Paul Cartledge, Democracia. Una historia. Traducción de Francesc Pedrosa. Madrid, editorial Gredos, 2024, 480 págs.