A seis metáforas por minuto

A la autora se le da bien conversar, tiene vocación de contadora de historias tenebrosas. Es fácil imaginársela sentada en un sillón damascado en la Villa Diodati junto a Byron, Polidori, Percy y Mary Shelley en el año sin verano. Pero pinchemos el globo de la ensoñación: ahora no está en Cologny, sino en Disneyland... Leer más La entrada A seis metáforas por minuto aparece primero en Zenda.

Mar 5, 2025 - 06:25
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A seis metáforas por minuto

«Pronunciamos una media de seis metáforas por minuto», escribe Mar García Puig en su ensayo Esta cosa de tinieblas, editado por Debate. Los poetas, algunas más. El sentido figurado ha logrado traspasar las fronteras de la expresión lingüística, instalándose en lo cotidiano. La hipérbole es su estandarte. Cada vez cuesta más hacerse entender. El discurso languidece, por eso surgen las metáforas, que son el alma de los significados desgastados. Y entre tanto término real e imaginario va deambulando el mismo espectro de siempre, contoneando su figura literaria y nebulosa como puede —o le permiten— desde la antigüedad hasta el infinito y más allá.

A la autora se le da bien conversar, tiene vocación de contadora de historias tenebrosas. Es fácil imaginársela sentada en un sillón damascado en la Villa Diodati junto a Byron, Polidori, Percy y Mary Shelley en el año sin verano. Pero pinchemos el globo de la ensoñación: ahora no está en Cologny, sino en Disneyland Paris. Phantom Manor es su laboratorio de metáforas. El amor y el desamor, el miedo, la maternidad, el feminismo, la imaginación, lo esotérico y la literatura son sus fundamentos. Su Frankenstein, sin embargo, es una mujer de carne y hueso a la que unas veces le sobran extremidades y otras se las amputan. Esta historia trata sobre el exceso de prótesis y sambenitos, de anatomía animal y hechicera, de mutaciones represivas y viscerales que han deformado la imagen de la mujer matriz. Desde Aristóteles, Homero, Ovidio y Shakespeare, pasando por Nietzsche, las analogías con el mundo femenino han dado monstruos universales de rompe y rasga. Las metamorfosis, sin pretenderlo, han dotado de poderes a la mujer. Empoderada ha estado siempre, sí, pero en los anaqueles de las bibliotecas, donde —en principio— no podía morder. Puertas a dentro no todo fue coser y cantar.

"Seguramente Lakoff y Johnson estarían satisfechos de servir de hilo conductor en el intento de la autora por salir de este truculento laberinto de memoria infestada de culpa y pecados"

Según un informe de Naciones Unidas de 2023, el hogar es el lugar más peligroso para las mujeres. Quizás por eso las grandes relatoras del gótico femenino se congreguen en las mansiones encantadas en una suerte de hermandad fantasmagórica, empleando el mismo método de intimidación que les fue aplicado a ellas: el miedo. Porque el dolor es una fuente inagotable de metáforas. Se voltean los rostros como girasoles abofeteados para pensar en otra cosa y construir el único refugio inabordable: la imaginación. Y de imaginación anda bien dotada la autora desde la niñez, tal y como manifiesta en su breve y profundo ensayo —que es ahora su reino de fantasía o parque temático— donde nos invita a dar un paseo en su boom buggy personal. Asistiremos al funeral pirandelliano de su padre, navegaremos por el estrecho de Mesina entre Escila y Caribdis, atravesaremos espectros atrapados en el tiempo y vagaremos por callejones dickensianos hasta alcanzar su propia infancia de programas parapsicológicos televisivos y pareidolias. Y llegaremos incluso a Buenos Aires vivenciando su mismo temor de atropello mortal. Durante el trayecto se escuchará un rumor de lamentos y psicofonías, son las notas de voz de las almas silenciadas que recorren los pasillos cronológicos como el moho deslizándose por las paredes humedecidas. No hay pócimas ni disolventes que eliminen el cerco de la herida histórica, y ni falta que le hace. «Renegamos legítimamente de aquello que nos ha dañado», escribe García Puig, para reivindicar, seguidamente, que se mantenga la marca intacta como lugar de consuelo y reflexión.

"Merece la pena adentrarse en Esta cosa de tinieblas en busca de una claridad y perspectiva extralingüística y dejarse guiar por la sencillez y profundidad con que se abordan las paradojas que surgen en los entornos inmediatos"

Seguramente Lakoff y Johnson estarían satisfechos de servir de hilo conductor en el intento de la autora por salir de este truculento laberinto de memoria infestada de culpa y pecados para llegar al regazo de la primera madre y renacer o escapar de esta cosa de tinieblas. «La discusión es una guerra», declararon los pensadores en su revolucionario ensayo lingüístico-filosófico Metáforas de la vida cotidiana. Y el amor también. Vivir en estado de alerta perpetua es innato a todo ser vivo. Sin embargo, solo el ser humano es capaz de construir metáforas para crear espacios seguros o destruir sus amenazas. Mar García Puig está en perpetuo estado de construcción del suyo propio, no al estilo de aislamiento voluntario de Edith Wharton, sino de integración con los paisajes cotidianos, dejando las puertas abiertas de par en par para que las metáforas y los lectores puedan interactuar a través de lo que Todorov (tomado de Mikhail Bakhtin) llamaba dialoguismo; una interacción constante entre diferentes voces y perspectivas que es algo así como conversar con los muertos.

Merece la pena adentrarse en Esta cosa de tinieblas en busca de una claridad y perspectiva extralingüística y dejarse guiar por la sencillez y profundidad con que se abordan las paradojas que surgen en los entornos inmediatos. La vida cotidiana, al fin y al cabo, es la proyección de nuestro hogar. Anne Sexton escribió: «Algunas mujeres se casan con casas». Otras, en cambio, se divorcian con libros.

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Autora: Mar García Puig. Título: Esta cosa de tinieblas. Editorial: enDebate. Venta: Todos tus libros.

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