Reír es cosa muy seria

Cualquiera que haya hablado diez minutos con la soprano Marta Mathéu en los últimos tres lustros estaba avisado: ella, que ha pisado grandes escenarios al lado de maestros como Jordi Savall, Gustavo Dudamel y Victor Pablo Pérez, se moría de ganas de hacer un espectáculo de revista . Ahora, con la complicidad del Palau de la Música Catalana y la compañía perfecta del pianista Andreu Gallén (conocido por la dirección de musicales de éxito como Chicago), ha encontrado el momento de subir a las tablas con un desparpajo nada habitual cuando se trata de intepretar Bach o Bellini. Desparpajo, que no frivolidad. Con estos compañeros de viaje, a los que se suma el director de escena Joan Maria Segura, Mathéu ha bastido un espectáculo que hace reir, llorar, y también pensar sobre la relación entre la música popular y la culta. Para ello, propone un recorrido que parte de las Tonadillas de Granados y las Canciones populares de Falla para terminar a ritmo de tango con Piazzola y Gardel, habiendo pasado antes por la revista y el musical, de la mano de Albert Guinovart y éxitos como 'Fresquibilis sur mer' o 'La vaselina'. Lo que podría haber sido perfectamente un batiburrillo sin ton ni son acaba conformando un concierto perfecto, con una factura impecable y que atrapa al público desde el primer instante. En la primera parte, Mathéu interpreta con su habitual maestría obras del repertorio clásico de canción española, con Granados y Falla al frente. Lo hace con rigor, pero poniendo el acento en las raíces populares de estas obras, en el que las majas alardean de los atributos de sus amados y los amantes despechados se quejan del desdén de sus amadas. De esta forma, abre el camino a la canción desenfadada y picante que proliferó en ambientes que poco tenían que ver con los salones de la burguesía, aunque entre la concurrencia no faltaran nunca, qué cosas tiene la vida, burgueses embelesados por los encantos de alguna que otra vedette. Acarar estos dos estilos con la frescura que logra Mathéu permite ver cuánto de popular hay, en efecto, en los pentagramas de Granados y Falla. Pero también al revés. La canción 'Flor de nit', de Albert Guinovart , puesta ahí, sonó casi a maja de Granados. Guinovart, precisamente, se hizo famoso en Cataluña gracias a sus musicales, si bien su formación clásica le ha permitido también abordar otros géneros con enorme maestría y su carrera de pianista lo llevó a acompañar por todo el planeta a Victoria de los Ángeles durante cinco años, los últimos de la carrera de ella. Una vez más: ¿dónde está la frontera, si es que la hay? Tras estrenar una canción del propio Andreu Gallén, el concierto se fue al terreno del bolero y el tango con Piazzola y Gardel . Inolvidable versión de ese Volver y de Chiquilín de Bachín. La complicidad entre la soprano y el pianista fue evidente en todo momento, y es que desde el primer instante quedó claro que estábamos asistiendo a un verdadero concierto de música de cámara: dos enormes músicos haciendo música , sin importar la etiqueta que se otorgue a cada obra. Los nervios de la première se dejaron entrever al inicio del recital, si bien conforme avanzaba el espectáculo fueron diluyéndose, en parte gracias a la participación del público y al movimiento escénico pensado por Segura, que explota la vis cómica de cantante y pianista.

Mar 7, 2025 - 21:32
 0
Reír es cosa muy seria
Cualquiera que haya hablado diez minutos con la soprano Marta Mathéu en los últimos tres lustros estaba avisado: ella, que ha pisado grandes escenarios al lado de maestros como Jordi Savall, Gustavo Dudamel y Victor Pablo Pérez, se moría de ganas de hacer un espectáculo de revista . Ahora, con la complicidad del Palau de la Música Catalana y la compañía perfecta del pianista Andreu Gallén (conocido por la dirección de musicales de éxito como Chicago), ha encontrado el momento de subir a las tablas con un desparpajo nada habitual cuando se trata de intepretar Bach o Bellini. Desparpajo, que no frivolidad. Con estos compañeros de viaje, a los que se suma el director de escena Joan Maria Segura, Mathéu ha bastido un espectáculo que hace reir, llorar, y también pensar sobre la relación entre la música popular y la culta. Para ello, propone un recorrido que parte de las Tonadillas de Granados y las Canciones populares de Falla para terminar a ritmo de tango con Piazzola y Gardel, habiendo pasado antes por la revista y el musical, de la mano de Albert Guinovart y éxitos como 'Fresquibilis sur mer' o 'La vaselina'. Lo que podría haber sido perfectamente un batiburrillo sin ton ni son acaba conformando un concierto perfecto, con una factura impecable y que atrapa al público desde el primer instante. En la primera parte, Mathéu interpreta con su habitual maestría obras del repertorio clásico de canción española, con Granados y Falla al frente. Lo hace con rigor, pero poniendo el acento en las raíces populares de estas obras, en el que las majas alardean de los atributos de sus amados y los amantes despechados se quejan del desdén de sus amadas. De esta forma, abre el camino a la canción desenfadada y picante que proliferó en ambientes que poco tenían que ver con los salones de la burguesía, aunque entre la concurrencia no faltaran nunca, qué cosas tiene la vida, burgueses embelesados por los encantos de alguna que otra vedette. Acarar estos dos estilos con la frescura que logra Mathéu permite ver cuánto de popular hay, en efecto, en los pentagramas de Granados y Falla. Pero también al revés. La canción 'Flor de nit', de Albert Guinovart , puesta ahí, sonó casi a maja de Granados. Guinovart, precisamente, se hizo famoso en Cataluña gracias a sus musicales, si bien su formación clásica le ha permitido también abordar otros géneros con enorme maestría y su carrera de pianista lo llevó a acompañar por todo el planeta a Victoria de los Ángeles durante cinco años, los últimos de la carrera de ella. Una vez más: ¿dónde está la frontera, si es que la hay? Tras estrenar una canción del propio Andreu Gallén, el concierto se fue al terreno del bolero y el tango con Piazzola y Gardel . Inolvidable versión de ese Volver y de Chiquilín de Bachín. La complicidad entre la soprano y el pianista fue evidente en todo momento, y es que desde el primer instante quedó claro que estábamos asistiendo a un verdadero concierto de música de cámara: dos enormes músicos haciendo música , sin importar la etiqueta que se otorgue a cada obra. Los nervios de la première se dejaron entrever al inicio del recital, si bien conforme avanzaba el espectáculo fueron diluyéndose, en parte gracias a la participación del público y al movimiento escénico pensado por Segura, que explota la vis cómica de cantante y pianista.