Una mosca en el cristal

Al pedir mi primer whisky, ya sentado en la barra, me sorprendió ver una mosca en el cristal del hotel. Una mosca en el cristal en pleno invierno tratando de buscar calor, una mosca tan desubicada como lo estaba yo. —El promedio de vida de una mosca es un mes —me explica el barman, observando... Leer más La entrada Una mosca en el cristal aparece primero en Zenda.

Mar 5, 2025 - 01:09
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Una mosca en el cristal

Al llegar al bar del hotel enseguida recordé aquella frase de Jonathan Franzen que decía que en la vida hay dos tipos de personas: las que saben sentarse solas en un bar y las que no. Yo siempre fui de las segundas —qué difícil saber estar solo estando acompañado—, así que me esforcé en aparentar eso que llaman naturalidad. El bar se hallaba medio vacío, ya que era la noche en que medio Madrid se desmadraba por las fiestas de empresa de Navidad.

Al pedir mi primer whisky, ya sentado en la barra, me sorprendió ver una mosca en el cristal del hotel. Una mosca en el cristal en pleno invierno tratando de buscar calor, una mosca tan desubicada como lo estaba yo.

—El promedio de vida de una mosca es un mes —me explica el barman, observando el letargo del insecto—. Algunas viven 24 horas. Otras 6 o 7 días. Pero el promedio es ese, 28 días. Apenas un mes. Un visto y no visto. Como un aleteo.

—Como algunas relaciones —digo yo—. Que ni te planteas el punto final, y de repente, zas, se acaban. Ni un mes. Como un aleteo, sí.

—Ni un mes —se queda pensativo—. Caemos como moscas, ja, ja.

La mosca en invierno buscando calor. Yo bebiendo whisky buscando calor.

—Hace poco —me cuenta— me enamoré de una cantante. ¿Y sabes qué pasó? Que no conseguía quitarme sus canciones de mi cabeza, ja, ja.

Y aquí sigo, con la mosca tras la oreja, ja, ja. Desapareció sin dar explicaciones. Zas. Como un aleteo. Y me quedé con ganas de saber, con todavía muchas preguntas que hacerle a la cantante.

—Lo malo no es ya que no te respondan, sino que sigas preguntando —reflexiono—. Ponme otro Lagavulin, va.

—Cuando nos enamoramos no sólo lo hacemos de la persona. Nos enamoramos porque necesitamos enamorarnos. De la circunstancia, del tiempo y, también, de la idea del amor. De soñar una vida que no es la nuestra. A veces no se trata tanto de un lugar a donde llegar, sino de uno de donde huir.

Miro otra vez el cristal y la mosca ya no está. Un aleteo y zas. Las moscas no resisten el frío, me pregunto si yo lo resistiré.

Saboreando esa copa de whisky te dices que pese al fugaz aleteo de los insectos y de las canciones que no se nos van de la cabeza ha llegado el momento, tal vez, de saber estar solo en la barra de un bar. 

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