Abrir la cocina al salón, por muy de moda que esté, puede ser una trampa
La integración entre cocina y salón ha pasado de ser una rareza moderna a convertirse casi en dogma de fe decorativa. Sus partidarios defienden que abre el espacio, mejora la convivencia y añade metros visuales. Pero no todo lo que brilla es acero inoxidable: abrir la cocina puede convertirse en un error funcional si no se estudia y analiza bien. De hecho, no basta con tirar un tabique. Lo que muchos ignoran es que esa pared elimina también espacio de almacenaje, puntos de apoyo y capacidad de orden. De pronto, los armarios flotantes ya no caben, la encimera parece más corta y el salón se convierte en espectador del caos culinario. Además del impacto práctico, hay que pensar en lo emocional. La cocina es un espacio de trabajo, y el salón, un refugio de calma. Unirlos sin una transición clara puede alterar la dinámica del hogar. No es lo mismo descansar entre cojines que hacerlo mientras se ven los platos por fregar. En Directo al Paladar Cómo organizar el minúsculo balcón de tu cocina para que sea realmente útil en la casa Abrir estos espacios puede acarrear más inconvenientes que beneficios. No todos los salones tienen las proporciones adecuadas, ni todas las cocinas pueden funcionar bien abiertas. La improvisación, en estos casos, rara vez sale barata. Solución intermedia Una solución intermedia es el cerramiento con cristal: mantiene la conexión visual pero permite controlar olores, ruidos y desorden. También se gana flexibilidad. En viviendas pequeñas, cada metro cuenta, y dividir sin aislar puede ser una ventaja notable. Otra clave es mantener el triángulo de trabajo eficiente en la cocina: la relación entre frigorífico, fregadero y fogones no debe sacrificarse por estética. Si al abrir se pierde ergonomía, se pierde funcionalidad, que es lo que sostiene cualquier espacio doméstico en el día a día. Por último, no se trata de estar en contra de los espacios abiertos. Se trata de preguntarse si realmente se adaptan al estilo de vida de quienes habitan la casa. La decisión debe surgir del análisis de cada caso (por ejemplo, de plantearse honestamente si se limpian los platos con suficiente frecuencia como para lucirlos), no del algoritmo de tendencias. Por ello, aunque abrir la cocina puede ser una gran mejora, también puede convertirse en una trampa decorativa si se hace sin planificación. A veces, lo que se gana en metros se pierde en comodidad, privacidad o sentido práctico. Foto | Curtis Adams En DAP | Privacidad sin obras en tu terraza: ocho soluciones asequibles para proteger tu terraza o balcón de los curiosos En DAP | Así es la cocina que Jorge Cadaval, de Los Morancos, tiene en Sevilla: un espacio inmaculado, con toques llenos de personalidad - La noticia Abrir la cocina al salón, por muy de moda que esté, puede ser una trampa fue publicada originalmente en Directo al Paladar por Joana Costa .

La integración entre cocina y salón ha pasado de ser una rareza moderna a convertirse casi en dogma de fe decorativa. Sus partidarios defienden que abre el espacio, mejora la convivencia y añade metros visuales. Pero no todo lo que brilla es acero inoxidable: abrir la cocina puede convertirse en un error funcional si no se estudia y analiza bien.
De hecho, no basta con tirar un tabique. Lo que muchos ignoran es que esa pared elimina también espacio de almacenaje, puntos de apoyo y capacidad de orden. De pronto, los armarios flotantes ya no caben, la encimera parece más corta y el salón se convierte en espectador del caos culinario.
Además del impacto práctico, hay que pensar en lo emocional. La cocina es un espacio de trabajo, y el salón, un refugio de calma. Unirlos sin una transición clara puede alterar la dinámica del hogar. No es lo mismo descansar entre cojines que hacerlo mientras se ven los platos por fregar.
Abrir estos espacios puede acarrear más inconvenientes que beneficios. No todos los salones tienen las proporciones adecuadas, ni todas las cocinas pueden funcionar bien abiertas. La improvisación, en estos casos, rara vez sale barata.

Solución intermedia
Una solución intermedia es el cerramiento con cristal: mantiene la conexión visual pero permite controlar olores, ruidos y desorden. También se gana flexibilidad. En viviendas pequeñas, cada metro cuenta, y dividir sin aislar puede ser una ventaja notable.
Otra clave es mantener el triángulo de trabajo eficiente en la cocina: la relación entre frigorífico, fregadero y fogones no debe sacrificarse por estética. Si al abrir se pierde ergonomía, se pierde funcionalidad, que es lo que sostiene cualquier espacio doméstico en el día a día.
Por último, no se trata de estar en contra de los espacios abiertos. Se trata de preguntarse si realmente se adaptan al estilo de vida de quienes habitan la casa. La decisión debe surgir del análisis de cada caso (por ejemplo, de plantearse honestamente si se limpian los platos con suficiente frecuencia como para lucirlos), no del algoritmo de tendencias.
Por ello, aunque abrir la cocina puede ser una gran mejora, también puede convertirse en una trampa decorativa si se hace sin planificación. A veces, lo que se gana en metros se pierde en comodidad, privacidad o sentido práctico.
Foto | Curtis Adams
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Abrir la cocina al salón, por muy de moda que esté, puede ser una trampa
fue publicada originalmente en
Directo al Paladar
por
Joana Costa
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