La violación de Europa

Ilustración de portada: Fragmento de la obra “El rapto de Europa”, original del artista chileno Alejandro DeCinti (1973), La cría nunca volvió a casa. Su atribulado padre, roto por el dolor, confió a su hijo la tarea de hallarla, con la advertencia de no volver sin ella. El chaval envejeció revolviendo el mundo, pero no... Leer más La entrada La violación de Europa aparece primero en Zenda.

Mar 8, 2025 - 01:04
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La violación de Europa

Ilustración de portada: Fragmento de la obra “El rapto de Europa”, original del artista chileno Alejandro DeCinti (1973),

En estos tiempos de desolación y quimera busca uno, siguiendo al maestro, consuelo en los clásicos. Y entre todos, en uno de los libros más hermosos que se han escrito nunca: las Metamorfosis, de Ovidio, largo poema en latín clásico consagrado a reseñar trampas, falacias y, en fin, las metamorfosis pergeñadas por los dioses para conseguir sus objetivos; destacan las argucias y disfraces puestos a punto por Júpiter-Zeus en procura de sus variados objetos de deseo, tiernas doncellas no pocas veces, como Danae, que con él concibió a Perseo, o la hija del rey Agenor, una muchachita llamada Europa; el hijo del titán Saturno-Cronos, Padre de Mil Dioses, la engañó, secuestró y violó. Ahíto, una vez satisfechos sus peores instintos, la abandonó y a otra cosa.

La cría nunca volvió a casa. Su atribulado padre, roto por el dolor, confió a su hijo la tarea de hallarla, con la advertencia de no volver sin ella. El chaval envejeció revolviendo el mundo, pero no dio con su hermana y, en consecuencia, tampoco regresó, cuenta Ovidio. Entretanto, la chiquilla, que era fuerte por dentro y por fuera, sobrevivió y, aunque no lo cuente Ovidio, sabemos que se sobrepuso a la infamia, conoció amores, tuvo hijos peleones e hijas levantiscas que se partieron la cara con todo bicho viviente y parieron monstruos razonables y hasta pueblos enteros a lo largo y ancho de la Tierra. Europa fue madre, maestra, abuela, madrastra, asesina y barragana; encima dio nombre a su lugar de residencia, la punta occidental de Eurasia, asegura Robert Graves (*)  y si lo dice Graves, yo asiento, digo “amén” y punto en boca.

"¿Cuál ha sido el pecado de esta moderna Europa? ¿Llevar ochenta años obedeciendo? ¿Hacer lo que le dicen?"

Ahora oigo que en aquella Europa han pecado y que sus moradores deben expiar. No soy más que un niño que lee cuentos y se hace preguntas. ¿Cuál ha sido el pecado de esta moderna Europa? ¿Llevar ochenta años obedeciendo? ¿Hacer lo que le dicen? ¿Cumplir desde que los marines pusieron pie en Normandía y la sedujeron a golpe de chicle y Coca-Cola? ¿Surtirse de armas en el Gran Supermercado sin chistar, regatear ni decir una palabra más alta que otra? ¿Ejercer de colchón entre la espantosísima Unión Soviética y el maravilloso Marlboro Country? ¿Cuál ha sido su delito? ¿Agitar con gracia el culito? ¿Exhibirse, para vergüenza del buen rey Agenor, ante el “paraíso comunista”? Todo lo ha hecho, y todo como se le pidió. Europa creó ciudades-espectáculo como París, Milán, Londres, Roma y hasta Barcelona. Todo el día de cachondeo, levantó paraísos y creó la Côte d’Azur, la Cortina d’Ampezzo, Capri c’est fini, torna a Sorrento, Ibiza, la Costa del Sol y hasta la Costa Blanca y también la Daurada, tan atractivas para las buenas gentes del este; las imagino babeando muertas de deseo viendo desde el helado infierno comunista a los europeos corretear todo el día bajo el sol en cueros vivos dale que te pego como monos rijosos. Tanto babearon que hoy las costas mediterráneas rebosan yates de la federación rusa. No me digan, pues, que Europa ha pecado. O que haya pecado de nada distinto al cumplimiento del papel que se le adjudicó en el guión cocinado hace ochenta años. Un papel que cumplió, como tantos el suyo, qué otra cosa después de sobrevivir a una guerra espantosa de la que medio mundo salió hecho un cuadro. No así USA, gran surtidor de armas mundial que no sufrió los estragos de la guerra-guarra en su territorio. Aquí, en la España del Caudillo difunto, como habíamos hecho manitas con tío Adolfo, nos tocó llevar la palangana… y poner puertos, bases, putas, putos, lo que hiciera falta—, sí, amo, lo que usted diga—, al servicio de unos yankees que tanto, por otra parte, nos enseñaron a cambio. A jugar al baseball, al pin-ball, al juke-box, a meneárnosla con el Playboy, a bailar rock and roll, a canturriar up with people y a transitar por los cauces del jazz, que eso sí que no tiene precio, aunque resulte que san John Coltrane sea tan USA como Donald ti-ri-ti-tran-tran, ya ves tú. No mientan: Europa se ha portado muy bien.

"Europa no es más que una fortaleza de grandes muros de piedra levantados sin hormigón ni cemento, sólo con la voluntad de estar juntos"

Europa, además, es mi patria. Ni España ni el UK ni Galicia ni Escocia: Europa, con su banderita azul, sus estrellitas arracimadas y su himno con música de Ludwig Van y letra de Schiller. “¡Hermanos!”. Una patria voluntariosa, una mera idea, una aspiración, un mercado dominical, un punto de encuentro, uno de esos sitios en los que uno existe sólo porque existen los demás a su alrededor. Un lugar de intercambio: de cromos, ideas, productos, servicios y lo que sea, una aldea en la que cada uno pone lo que tiene. Esa Europa es la mejor idea surgida de las ruinas de la II Guerra Mundial: la solidaridad como arma, el fin de la confrontación y la superación del mito de Babel. Lo que empezó como una tontá para mover carbón y acero se ha convertido en algo que de pronto mete miedo porque funciona: la unión de todos surte de energía a cada uno. De todos modos ¿qué miedo, si los europeos sólo nos tenemos los unos a los otros y nuestros ejércitos son de plastilina? Europa no es más que una fortaleza de grandes muros de piedra levantados sin hormigón ni cemento, sólo con la voluntad de estar juntos. Si los contrabandistas de armas usadas, biblias defectuosas y agua de fuego infame, los Júpiter-Zeus de nuestro tiempo, quieren violarla otra vez, adelante, pero no la aburran, encima, con sus trolas. ¿No ven que ya sabe, porque se lo enseñaron los comanches, que “hombre blanco hablar con dos lenguas”? Al final va a ser cierta la profecía de aquel viejo general que presidió el mundo hace mucho. “El futuro pertenece a los traficantes de armas”, dijo. Y se murió.

De pena.

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(*) Robert Graves. Greek Gods and Heroes (en español Dioses y héroes de la antigua Grecia. Hay al menos dos traducciones, la de Carles Serrat Mulà, excelente, y la de Lucía Graves, hija del autor, que no en vano se crió en España y que no conozco).

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