Los reyes de la ciudad

He decidido que yo, en memoria y homenaje a aquella primera comida de los dos amigos, escribiré este artículo.

Hemos quedado muchas veces, y casi siempre por esta zona. Más que amigos parecemos cómplices, pero toda nuestra complicidad desemboca en la literatura y el periodismo, la buena tertulia y el debate sosegado sobre la actualidad y el mundo. En la promoción de la buena literatura, también en los periódicos. Hablamos de todo, de política, de religión, hasta de fútbol, su trasfondo, pero yo procuro siempre meter algún tema literario, que es lo mío.

Hoy les he llevado a los dos amigos mis dos últimos libros, el de cuentos A quien se atreva a leerme, y el de poemas El paraíso está en la tierra. Raúl me ha dado una gran alegría porque ha leído el primer poema de este libro, “Amor”, y le ha gustado mucho.

Yo le llevo también un ejemplar de Una derecha sin héroes, artículos suyos de los años 90, si no me equivoco, muchos de El Independiente y de El Mundo, editados por Espasa Calpe. Es de 1998. Me hace ilusión que me lo dedique. Tengo casi todos sus libros firmados. Este lo compré en ocasión de un homenaje que le dio la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, hace unos años, homenaje en el que participé invitado por el profesor Manuel Fernández Sande.

Encuentro a Raúl estupendo, trabajando como el primer día, a sus 88 años, un ejemplo para todos. Está muy interesado por la salud del papa, y le pregunta a Rafael, que sabe mucho, entre otras muchas cosas, de la Iglesia y de asuntos religiosos. Raúl está siempre en la calle, fiel a su máxima de que “periodista es el que sale a la calle y cuenta lo que pasa”. Yo, algunas veces, cuando camino por Madrid y oigo el ruido de los coches, de la vida, me acuerdo de él: El ruido de la calle se llama su columna.

En la calle y en los clásicos está su fuerza. También en sus amigos, que tanto lo queremos y le agradecemos.

He titulado este artículo “Los reyes de la ciudad” por motivos literarios. Así se llama una de las novelas de Raúl, y creo recordar que en alguno de sus más de cien libros Umbral hablaba de que para él los periodistas de su ciudad, entonces Valladolid, eran “los reyes de la ciudad”.

Siempre me han fascinado los escritores y periodistas. Para mí también son “los reyes de la ciudad”. Yo sé que mandamos muy poco, o nada, aunque alguna influencia sí que tenemos. No me dediqué a escribir por eso, en absoluto, sino por la felicidad que la escritura me deparaba, leer y escribir. La literatura en general. Otros estímulos vinieron después, pero ni fueron los primeros ni son los esenciales.

Raúl se sigue comportando como un reportero, que es su ideal. Gracias a comer con él, con Rafael Ramonet y con otros amigos, he podido observar y aprender cómo trabaja un columnista, en directo. Yo sé que Raúl queda con nosotros porque somos sus amigos, pero también aprovecha para preguntar, para investigar, indagar, para tomar el pulso a la ciudad, que somos todos, y luego transcribir su ruido en su columna, una forma de arte.

O quizá lo haga al revés, quizá quede con nosotros, sobre todo en este caso con Ramonet, en realidad para documentarse para su trabajo. Pero esto resulta un poco indiferente. La literatura y el periodismo nos unieron, y es muy lógico que nosotros, asimismo, les sirvamos un tanto a ellos, a la literatura y al periodismo, como este texto, modestamente.

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