A la espalda del hotel Herederos, a la seis menos cuarto de la mañana, cantó un gallo. Media hora después, por la carretera, comenzaron a circular los coches de los hombres del campo en esta tierra de toros que es Olivenza . Los parabrisas no daban abasto, las ruedas eran un salpicadero de agua. La que apenas cesó durante la noche. La que caía con fuerza pasadas las siete. La que dio una mínima tregua sobre las nueve. La que, cuarenta minutos después, era agua bendita para la tierra y maldecida por la afición. ¿Qué va a pasar con Morante? ¿Reaparecerá esta tarde? El móvil de quienes aún no saben sin coger el volante o no es un no parar...
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