Libros de texto, novelas de aventuras y videojuegos
A Francisco Javier Díez de Revenga La circunstancia que me trae a este artículo es la de que últimamente frecuento muchos libros de texto de aquella época, algunos que utilicé yo mismo y otros que he comprado para mi disfrute personal o para que me ayudaran a la hora de preparar clases, exámenes y escritos.... Leer más La entrada Libros de texto, novelas de aventuras y videojuegos aparece primero en Zenda.

A Francisco Javier Díez de Revenga
Fui siempre bastante buen estudiante, sobre todo en COU y en la carrera, más aún en el segundo ciclo de ésta y en el doctorado. Quizá esto fue parejo a mi interés por lo que estudiaba, y a menudo pienso que al colegio, aunque tengo muchísimos buenos recuerdos de él, fui porque me mandaban mis padres —porque era pequeño— mientras que a la Universidad fui porque yo quería, porque había elegido estudiar aquello, Filología Hispánica en concreto, preciosa carrera de letras, la más completa de letras como dice mi compañero el profesor Daniel M. Sáez Rivera.
Incluso lo que entonces no me interesaba tanto, como las Matemáticas, ahora me gusta. Creo que si algo se entiende te acaba gustando, o interesando, y eso me ocurre con las Matemáticas, sin ser un experto naturalmente.
Debo decir que gozo —ésa es la palabra, aunque puede sonar excesiva— con los textos y las fotografías de estos libros, las ilustraciones en general. Y creo que aprendo ahora de ellos más, mucho más, que entonces, cuando estudiaba en estos mismo libros o en otros parecidos. Sólo lamento no tener más tiempo para ellos, porque creo que necesitaría al menos otra vida para hacerles el caso que precisan, para rendirles el homenaje que merecen. Pero hago lo que puedo, y dentro de lo que puedo disfruto mucho.
Tengo muchos libros de texto, porque he guardado bastantes y he comprado otros —de viejo—. Acudo con frecuencia a ellos, por mero placer, o para documentarme para algún artículo, aunque también los he utilizado para preparar una oposición, o algún curso que tenía que dar. No dejo de preguntarme nunca por las personas que los elaboraron y siempre siento admiración hacia ellas. En general están muy bien hechos, por autores que conocen perfectamente la materia y saben transmitirla.
Empecé atraído por los libros de mi asignatura, digamos, que es Lengua y Literatura, pero estoy conquistado por los libros de Historia, de Historia del Arte, de Filosofía, hasta de Matemáticas, como ya dije, lo cual no deja de ser una sorpresa para mí. Buscando en casa libros de Matemáticas debo reconocer que sólo encontré uno, un magnífico Diccionario básico de Matemáticas, de Mariano Díaz Velázquez (Anaya), que me está refrescando la memoria, llena de telarañas a este respecto, sobre este tema tan necesario en la vida. Nunca fui muy amante de las Matemáticas, pero ahora sí que las disfruto; tal vez hay que ir conociéndolas progresivamente, atentamente, para amarlas, y ser consciente de lo útiles que son para valorarlas.
Pienso que yo tuve mucha suerte en el tema del estudio. Gracias a mis padres, a mis tíos, a la gente más cercana, creo que ya fui al colegio de muy niño con buena predisposición para el estudio, para el conocimiento, para la educación. Sin ser un estudiante brillante (lo fui más, como dije, después), yo ya amaba leer, los libros, la música… Tuve esa gran suerte. Como una vez le oí a una profesora mía de Matemáticas, del San Pablo CEU, muy buena profesora, Eugenia: “Cómo se notan las casas en las que hay libros.” En mi casa los había, aunque mi padre, que compraba muy buenos libros, no tenía a menudo muchas ganas de leerlos porque ya leía mucho en la oficina, como nos decía. Pero gracias a esos libros que compraba descubrí a Borges, a Neruda, a Vargas Llosa y a muchos otros.
Efectivamente, el estar rodeado de libros condiciona mucho. Porque recuerdo que por las tardes, durante el EGB, aparte de salir a jugar con mis amigos, por la urbanización, jugaba mucho al ordenador, solo o con ellos. A menudo en su compañía, lo que impidió que me hiciera un solitario. Pero hubo un momento en que se me estropeó el ordenador, un Spectrum 48 K, y mis padres decidieron (sabiamente) no arreglármelo. ¿Por qué? Porque ellos consideraban que estaba muy enganchado. Y tenían razón.
Fue entonces cuando me vi rodeado de libros en casa y me puse a leer un libro al día, o uno cada dos días, o cada tres. Muchos libros. Ahora eso me parece demasiado, pero gracias a ellos leí muchas novelas de Verne, de Dumas, de Stevenson, de Rafael Sabatini, Anthony Hope… libros del estilo de los que está publicando ahora Zenda-Edhasa, tan maravillosos. En fin, un placer que aún vive en mi memoria, y que recupero cada vez que vuelvo a estos libros. Y una cultura que hoy pienso que me viene muy bien, sobre todo, al escribir novelas.
Hoy en día también me acuerdo, cada vez más —es curioso—, de todos esos videojuegos que disfruté todos esos años, que fueron muchos, mi infancia, se puede decir. Porque yo empecé a leer en grandes dosis a partir de los catorce años, y a los 16 o 17 ya quería ser escritor. Precisamente uno de los recuerdos más claros de mi vocación es cuando abro el libro de texto de literatura de COU, en 1993, veo las fotos de los escritores españoles e hispanoamericanos del siglo XX, y quiero ser uno de ellos. Esto dicho así puede parecer fatuo o vanidoso, pero lo sentía así entonces. Lo sentía como una gran apetencia, una necesidad. Considero que la palabra “vocación” es la que mejor expresa lo que sentía entonces y lo que siento ahora.
Lo que sí me pregunto ahora, y cada vez me lo pregunto más, es qué hubiera pasado si hubiera seguido jugando al ordenador todas las tardes. Sinceramente, siempre he creído que a mí sólo me gustaba jugar, que no tenía inquietudes más profundas respecto al ordenador y la informática. ¿Pero quién sabe? ¿Habría sido programador? ¿Me habría dedicado a los ordenadores? Yo creo que no. Y a mí ya me gustaban mucho los libros de antes, y me gustaba mucho leer. Sólo le metí una mayor intensidad a una actividad que ya llevaba dentro.
El resultado a día de hoy, después de tanto leído y escrito, es que soy feliz con todo ello pero sin embargo todavía hay parcelas de mi vida que debo llenar, “asignaturas pendientes” como las llaman. Sí que las tengo, aunque no son culpa de los libros en mi opinión. Y eso significa también que estoy vivo. Como todos. Creo que esto no debe más que animarme a seguir adelante, leyendo, escribiendo, trabajando, viviendo en el sentido más amplio. La felicidad no se logra nunca del todo, siempre está en marcha, siempre se está escribiendo, formando, como un libro que nunca se deja de construir, difícil a veces, placentero otras, acaso siempre, aunque cueste, el libro de la vida. Ese libro del que todos somos lectores y escritores, a lo largo del tiempo, y que escribimos, en el fondo, entre todos.
La entrada Libros de texto, novelas de aventuras y videojuegos aparece primero en Zenda.