La belleza de los días

Imagen de portada: David Hockney: A Bigger Splash (1967). Porque, creedme, he visto cosas que no creeríais: cómo se le erizaba la piel del cuello cuando le abrazaba por detrás, cómo palpitaba su vena cuando nos besamos en aquel faro, cómo logré nadar piscinas enteras entre bloques siameses para declararme con los ojos completamente rojos... Leer más La entrada La belleza de los días aparece primero en Zenda.

Feb 18, 2025 - 00:21
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La belleza de los días

Imagen de portada: David Hockney: A Bigger Splash (1967).

La belleza de los días: ver con tu hija la película que os enamoró a su madre y a ti; deleitarte en el arrojo de los chicos que se tiran de cabeza desde las mismas rocas dónde nunca lograste tirarte de cabeza; observar en la playa a esa pareja —esa pareja que sois vosotros cuando erais vosotros— untarse de crema con la determinación de quien ejecuta algo importante; asumir que nos gusta desayunar siempre lo mismo mientras nos cansamos enseguida de repetir el resto de las cosas; admitir que solo quieres ver series cortas y tener relaciones sanas; leer en Yoga de Carrère cómo William Hurt  le contó que sus esfuerzos para ser mejor actor pasaban primero por ser buena persona; recordar que, como decía Tristán de Iseo, te enamoraste de aquellos ojos no por lo bellos que eran sino por cómo miraban.

Porque, creedme, he visto cosas que no creeríais: cómo se le erizaba la piel del cuello cuando le abrazaba por detrás, cómo palpitaba su vena cuando nos besamos en aquel faro, cómo logré nadar piscinas enteras entre bloques siameses para declararme con los ojos completamente rojos por el cloro. Todos esos momentos, creedme, son momentos que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia.

"Hay quienes están dispuestos a morir por alguien, pero también hay quienes están dispuestos a vivir por alguien"

Me manda un meme que no entiendo y me recrimina que nos falta comunicación: me escudo en las partículas elementales de los campos magnéticos de las personas. Cuando la llamaba desde las cabinas porque no teníamos teléfono y se engullían las monedas en el preciso instante que le quería contar lo importante; cuando escribíamos cartas donde confesábamos lo que no nos atrevíamos a decir; cuando nos llamábamos nada más llegar a casa después de haber pasado la tarde juntos —cuelga tú, no tú—; cuando, ay, aterrizó en nuestras vidas la vida móvil —los móviles inmovilizan, decía Emilio Lledó— con su retahíla de lilkes, emoijs y memes; o cuando, al fin, entendí la célebre frase de Dorothy Parker :“Al ver que no sonaba el teléfono, supe de inmediato que eras tú”.

Hay quienes están dispuestos a morir por alguien, pero también hay quienes están dispuestos a vivir por alguien. Hay quienes, cantaba Aute, reivindican el espejismo de ser uno mismo, la belleza y espuma de los días.

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Los textos de “Tal vez la niebla” son variaciones de los publicados por David Trías en su cuenta de IG

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