La ética del pensar
Vivimos en una era en la que la información fluye a una velocidad sin precedentes, pero también en la que la desinformación y las noticias falsas se propagan con igual facilidad. En este contexto, la ética del pensar se convierte en una herramienta esencial para navegar por un panorama informativo cada vez más complejo y fragmentado. La entrada La ética del pensar se publicó primero en Ethic.

Al escuchar los discursos y peroratas de Donald Trump y observar su pomposa y vanidosa desnudez intelectual, uno siente la tentación de burlarse del ya presidente de los Estados Unidos, tal y como Theodor W. Adorno se mofaba de Hitler, a quien describió –como explica Volker Spierling en Nada es más asombroso que el hombre (Acantilado, 2024)– como un «líder pandillero, una mezcla de King Kong y peluquero de barrio». Sin embargo, tras la experiencia del nazismo y su participación en investigaciones sociológicas que exploraron la relación de los alemanes con su pasado, Adorno adoptó una actitud combativa contra cualquier intento de minimizar la responsabilidad colectiva por lo ocurrido. Su objetivo era hacer reflexionar sobre el fracaso de una cultura que permaneció impasible ante la barbarie.
En la conferencia radiofónica que Adorno pronunció en 1969 en la radio alemana bajo el título «Educar después de Auschwitz», sostuvo que «la única fuerza verdadera contra el principio de Auschwitz sería la autonomía; la fuerza de reflexionar, de autodeterminarse, de no colaborar». Para Adorno, era imprescindible oponerse a la «conciencia cosificada» o «masificada», y autoimponerse el deber de reflexionar de manera crítica como una obligación moral para evitar que la historia pudiera llegar a repetirse.
Sobre esta «conciencia masificada» ya había escrito Gustave Le Bon en 1895, en su libro Psicología de las masas. En esta obra, Le Bon examina cómo los individuos, al actuar en masa, se comportan de manera impulsiva e irracional, muy diferente a como lo harían en solitario. «Un individuo inmerso en un grupo –escribe Le Bon– pronto se encuentra, ya sea por la influencia magnética de la muchedumbre o por alguna otra razón que desconocemos, en un estado especial que se asemeja mucho a un estado de fascinación, en el que el individuo hipnotizado se encuentra en manos del hipnotizador».
Le Bon mantiene la idea de que los individuos experimentan una transformación psicológica cuando actúan en masa
Le Bon mantiene la idea de que los individuos experimentan una transformación psicológica cuando actúan en masa porque, al sentirse amparados en la anonimidad que esta les proporciona, se consideran invulnerables e irresponsables. También contrastó Le Bon cómo las opiniones y emociones se contagian rápidamente dentro de un grupo, llevando a las personas que lo integran a actuar de manera homogénea, lo es aprovechado por los líderes carismáticos que, utilizando su retórica, manipulan a las masas en beneficio de sus intereses.
En la actualidad, conscientes de que las redes sociales son un instrumento especialmente eficaz para crear «líderes de opinión» y «grupos compactos», surge con más fuerza que nunca la necesidad de autoimponernos el imperativo ético de dudar de la objetividad de la información que recibimos y reflexionar sobre las motivaciones que la inspiran, antes de divulgar la misma. Las plataformas digitales, con sus algoritmos diseñados para maximizar el engagement, tienden a reforzar las «burbujas de filtro», donde los usuarios solo están expuestos a información que confirma sus prejuicios y creencias. Este fenómeno no solo limita nuestra capacidad de pensamiento crítico, sino que también facilita la manipulación de la opinión pública por parte de actores interesados, ya sean políticos, corporaciones o grupos de interés.
El deber ético de pensar nos impone seguir el consejo de aquellos filósofos que desde los sofistas –quienes, como escribe Spierling, fueron en la antigua Grecia «los primeros en confrontar al individuo consigo mismo, con su propia capacidad de razonar»– hasta Adorno, pasando por Sócrates, quien vinculó la ética a la reflexión, afirmando que «una vida en la que uno no se examina no tiene objeto», nos han enseñado la importancia de cuestionar nuestras propias creencias y las de los demás.
Vivimos en una era en la que la información fluye a una velocidad sin precedentes
Desde Sócrates hasta Adorno han transcurrido muchos siglos, pese a ello, y pese a todo el legado de aquellos que reflexionaron sobre la ética del pensar, dicho imperativo resulta hoy, en un mundo tecnologizado dominado por los social media, de total actualidad.
Vivimos en una era en la que la información fluye a una velocidad sin precedentes, pero también en la que la desinformación y las noticias falsas se propagan con igual facilidad. En este contexto, la ética del pensar se convierte en una herramienta esencial para navegar por un panorama informativo cada vez más complejo y fragmentado.
Hoy también vivimos en dos mundos, como en el símil de la caverna de Platón: el de las apariencias y el de la realidad. La ética del pensar es la que nos invita a cuestionar el primero, a «pararse a pensar» antes de asumir o replicar una información, a dudar del maximalismo, a rechazar todo aquello que se nos presente como dogma, a desgranar la información de todos los adjetivos que la acompañan, y a rechazar cualquier intento de adscribirnos a un pensamiento frente a otro.
En un mundo donde la inmediatez y la superficialidad son dominantes, la ética del pensar se convierte en un acto de resistencia. Resistencia contra la manipulación, contra la simplificación excesiva de los problemas complejos, y contra la tendencia a aceptar pasivamente lo que se nos presenta como verdad. La ética del pensar nos llama a ser conscientes de nuestra propia capacidad de razonar y a ejercerla de manera autónoma, incluso cuando esto implique ir contracorriente.
En última instancia, la ética del pensar no es solo un ejercicio intelectual, sino una responsabilidad ética que nos interpela, en un mundo cada vez más polarizado y dominado por las redes sociales, invitándonos a poner en entredicho la información que recibimos, a cuestionar las opiniones dominantes y a formar nuestra propia opinión desde la crítica, buscando la verdad más allá de las apariencias.
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