Una mirada sensorial
Empiezo por el primero, “Frutos del bosque”. Algunos lectores generosos (y jóvenes) se han entretenido buscando las referencias a Will More, y han encontrado la película Arrebato, de Iván Zulueta. Esos mismos lectores pausados, o quizá otros, continuaron con otras referencias cinematográficas como la que encierran las palabras “Estoy lista. Adelante”, con las que finaliza... Leer más La entrada Una mirada sensorial aparece primero en Zenda.

Solo han pasado tres meses desde la publicación de Después de la piscina en el sello Tres Hermanas, pero me han ofrecido un tiempo de escucha a los lectores y de reflexión sobre este libro de cuentos.
Y ahora pido permiso para cambiar de tono, volver atrás, y hablar del making of. Hace tres años empecé a escribir el libro de cuentos que luego titulé Después de la piscina.
Las historias que conforman Después de la piscina tienen su origen en las acciones y emociones cotidianas. En gestos pequeños, en recuerdos. Para mí es importante compartir un estado de ánimo. Partiendo de lo más íntimo, la escritura puede conectar con otras personas. Y en mi escritura, la forma de compartir con los demás una emoción, es a través de los sentidos. Colores, sabores, texturas. En “Fibras”, la descripción de una camiseta de liocel sobre el cuerpo de un hombre, o de una mujer, nos hace preguntarnos si el cuento trata justo de eso, de una sensación, de una impresión sensorial que queda en la mente. Siempre busco ese movimiento entre interior y exterior. Exterior y pensamiento están unidos, se forman el uno al otro.
Son textos que se cuentan desde la esfera íntima de su protagonista, una mujer. Aparecen personajes cercanos a ella y también hay referencias a personajes literarios o cinematográficos. Y en algunos casos tienen más importancia narrativa estos segundos.
No tengo programada una historia antes de escribirla. No sé qué va a ocurrir en el relato, sino que va surgiendo a medida que escribo. Me encanta escribir, me gusta esa búsqueda. A veces es magia. Aparecen cosas. Algo emerge ante nuestros ojos.
“Silencio”, se titula uno de los cuentos. Pienso que a veces es necesario cierto silencio, un espacio donde el lector pueda completar lo que no está escrito, pero asoma entre los párrafos. Algunas veces la historia se corta, pero al mismo tiempo crece en el silencio. Ojalá haya logrado, desde la brevedad de mis relatos, ofrecer a los lectores un momento de pausa y de imaginación.
La voz y el tono de los relatos proceden de un mismo modo de contemplar el mundo, de un estado de ánimo, a veces triste, casi siempre optimista. Después de la piscina propone una visión del mundo optimista. De admiración y asombro. Podría decirse que es una cuestión de temperatura. Hay un distanciamiento de los temas más graves, una evitación intencionada del dramatismo. Los acontecimientos negativos están narrados cuando, digamos, ya se han entibiado las aguas, mientras los positivos se muestran en caliente, en pleno directo, estamos dentro.
Sorprendemos a la narradora en el mismo momento de escribir y asistimos a las asociaciones que se le van ocurriendo, a determinada química entre las palabras, las sensaciones, los objetos, como en “Viaje relámpago”, o “En un carruaje”. Esa voz que se dirige a los lectores en el texto es consciente del hecho mismo de estar hablando.
Hay cuentos más atmosféricos, en los que la trama casi desaparece. En otros, como “Blusas con hojas”, sabemos lo que desea el personaje, una niña: lo vislumbra, asoma la posibilidad del cambio. Nos queda la duda de si se atreverá a intentarlo. Parece que no, pero quizás sí, yo apuesto por ella.
En “Pendiente”, el personaje está en el umbral de la ventana, que separa el interior del exterior. Unas cuerdas de tender la sostienen y al final se salva gracias a su eterna camisa azul, asociada a buenos recuerdos. En los cuentos aparecen con frecuencia prendas de ropa, textiles, siempre con una carga simbólica positiva.
He ido comprendiendo el libro a medida que modificaba el orden de los cuentos, que eliminaba algunos, añadía otros. En un primer momento vi las afinidades de frío y de calor, de temperatura física y emocional. Más adelante, los relatos de la primera parte, “Vida en el agua”, se unieron por sí solos. El agua permite la transición de un relato al siguiente. Es verdad que hay mucho más mar que piscina. Pero es agua.
El título de la segunda parte, “Aventuras de una hoja de otoño”, está inspirado en las frases de Christian Bobin: “A la pregunta siempre embarazosa: “¿qué estás escribiendo ahora?”, respondo que escribo sobre flores, y que otro día elegiré un tema todavía más nimio, más humilde si cabe. Una taza de café solo. Las aventuras de una flor de cerezo”.
Son cuentos en los que hay una fuerte presencia de la naturaleza. Tratan de una mujer corriente para la que se produce un momento de admiración: el sol entre las ramas, el vuelo de un pájaro, la forma de una hoja. La aventura es sobre todo interior. Si tuviera que resumir de qué trata este libro, diría: de la emoción vital.
Aparece siempre esta relación entre movimiento y quietud, entre hacer o no hacer. Los cambios en la luz y el color comunican estados de ánimo. Los sentimientos cambian siguiendo el color de la naturaleza, de los objetos. El cambio, el movimiento, es el de la propia escritura. Es una narradora que escribe, practica, aprende el oficio. Termina y vuelve a empezar. El libro finaliza con estas palabras: “Estoy lista. Adelante”. Una lectora de Almería se acordaba. No nos conocemos, pero gracias. O mejor dicho: sí, nos conocemos a través de la lectura y del recuerdo.
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Autora: Mar Carrillo de Albornoz. Título: Después de la piscina. Editorial: Tres Hermanas. Venta: Todos tus libros.
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