Spoon River, los epitafios de todo un pueblo (muerto) que alza su voz

Portada: Edgar Lee Masters, el poeta norteamericano autor de ‘Antología de Spoon River’. Para que podamos entender la importancia de Antología de Spoon River, podríamos decir que este libro está a la altura de Hojas de hierba, de Walt Whitman, de los Cantos pisanos, de Pound y de La Tierra Baldía, de Eliot, quizás los... Leer más La entrada Spoon River, los epitafios de todo un pueblo (muerto) que alza su voz aparece primero en Zenda.

Mar 10, 2025 - 07:20
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Spoon River, los epitafios de todo un pueblo (muerto) que alza su voz

Portada: Edgar Lee Masters, el poeta norteamericano autor de ‘Antología de Spoon River’.

Se publicó en 1915, y fue el gran éxito de ventas en Estados Unidos. De hecho, a los cuatro años ya se habían vendido ochenta mil ejemplares, un exceso para un libro de poesía y para aquella época. Estamos hablando de Antología de Spoon River, que no es una antología, a pesar del título, sino un libro completo y unitario con 244 epitafios. El libro de Edgar Lee Masters ha tenido grandes defensores con Ezra Pound a la cabeza, pero también Octavio Paz, Fernando Pessoa o Cesare Pavese, y abundantes detractores, que lo acusaban de inmoral, de vulgar y de que no era poesía sino prosa cortada.

Para que podamos entender la importancia de Antología de Spoon River, podríamos decir que este libro está a la altura de Hojas de hierba, de Walt Whitman, de los Cantos pisanos, de Pound y de La Tierra Baldía, de Eliot, quizás los cuatro títulos fundamentales de la poesía norteamericana. Su actualidad nunca ha cesado, y Spoon River saltó también a los escenarios y hasta se ha hecho una ópera.
"La primera traducción completa al español se demoró demasiado. Fue en 1993, en una muy buena edición de Jesús López Pacheco para la colección Letras Universales de Cátedra"

Para aclarar el título —de claras resonancias de la Grecia clásica— diremos que Spoon River es una antología vital, no literaria, un antología de muertos, de voces de muertos. Un poemario que, incluso, puede leerse como una novela. Cada epitafio es como un capítulo, que, a veces, guarda relación con otros: son esos reproches que se cruzan, las versiones particulares de los mismos sucesos. Leyendo el libro en conjunto nos podemos hacer una idea bastante aproximada de la vida de ese pequeño territorio del Medio Oeste a principios del siglo pasado. Esas piezas del puzle —los epitafios— nos van dibujando el paisaje humano y territorial de aquel lugar y aquella época.

La primera traducción completa al español se demoró demasiado. Fue en 1993, en una muy buena edición de Jesús López Pacheco para la colección Letras Universales de Cátedra. A partir de ese momento se multiplicaron las versiones, y sólo en España han aparecido en estos años (ya todas en versión bilingüe) otras cuatro traducciones distintas. La última es la de Eduardo Moga, en la exquisita colección de poesía de Galaxia Gutenberg, la más completa, que supone todo un regalo: una buena traducción, una extensa introducción que nos cuenta los avatares del libro y un breve prólogo de Luis Mateo Díez, quien señala: “Los muertos de Edgar Lee Masters están llenos de destino, como si su epitafio apasionado trasladase a la tumba lo que la vida, su contrahecho y ciego paso por el mundo, conservó de más puro y auténtico, el anhelo del alma por evadirse de la soledad…”.

Porque son, como hemos adelantado, los habitantes de ese pueblo americano, llamado Spoon River, los que dan testimonio de lo que ha sido su vida, confiesan algún secreto y juzgan a los que estuvieron cerca. Muchos de los epitafios, como el mismo deambular de la vida, están interrelacionados: el marido infiel, la amante, la mujer burlada, el juez tramposo, la niña violada, el violador… Todo se mezcla, porque todo se ha mezclado en esa geografía vital, donde ahora, bajo tierra, parece que ha llegado la hora del Juicio Final, el momento en que cada uno de ellos ha de dar cuenta de sí mismo y de su comportamiento.

"Edgar Lee Masters, que publicó más de cincuenta obras, se ha quedado como el autor de un único libro: Antología de Spoon River"

En estos 244 epitafios, hay 19 subtramas, o historias relacionadas, donde unos hablan también de los otros. De ahí la importancia de un índice por orden alfabético de sus protagonistas, que sólo la encontramos en tres ediciones: la de Cátedra, la de Thule y la de Galaxia Gutenberg. Esta última presenta la innovación de que en ese índice no sólo se incluye la referencia al epitafio del personaje, sino también —y lo agradecemos— los poemas en los que está citado; lo que nos permite —vasos comunicantes— conocer otras versiones de una misma historia.

Edgar Lee Masters, que publicó más de cincuenta obras, se ha quedado como el autor de un único libro: Antología de Spoon River. Nacido en 1868 en Kansas, estudió alemán y griego y, presionado por su padre, Derecho, a lo que se dedicó durante un tiempo, que le fue muy provechoso para su obra cumbre, como veremos más adelante. Publicó sin demasiada relevancia libros de poemas clásicos, medidos, rimados, bajo la influencia romántica y victoriana, hasta que un amigo le sugirió que leyese la Antología palatina, una muy amplia colección de poemas —unos cuatro mil— de la Grecia Clásica, agrupados en diferentes libros, según su tema.

Las seis traducciones distintas de Spoon River que se han publicado en España.

Lester leyó con especial aplicación el VII, dedicado a los epigramas funerarios. Esta influencia, junto a las charlas con su madre sobre la gente ya desaparecida, fueron el origen del libro. El autor, en una especie de rapto poético, empezó a escribir los poemas de Antología de Spoon River, que le llegaban, como un golpe de inspiración, a borbotones. No podía dejar de dar vueltas a esos epitafios que asaltaban su mente. Su experiencia, primero como cobrador de recibos y luego como abogado defensor de los más débiles, le hicieron conocer a todo tipo de personas, que le sirvieron como modelos para recrear ambientes, situaciones y tipos, que serán los protagonistas del cementerio de Spoon River, un pueblo inventado del Medio Oeste que, en en el fondo, es un espejo de cualquier otro lugar del mundo. El microcosmos como reflejo del macrocosmos.

"Se ha hecho un paralelismo de esta obra con la Divina Comedia de Dante, en el sentido de que ambos autores reflejan en los versos gente de su tiempo, y a veces se sirven de amigos y enemigos que han conocido para ajustar cuentas"

Porque en estos epitafios, en las voces de estos seres, que se quejan, meditan o intentan justificar su vida ya acabada, se pueden identificar la soledad, las ilusiones, la mezquindad y las pasiones de los distintos seres humanos. Aquí se han reflejado casi todos los oficios rurales de aquel momento. El libro, aunque no se marca expresamente, está dividido en tres partes, por las que desfilan estos muertos vivientes con un cierto orden. Los primeros en hablar son los más bajos: los tontos, los borrachos, los asesinos, las prostitutas… para ascender —moralmente— en la escala social hacia los más nobles: los filósofos, los amigos, los héroes.

Se ha hecho un paralelismo de esta obra con la Divina Comedia de Dante, en el sentido de que ambos autores reflejan en los versos gente de su tiempo, y a veces se sirven de amigos y enemigos que han conocido para ajustar cuentas. La viuda de Lee Masters comentó, tras su muerte, que al menos la mitad de los epitafios están basados en gente muy concreta, anónima y no tan anónima; por ejemplo, “Anne Rutledge” fue el primer amor de Abraham Lincoln, el presidente sobre el que Masters escribió una biografía, más bien crítica.

El libro de Spoon River se inicia con “La Colina”, una especie de pórtico marcado por el Ubi Sunt medieval. ¿Qué ha sido de…? Funciona como una introducción a los epitafios individuales que llegarán después:

“Dónde están Elmer, Herman, Bert, Tom y Charley,
el débil de voluntad, el fuerte de brazo, el payaso, el borracho, el peleador?
Todos, todos duermen en la colina…”

Y el libro concluye con dos largos poemas que, en el fondo, son prescindibles y se alejan de la identidad propia de la obra: “La Espuniada”, una parodia de la epopeya clásica griega en versos ortodoxos, escrito por uno de los supuestos moradores del cementerio, el poeta laureado J. S. Somer, y el “Epílogo”, un especie de auto sacramental, un drama en verso que no figura en la primera edición del libro, y que este cronista, que se ha releído todas las ediciones publicadas en español, nunca ha podido acabar, por falta de interés.

"La publicación en español de Spoon River, que se cierra por ahora con la muy recomendable edición de Galaxia Gutenberg, se inició más bien tarde"

La relación de Antología de Spoon River con Pedro Páramo, la novela de Juan Rulfo de 1954 —los muertos que cuentan su historia— es evidente. En este sentido Masters es un precursor, como lo es en desmitificar una visión idílica del mundo rural que hasta entonces existía (W. Irving, H. James, J. London) para dar paso a esos narradores realistas, el movimiento llamado “la rebelión de la aldea”, que nos muestran los claroscuros de una América profunda: Dreisser, Upton Sinclair, Sherwood Anderson y su Winesburg, Ohio; Sinclair Lewis y Calle Mayor; John Steinbeck y Las uvas de la ira; Dos Passos y Manhatttan Transfer, y Thornton Wilder, cuya obra Nuestro pueblo está inspirada parcialmente en la Antología. También puede considerarse a Masters como un lejano precursor del realismo sucio.

La publicación en español de Spoon River, que se cierra por ahora con la muy recomendable edición de Galaxia Gutenberg, se inició más bien tarde. Fue en 1974, con una versión del argentino Alberto Girri, y una introducción de cuatro páginas, para Seix Barrral. Hay que comentar que esta edición es una antología de la Antología, ya que incluye sólo cien poemas, la mayoría de la primera parte, y dos (“Robert Fulton Tanner” y “Yee Bow”) de otro libro de Masters del que luego hablaremos.

Ilustración de Beatriz Martín Vidal para una de las ediciones de Antología de Spoon River.

Tras ella, y ya dando un salto de casi dos décadas, nos adentramos en la versión de Jesús López Pacheco aludida, para Cátedra; a la que seguirán —en España— la traducción de Jaime Priede para Bartleby Editores, del 2012, aunque su introducción resulta demasiado breve; la versión de Susana Haug y Jesús David Curbelo para la editorial Visor, del 2019; la traducción, ese mismo año, de Carmen G. Aragón para la editorial Thule en un libro ilustrado por Beatriz Martín Vidal, que no incluye ni “La Espuniada” ni el “Epílogo”; y ni siquiera una introducción (“este libro habla por sí solo”, señalan). Y ahora, en el 2025, a los ciento diez años de su primera publicación, la edición de Eduardo Moga.

"De todas las versiones existentes, preferimos, antes que la de Borges, que aún no se había pasado a la línea clara, la del argentino Alfredo Casey"

Como se aprecia, en los últimos doce años se han hecho cuatro ediciones —y traducciones— distintas del libro íntegro de Edgar Lee Masters, y al menos otras cinco en Hispanoamérica. Ante esta profusión de versiones, y dado que Spoon River interesa, yo me pregunto por qué ningún editor se anima a meterse con la continuación de este libro de epitafios. Spoon River es un pueblo con muchos más habitantes —y muertos— que los hasta ahora leídos. Lee Masters, una vez que abandona la abogacía, y obsesionado por repetir el éxito tan inesperado, escribe y publica en 1924 La nueva Spoon River, más de trescientos epitafios que, sin embargo, no alcanzaron, ni por asomo, la popularidad de los primeros y que posiblemente sea un libro notablemente inferior.

Sin embargo, Jorge Luis Borges, uno de los primeros en reconocer el valor de los epitafios de Lee Masters, elige un poema de este segundo libro para incluir, junto a otros dos (“Anne Rutledge” y “Petit, el poeta”), en una traducción propia que hizo en 1931 para la revista Sur de Victoria Ocampo. Es “Chandler Nicholas”, un poema que figura en, al menos, tres antologías en español de la poesía de Norteamérica, y el primero que yo leí en el suplemento de libros del periódico Informaciones, y me hizo descubrir a Lee Masters. De todas las versiones existentes, preferimos, antes que la de Borges, que aún no se había pasado a la línea clara, la del argentino Alfredo Casey. He aquí.

CHANDLER NICHOLAS

Todas las mañanas me baño,
me afeito y me visto,
pero no hay nadie en mi vida que se complazca
en mi atildado aspecto.
Día a día camino y respiro hondo
para cuidar mi salud,
pero ¿para qué la vitalidad?
Cada día mejoro mi intelecto
con meditaciones y lecturas,
pero no hay nadie con quien cambiar pensamientos.
No hay plaza, no hay bolsa
de ideas en Spoon River.
Busco, mas nunca me buscan;
estoy maduro, gusto de compañía; soy útil, mas no me usan.
¡Encadenado aquí en Spoon River,
los buitres desprecian mis entrañas
y me devoro a mí mismo!

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