El misterio de Ryanair
Que una aerolínea crezca un 14 por ciento es noticia. Pero si crece a ese ritmo todos los meses, entonces los medios dejamos de considerarlo una noticia porque se repite mucho (Ryanair amplía distancias con Lufthansa, IAG y Air France-KLM). Que esa aerolínea sea la líder y siga creciendo como nunca antes es increíble. Crecer […]

Que una aerolínea crezca un 14 por ciento es noticia. Pero si crece a ese ritmo todos los meses, entonces los medios dejamos de considerarlo una noticia porque se repite mucho (Ryanair amplía distancias con Lufthansa, IAG y Air France-KLM).
Que esa aerolínea sea la líder y siga creciendo como nunca antes es increíble. Crecer de un pasajero a dos es un cien por ciento, pero hacerlo a partir de once millones es mucho más complicado. Hacerlo como si nada es muy difícil de entender.
Que esa compañía sea la última en todos los rankings de calidad y de preferencia y que despierte las más duras críticas de una parte del público –que yo diría mayoritaria—convierte todo esto es un misterio.
Porque los consumidores tenemos normas que, más allá de lo que digamos, se cumplen siempre: dejamos de comprar lo que no nos conviene y compramos lo que nos conviene. Esto es infalible. Nadie compra en contra de lo que necesita; nadie compra por devoción, sino que todos lo hacemos por conveniencia.
Si Ryanair, la low cost más controvertida de Europa, no fuera competitiva, no habría pasado en febrero de los 11,1 millones de viajeros del año pasado a los 12,6 de este. Un aumento del catorce por ciento que supone en cálculo anual llegar a los 199 millones de viajeros.
No está mal para ser la más denostada, la más ridiculizada, la más criticada, la peor valorada, la más cuestionada. Definitivamente, alguien aquí nos está mintiendo porque nadie compra a quien odia, a quien desprecia, a quien considera un ladrón.