Tramas negras del fútbol
El delantero estrella en horas bajas del equipo es secuestrado por un ex mercenario que acaba de salir de prisión obsesionado con localizar a la mujer que ama. En vez de denunciar el hecho a la policía, la presidenta del club intenta solventar la situación con métodos poco ortodoxos que desencadenan una serie de situaciones... Leer más La entrada Tramas negras del fútbol aparece primero en Zenda.

¿Un libro sobre fútbol que enganche a quien pasa por completo del fútbol, como es mi caso? De momento solo puedo citar un par de títulos de contenido muy diverso, casualmente obra de dos valencianos llamados Carlos: Nunca seremos más felices (Tusquets, 2021), un delicioso paseo por el lado amable de la vida, de Carlos Marzal, y el recién llegado a las librerías Cuando fallan las fuerzas (Olé Libros, 2025), de Carlos Aimeur. Ambos relatos tienen el fútbol como telón de fondo pero objetivos muy distintos. Si Marzal exalta la alegría de la existencia con reflexiones filosóficas y toques de autoficción, Aimeur compone un thriller vertiginoso que denuncia una de las perversiones de la globalización y las tramas negras del fútbol. Ficción futbolística peligrosamente parecida a la realidad, pues trata de un club centenario merecedor de gloria y trofeos, degradado en capricho de un magnate de un país muy lejano que lo exhibe como una joya o un coche caro. Aimeur se infiltra en la trastienda de su estructura para desnudar la corrupción, la codicia y las dinámicas de un poder que prioriza la imagen y los beneficios por encima del bienestar de los jugadores y el espíritu deportivo de la afición.
El delantero estrella en horas bajas del equipo es secuestrado por un ex mercenario que acaba de salir de prisión obsesionado con localizar a la mujer que ama. En vez de denunciar el hecho a la policía, la presidenta del club intenta solventar la situación con métodos poco ortodoxos que desencadenan una serie de situaciones violentas que afectan en mayor o menor medida a los implicados. Sobre todo a Ismael, un joven abogado que acompaña a su ex mujer en una difícil operación y conserva todavía una visión idealista del deporte rey. «Sí, vale, es solo fútbol», reflexiona tras un partido fallido. «Pero realmente no es fútbol (…). Hay algo más que deporte. ¿Acaso piensan que decenas de miles de personas se reúnen cada semana por una mera competencia deportiva, por un concurso de habilidades?».
El jugador secuestrado, Iago, es un veinteañero atolondrado que coquetea con el sexo y las drogas y ha dejado embarazada a su novia, pero su inconsciencia no le impide comprender cuál es su papel en el tablero: «ni deportistas, ni futbolistas: productos». Él mismo se ve como «un objeto de lucro, una imagen puesta a la venta al mejor postor, una fantasía de lo que debería ser un deportista». Tanto Ismael como Iago sienten en algún momento que la fuerza les abandona; la fuerza moral… la fuerza física.
En torno a ellos orbitan representantes de la miseria y mezquindad del fútbol contemporáneo. Un entrenador, viejo y cansado, harto del deporte que le ha dado todo; una ejecutiva oriental que desdeña lo español, empecinada en salvar el entramado financiero de su admirado e inaccesible jefe; Soria, un poderoso empresario que mueve los hilos en la oscuridad…
En su tercera novela Aimeur alcanza un estadio de madurez en el que cristalizan sus dotes de narrador, que ya apuntaban en las anteriores, que muestran su gusto por los títulos largos y enjundiosos: Bonaventura: Sangre, cólera, melancolía y flema (Premio Internacional Blasco Ibáñez, 2007), un thriller ambientado en la Guerra de Sucesión, y Destroy: El corazón del hombre es un abismo (2015), retrato de la última fase de la Ruta del Bakalao.
También contribuye a cimentar la historia el hecho de ser un trabajo de largo recorrido, pues la idea matriz surgió en su mente hace ya 25 años durante un entrenamiento de Luis Aragonés con el Valencia CF en el que comprendió que el fútbol trasciende lo deportivo y para algunas personas es casi una experiencia mística de comunión de ideales. La historia ha esperado pacientemente en el ordenador, mientras Aimeur tenía un hijo —que juega al waterpolo, no al fútbol—, saltaba del periodismo a la enseñanza y ahondaba en la obra y los guiones inéditos de Blasco Ibáñez en un proyecto por el que obtuvo una beca. Ese largo desarrollo le ha permitido pulir la trama y definir los perfiles de los personajes, fauna heterogénea, que encajan perfectamente en las vicisitudes del relato. También proyectar sobre ellos sus vivencias y pensamientos sin delatarse.
Sus trabajos audiovisuales han contribuido a forjar su estilo vivaz y dinámico, al igual que los audiolibros, un par de títulos para Storytel: Siniestro y No olvides mi nombre. Escribir pensando en el sonido de las palabras, de los diálogos, le ha hecho devoto del uso del presente, una querencia innata en él, que los audiolibros ha agudizado. «Cuando termino un texto, una novela, un relato, lo convierto en audio mediante un programa informático. Los combino con música y me edito mis propios audiolibros y los escucho como forma de revisión. Me preocupa la sonoridad, el ritmo de las frases, y necesito poder oír el libro».
La enseñanza no le ofrece más tiempo que el periodismo para la creación literaria, pero reconoce que al marcar unas rutinas horarias puede organizarse mejor. «Un escritor necesita un poco de orden», afirma. «Escribir tiene algo de ordenar al mundo. Hasta el escritor más caótico tiene su propio sistema de trabajo. En una profesión como la periodística, con tantos cambios inesperados, con una agenda tan difusa y agitada, tan al albur de las circunstancias, eso es más complicado».
El Valencia CF se fundó nueve años antes de la muerte de Blasco Ibáñez, pero el cosmopolita escritor no intuyó la dimensión que iban a alcanzar los deportes de equipo en el siglo XX; al menos no hay constancia de ello. Aimeur señala que, en cierta medida, se ha acercado al mundo del fútbol como Blasco se acercó al mundo de los toros en Sangre y arena. «Él era muy crítico con los aficionados taurinos de su tiempo, con su crueldad y gusto por la muerte, y con la fiesta nacional, que consideraba algo aburridísimo. Creo que le sorprendería gratamente ver cómo hoy en día las masas se congregan no para reclamar sangre, sino honor, dignidad y competencia. Un buen aficionado al fútbol jamás quiere que su equipo gane de penalti injusto en el último minuto; eso es una mezquindad impresentable. Un buen aficionado de un club, que presume de él, se ofenderá si le dices que le fue fácil ganar tal o cual título cuando tal árbitro les ayudó. Hay un afán casi pueril en querer que las victorias, sobre todo las grandes, sean limpias, dignas… ¡La gente se tatúa la fecha de una final de la Champions League! En cierta medida, el fútbol es la última religión», sentencia Carlos Aimeur.
Al acabar este artículo me llega un libro que tal vez podría incluir en la lista que mencionaba antes, el tercero, porque habla de fútbol combinado con un tema de interés general. Me refiero a Historia del mundo en 12 partidos de fútbol (Círculo de tiza, 2025), de Stefano Bizzotto, que enmarca un siglo desde la tregua de Navidad de 1914 entre ingleses y alemanes y los atentados terroristas de París, en 2015. Que nadie corra a comprarlo. Es solo una intuición que confirmaré cuando lo lea.
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