Elísabet Benavent: “Ir de lo local a lo universal es la tendencia en la ficción”
Las libretas de Elízabet Benavent podían haber quedado olvidadas en una mudanza, pero Valeria no iba a permitir que eso sucediera. Una a una, la autora de Un cuento perfecto ha ido cumpliendo etapas: primeros libros publicados, éxito de ventas, adaptaciones audiovisuales... Benavent podía conformarse: los objetivos se han cumplido; de sobra. Pero el ejercicio para que sea de 10 hay que terminarlo por todo lo alto, con un salto mortal. La entrada Elísabet Benavent: “Ir de lo local a lo universal es la tendencia en la ficción” aparece primero en Zenda.

Foto de portada: Foto: © Ana la Pizarro
Hay personas que acumulan sueños en el cajón. Y otras que consiguen hacerlos realidad. La primera criba la marca la constancia; la segunda selecciona a los que no pierden la ilusión a pesar de las decepciones. Para los que consiguen resistir esas pruebas, no hay una fórmula concreta para lograr el triunfo definitivo aparte del trabajo duro —durísimo—; las cosas pasan así y no de otra manera. Las libretas de Elízabet Benavent podían haber quedado olvidadas en una mudanza, pero Valeria no iba a permitir que eso sucediera. Una a una, la autora de Un cuento perfecto ha ido cumpliendo etapas: primeros libros publicados, éxito de ventas, adaptaciones audiovisuales… Benavent podía conformarse: los objetivos se han cumplido; de sobra. Pero el ejercicio para que sea de 10 hay que terminarlo por todo lo alto, con un salto mortal. Ahora a Elízabet le llega un nuevo reto, la publicación de Todas esas cosas que te diré mañana (Suma) en la editorial estadounidense Sourcebooks con el título de Everything I’ll Say to You Tomorrow. Después de los millones de ejemplares vendidos en español, seguro que esta difícil pirueta también la va a clavar.
Hablamos con Elísabet Benavent de cómo acogerán los norteamericanos a Miranda, de la importancia de las libretas y las pizarras para una escritora y sobre su amor incondicional a Valeria.
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—Cuando cumplió los cuarenta hizo una publicación en Instagram. En el texto decía que cuando llegas a esa edad, “le das la vuelta al jamón”, que empiezas la segunda mitad de tu vida. También comentaba que el jamón sigue estando “jugosito” cuando se empieza por el otro lado. Ahora, con el lanzamiento internacional de su carrera —Todas esas cosas que te diré mañana se publica en Estados Unidos en marzo—, ese jamón se presenta como un pata negra gran selección, ¿no?
—Pues yo me siento más como un jamón del supermercado. (Risas) Y eso no es nada malo. Yo nunca pensé que iba a celebrar muchas de las cosas que estoy celebrando. Ni antes ni después de los 40. Todos sabemos que es el mercado editorial norteamericano es muy potente: crean muchísimo, producen muchísimo… Es mucho más difícil entrar que en otros. Para mí estar allí ya es un hito. Me quedo con la ilusión con la que están emprendiendo el proyecto mis editores.
—Rebobinemos. Esa publicación de Instagram estaba ilustrada con una imagen de usted de pequeña. ¿Esa niña de la foto soñaba ya con escribir libros y vender millones de ejemplares?
—Mi madre me contó que, cuando tenía unos seis o siete años, aparecí en casa con una redacción de un gusano por la que me habían puesto un diez, y que le dije que quería ser escritora. Mi madre me contestó: “Te vas a morir de hambre, hija mía, ese es un trabajo muy complicado”. Siempre me ha gustado escribir, pero he tenido durante toda la vida muy claro que, en efecto, era muy complicado y nunca me lo llegué a plantear como una salida profesional real. Para mí, escribir era mi hobby y una forma de escapar de la realidad. Yo trabajaba en un sitio al que cariñosamente llamo “Mordor”, porque no me gustaba nada trabajar en un mundo corporativo tan gris y cuadriculado. Nunca me llegué a sentir parte de ese entorno. Escribir se convirtió en una huida. Mientras escribes, puedes estar donde quieras y ser quien te dé la gana. Pero nunca me planteaba que ser escritora fuera algo real. Soñaba con ello, pero de ahí no pasaba.
—En el libro Aprende a escribir, Álvaro Colomer cuenta cómo se organiza para sacar adelante sus novelas: apunta diariamente el número de páginas, de palabras y de caracteres que escribe. ¿Hay que ser tan metódica y rigurosa para triunfar en la literatura?
—No. Cada maestrillo tiene su librillo. Un amigo, el escritor Holden Centeno, me dio uno de los mejores consejos sobre este tema. En ese momento yo estaba muy ofuscada, porque sabía que había compañeros que manejaban muchas herramientas para escribir: empezaban el libro y ya sabían cuántos capítulos iba a tener, lo tenían todo apuntado en un documento de Excel… Holden me dijo que cada uno escribe desde donde escribe, y que debes encontrar tu manera de hacerlo. Y si tienes tu método, no intentes escribir como los demás. Cuando he participado en algún curso de escritura de Cursiva, siempre les digo lo mismo a los alumnos: esto es lo que yo hago por si os sirve de ayuda, pero luego cada uno debe tener su forma de hacer las cosas. En mi caso, utilizo una libreta en la que apunto diariamente el ritmo de escritura que llevo, y que luego comparo con las anotaciones que he hecho anteriormente con otras novelas. También tengo una pizarra donde apunto líneas temporales y en la que pongo los pósits con los bloques.
—¿Cómo ha sido su relación con Valeria? ¿Cuánto de ella hay en Elízabet?
—En Valeria hay mucho de lo que yo soñaba entonces. A veces pienso que fui muy atrevida al hablar del mundo editorial sin conocerlo. Busqué muchas cosas en Internet, en blogs… Me acerqué mucho al vértigo que sentí cuando publiqué mi segundo proyecto editorial. Con Valeria tengo una relación de mucho cariño: ella fue la primera. Fue una experiencia de escritura y de publicación que no voy a repetir nunca. Ahora sé que al menos va a haber dos personas —mis correctores— que me van a leer cuando estoy escribiendo una nueva novela. En aquel momento, yo escribía únicamente para mí. No pensaba que me fuera a leer alguien. En la editorial a Valeria la llamamos “la niña”. (Risas) Y le tengo mucho cariño porque me ha abierto muchas puertas: al mundo editorial y también al audiovisual. Valeria me ha traído muchísimas alegrías, pero cuando alguien me pregunta si va a haber un quinto libro de Valeria, la respuesta es no. Prefiero quedarme con un recuerdo bonito que alargar esa serie sin necesidad.
—En una entrevista para Zenda, John Banville, eterno candidato al Premio Nobel, dice que le produce bochorno releer algunas frases que escribió hace tiempo. ¿Cómo sería Valeria si la hubiera creado ahora, diez años después? ¿Qué cambiaría?
—Pues cambiaría un montón de cosas si pudiera hacerlo. Valeria está escrita con la ingenuidad de alguien que tiene veinticuatro años. A esa edad, entiendes el mundo y el amor de una forma determinada; yo bebía de toda la tradición romántica: princesas perdidas que esperan a un caballero andante que las salve. Un conjunto de mitos en los que ahora no creo. Ahora mismo, Valeria sería mucho más independiente, más segura de sí misma y tendría menos miedos. Además, a Valeria y a sus amigas habría que actualizarlas muchísimo: ellas tienen teléfonos Blackberry. (Reímos) Cuando escribí sus historias no había WhatsApp. Por otro lado, si tuviera la oportunidad de escribirla, no sé si lo haría, porque Valeria tiene una candidez especial que podría perder en el proceso.

Foto: © Ana la Pizarro
—Hablemos de su influencia: hay conceptos que están muy presentes en su obra, como el empoderamiento y rechazo de los amores tóxicos. ¿Cómo está impactando esta nueva literatura romántica en las generaciones actuales? ¿Es un influjo positivo?
—Quiero pensar que sí. Cuando somos muy jóvenes queremos mirarnos en otros espejos: nuestro entorno, la literatura, la música… Y creo que la ficción tiene un papel muy importante en ese reflejo que buscamos. Necesitamos conocer otros modelos para saber si lo que sentimos es normal. Cuando eres adolescente, te estás constantemente comparando. He dicho “normal”, que es una palabra que encierra grandes horrores. (Piensa) Creo que muchas autoras hemos crecido mucho estos últimos años con respecto a este pensamiento romántico disruptivo, un concepto que rompe con el amor tóxico, en el cual los celos eran una demostración del cariño, donde los personajes masculinos eran muy dominantes y los femeninos eran muy frágiles. En los últimos años estamos creando relatos en los cuales una adolescente puede sentirse identificada con una mujer fuerte que está rodeada por otras que también lo son; mujeres con sus propios proyectos profesionales para las que el amor es importante, pero no es lo único que hay en sus vidas. Y todas ellas están dispuestas a elegir y a apartar de sus vidas todo aquello que no sume.
—Después del éxito de una serie de novelas protagonizadas por mujeres, llegó el cambio con Esnob. ¿Ha sido más fácil o más difícil escribir desde la perspectiva masculina?
—No creo que sea algo que tenga que ver con el género. Hay muchos escritores que escriben con voces femeninas o masculinas dependiendo de lo que necesite la historia. Para mí fue un reto porque nunca lo había hecho antes. Había escrito capítulos con personajes masculinos, pero nunca había contado toda una historia desde su perspectiva. Me costó muchísimo encontrarle la voz a Alejo, el protagonista de Esnob. Pero creo que fue más por la dificultad de encontrar una voz singular después de haber escrito más de veinte libros. Una vez que lo conseguí, me encontré muy cómoda con él. Fue divertido meterme en la piel de un personaje masculino en una historia romántica, en la que el personaje soñador que está buscando el amor es un hombre. Al final, pienso que me gusta ponerme las cosas difíciles. No quiero que escribir un nuevo libro sea un tranquilo paseo en barco. Me imagino que me repetiré, porque todos los autores lo hacemos, que tendré mis “enanos”, como dice Rosa Montero, personajes que se repiten en los diferentes libros, pero tengo una voluntad de buscar siempre nuevas ideas. Replicar la misma fórmula continuamente es el camino más corto al fracaso.
—Tenía preparada una pregunta sobre sus influencias literarias, cuando descubrí un artículo en el que mencionaba con entusiasmo a Mariana Enriquez.
—Me encanta Mariana Enriquez porque tengo un interior sombrío, tengo una parte oscura. La literatura de Marina me parece una muestra contemporánea del realismo mágico, con un toque social, enfocada a mostrar realidades a través de lo fantástico y lo paranormal. Me encanta la voz literaria que tiene, muy potente, quizá porque a mí también me gustan los cuentos de fantasmas decimonónicos y victorianos. Disfruto leyendo cosas muy diferentes entre sí. No me gusta limitarme a un género o a determinados escritores. Aunque no soy muy de ciencia ficción, me obligo a leer novelas de ese género. Otro autor que he descubierto y que llama a mi parte gótica y oscura es Luciano Lamberti. Me parece que es bueno que la Elízabet lectora sea diferente de la Elízabet escritora.
—Vamos con el lanzamiento en Estados Unidos de Todas esas cosas que te diré mañana (Everything I’ll Say to You Tomorrow). Empezar de nuevo un camino literario, ¿le da más miedo, vértigo o pereza? ¿O las tres cosas?
—¡Pereza no me da! (Risas) Me da vértigo y mucho miedo. Enfrento esta situación después de haber publicado la versión en inglés de Un cuento perfecto. Esto me abrió las puertas de mi actual editorial americana, Sourcebooks, a los que noto muy apasionados con este nuevo lanzamiento. Creo que este libro puede funcionar muy bien en Estados Unidos. Es de las novelas que menos me abochorna cuando las releo.
—Como le pasa a Banville.
—No, no. (Risas) Es broma: yo no me releo porque lo paso bastante mal. Todas esas cosas que te diré mañana (Everything I’ll Say to You Tomorrow) es una novela para la que puse muchos retos a nivel técnico y que al final funcionó. La construí con saltos en el tiempo y mis editores tenían un poco de miedo porque me alejaba de la típica novela romántica, pero con cinco capítulos puente conseguí la apariencia de novela convencional. Fue un reto y por eso le tengo especial cariño. ¿Cómo va a funcionar en Estados Unidos? Eso nunca se sabe porque ese es un mercado enorme. Hay una gran producción editorial y lo que importa muchas veces se pierde entre todo ese maremágnum de lanzamientos. Retomo la pregunta: entre miedo, pereza y vértigo, me da más miedo.
—Miranda, la protagonista de Todas esas cosas que te diré mañana (Everything I’ll Say to You Tomorrow), emprende un viaje para encontrar en qué momento se rompió su relación de pareja. Y de ahí surge una pregunta de difícil respuesta: ¿es verdad que el amor lo puede todo?
—No. Para nada. El amor no lo puede todo y no debería ser así porque muchas veces querer a alguien no significa que haya una felicidad. Dos personas pueden quererse mucho y no ser felices. Hay que distanciarse de ese final feliz que lo es porque los protagonistas se quedan juntos. En el caso de Miranda y de Tristán, hablamos de dos personas que, de permanecer juntas, serían tremendamente infelices. Al amor no hay que darle tanto poder, nunca hay que perder el timón.
—En esta novela hay más conceptos: ¿es más importante mi relación de pareja o mi carrera profesional? ¿Cómo encajo en ese puzle la maternidad? Estas temáticas parecen perfectas para las lectoras estadounidenses.
—Estas son unas decisiones muy generacionales. Es posible que estos problemas los hayan vivido en Estados Unidos antes que nosotros. Estas cuestiones son las que enfrentamos las mujeres ahora mismo después de una incorporación más tardía que los hombres al mercado laboral. Todos estos temas conectan mucho con una generación de profesionales que se ha hecho esas preguntas: ¿en qué posición queda mi carrera cuando empiezo una relación de pareja? ¿En qué posición quedo yo cuando me planteo una maternidad?
—La moda y la imagen están muy presentes en sus novelas, ¿pueden ser el enganche con las lectoras norteamericanas?
—Soy una apasionada de la moda. A mí me encantaba la moda. Cuando terminé la carrera, había dos másteres y no sabía por cuál decidirme. Uno era de moda y el otro de arte; y me decidí por el último. Esa ha sido siempre una espinita clavada. Soy una gran consumidora de revistas de moda y de lifestyle, como en las que trabaja Miranda. Tuve la suerte de conocer la redacción de la revista Cosmopolitan en España, y me contaron algunos de sus “secretos”. Creo que todo esto conecta muy bien con la sociedad norteamericana. Hay series muy conocidas donde las protagonistas trabajan en el mundo de la moda, como The Bold Type, o que tienen relación con ella, como Carrie Bradshaw de Sexo en Nueva York.
—Rachel de Friends.
—Sí. Ella también. El mundo de la moda tiene gran presencia en la sociedad norteamericana; ellos no tienen los prejuicios que nosotros tenemos con respecto a ella. Nosotros vemos la moda como algo frívolo y ellos la ven como un tipo de arte.
—Aparte de Everything I’ll Say to You Tomorrow, ¿qué novela de Elísabet Benavent va a encajar mejor con el público de Estados Unidos?
—No sabría decir. Me cuesta muchísimo decidirme, pero creo que Esnob les puede resultar muy divertida. Es un libro fácilmente entendible fuera de España; no tiene un carácter muy cañí. A la hora de escribir soy muy española; tengo unos giros muy españoles y en ocasiones me encierro demasiado en la idiosincrasia de todo lo que me rodea. Esto es algo que puede alejar al público de fuera de España, pero también puede acercarlo. En Netflix dicen siempre que ellos quieren ir de lo local a lo universal. Esto es una tendencia en la ficción. Cada vez consumimos más libros de escritoras mexicanas, colombianas, argentinas…, que hablan de la sociedad en la que se mueven, pero que al final están hablando de todas. Ojalá fuera Esnob la siguiente novela en traducirse para el mercado norteamericano.
—Terminamos. La que tenía apuntada como última pregunta ya me la has contestado: no vas a resucitar a Valeria. ¿Algún otro personaje del pasado va a regresar? ¿Cuáles son tus próximos proyectos de escritura? ¿Cómo va a ser esa segunda vuelta al jamón?
—Me resisto a tomar proyectos que considero cerrados. Si tuviera que hacerlo con alguno, sería con la bilogía de Silvia, porque pienso que allí hay muchas cosas que matizar. Ahora estoy enfrentándome a nuevos proyectos. Me encuentro terminando una novela que saldrá en la segunda mitad de 2025. Ya empiezo a escuchar el tic-tac y a sentir la espada de Damocles sobre mi cabeza. Esta novela vuelve a ser autoconclusiva. Para mí ahora es más sencillo escribirlas así. Es una historia ambientada a medio camino entre el mundo de la literatura y el del cine.
—Esperaba que me hubiera dicho que iba a intentar un relato gótico.
—Me encantaría. Siempre les digo a mis editores que tengo una novela poco turbia en mi cabeza. La comedia romántica es un género que se puede mezclar con otros muchos. Quizá haya en el futuro una novela que mezcle los dos mundos, una historia romántica algo oscura.
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