Los tifosi queman una pila de periódicos

Era la tercera edición del Giro de Lombardía, organizado por La Gazzetta dello Sport, de Milán. Cuando los jueces eliminaron a Gerbi, los forofos piamonteses montaron un escándalo: publicaron cartas furibundas, pegaron carteles con amenazas a los jueces, organizaron manifestaciones en Turín y en Asti —la ciudad de Gerbi—, asaltaron a los repartidores de prensa... Leer más La entrada Los tifosi queman una pila de periódicos aparece primero en Zenda.

May 4, 2025 - 23:49
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Los tifosi queman una pila de periódicos

A finales de 1907, los periodistas de La Gazzetta dello Sport se asustaron cuando una lluvia de pedruscos destrozó los cristales de la redacción. Se asomaron con cuidado y vieron a docenas de tifosi que gritaban, insultaban, formaban una montaña con los ejemplares rosas del diario, les echaban gasolina y les prendían fuego. Eran los seguidores de Giovanni Gerbi, un piamontés que pocos días antes había ganado el Giro de Lombardía con 38 minutos de ventaja sobre el francés Garrigou… y que fue descalificado por sus peculiares estrategias: sobornó a un guarda del tren para que bajara la barrera justo después de su paso y bloqueara así al pelotón que lo perseguía; situó a tres colegas en varios puntos del recorrido para que lo llevaran a rueda el mayor tiempo posible; organizó a sus amigos para que sembraran clavos cuando se le acercaban los perseguidores y provocó así un festival de pinchazos.

Era la tercera edición del Giro de Lombardía, organizado por La Gazzetta dello Sport, de Milán. Cuando los jueces eliminaron a Gerbi, los forofos piamonteses montaron un escándalo: publicaron cartas furibundas, pegaron carteles con amenazas a los jueces, organizaron manifestaciones en Turín y en Asti —la ciudad de Gerbi—, asaltaron a los repartidores de prensa y lanzaron fardos de la Gazzetta al río Po. Cuando la Unión Velocipedista Italiana suspendió la licencia de Gerbi para dos años, sus seguidores apedrearon la redacción central del periódico y quemaron una pila de ejemplares.

En ese momento, iluminados por los diarios en llamas, fascinados por la repercusión de una carrera ciclista, los dirigentes de La Gazzetta dello Sport pensaron que sería muy buena idea organizar un Giro de Italia.

"El Tour de Francia fue un exitazo: los ciclistas pedaleaban día y noche en etapas de 400 kilómetros, los periodistas escribían narraciones tremendas y fabricaban héroes homéricos"

Tenían muy presente la experiencia de sus colegas franceses. Henri Desgrange, director del diario L’Auto, organizaba carreras cada vez más salvajes (Burdeos-París, París-Roubaix, París-Brest-París), porque los lectores corrían a los quioscos a comprar los relatos de semejantes aventuras. Las tiradas se disparaban y los anunciantes de bicicletas, ese invento reciente, insertaban publicidad. El redactor Géo Lefèvre propuso a Desgrange seis carreras consecutivas —al estilo de las pruebas de Seis Días que se celebraban en los velódromos—, seis etapas para dar la vuelta completa al país. El Tour de Francia fue un exitazo: los ciclistas pedaleaban día y noche en etapas de 400 kilómetros, los periodistas escribían narraciones tremendas y fabricaban héroes homéricos, como “el terrible Aucoutorier”, “el poeta Müller”, “el deshollinador Garin” o “el escalador Fischer” —escalador en un Tour sin montañas: es que un día acabó tan agotado y aturdido, que escaló a un árbol y se quedó dos horas durmiendo en las ramas—. L’Auto pasó de vender 20.000 ejemplares a 50.000, y a los diez años alcanzó los 320.000.

"Las vueltas por etapas fueron un invento de buenos periodistas. Siguen teniendo éxito porque obedecen a una fórmula narrativa excelente"

Las vueltas por etapas fueron un invento de buenos periodistas. Siguen teniendo éxito porque obedecen a una fórmula narrativa excelente: una historia por entregas, con héroes y villanos, con una lucha principal que dura tres semanas y mil pequeñas luchas diarias en las que se moldean alianzas, ataques, treguas, con días de calma y días de revolución, con hazañas y con trampas.

El periodista Lefévre, un chaval de 26 años con gafas redondas y pajarita, inventó una gran historia y pedaleó para narrarla. En el primer Tour de Francia, en 1903, Lefévre rodaba en el pelotón durante algunos kilómetros, subía al tren para adelantarse, se unía de nuevo a los corredores y recogía sus testimonios en marcha. Un siglo y pico después, la historia sigue rodando. El próximo viernes empieza el Giro de Italia y yo me he entrenado con la bici como para emular a Lefévre: solo necesitaría un editor audaz y unos carabineros permisivos.

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