Las personas que comen solas en restaurantes sin sentir vergüenza suelen tener estos nueve rasgos únicos
Afirmaba Aristóteles que el ser humano es un ser social por naturaleza, y esa filosofía la hemos interiorizado hasta el punto de que en la sociedad occidental está mal visto emprender en solitario actividades ligadas culturalmente a la compañía. Ir al cine o a un concierto en soledad genera recelo, pero quizá es salir a comer o cenar sin compartir mesa lo que más nos cuesta. El absurdo temor al qué dirán puede echarnos para atrás, pero hay personas a las que les da absolutamente igual lo que otros puedan pensar. Comer en un restaurante sin más compañía que la de uno mismo puede llegar a generar incluso ansiedad, mientras que para algunas personas es algo rutinario, normal o incluso placentero por sí mismo. Aunque hoy en día es cada vez más común ver a trabajadores almorzando solos por circunstancias laborales, incluso está más establecido salir a comer con compañeros de trabajo, tengamos buena relación con ellos o no tanta. Caso distinto es el de sentarse solos en un restaurante sin prisa, incluso habiendo hecho una reserva, pedir de carta y disfrutar con gusto de platos que van más allá del menú del día o de ejecutivo para salir del paso. No tiene por qué ser raro ni estar socialmente mal visto, y sentirnos incómodos por ello no deja de ser absurdo, y un tanto injusto. Cierto es que la carta de los restaurantes no suele ser muy amigable para los comensales solitarios, pero habría que reivindicar nuestro derecho de disfrutar en soledad de los mismos manjares que se ofrecen a parejas, familias o grupos de amigos. En Directo al Paladar La psicología de cómo comemos, explicada por uno de los mejores pasteleros de España La psicología de los comensales solitarios apunta además a rasgos concretos que suelen exhibir estas personas, disfrutones sin pudor de la buena mesa o aquellos que no se reprimen el deseo de ir a su restaurante favorito solo porque no tengan a nadie disponible para compartir mesa. Disfrutan de su propia compañía. Quien es capaz de sentarse una hora, o el tiempo que haga falta, sin más conversación que la necesaria para pedir la comida, está a gusto consigo mismo. Suelen ser personas con mayor autoestima, que valoran el autocuidado y no necesitan a nadie más para justificar su presencia o sus actos. Son más independientes y no dependen de los demás, sin tener que ser por ello personas solitarias o antisociales. Son más autoconscientes y reflexivos. Cuando un comedor solitario también es capaz de disfrutar de sus platos sin estar pendiente del móvil demuestra una mayor consciencia de sí mismo, de sus pensamientos. Son personas que no necesitan distracciones constantes y a menudo practican la meditación o saben pensar las cosas y reflexionar con calma los problemas del día a día. No necesitan la validación de los demás. No suelen sentir vergüenza por sus actos ni les preocupa el qué dirán; hacen, visten y se comportan como les apetece sin pararse a pensar si es lo "normal" o si está bien visto. Así, comen lo que les apetece y no se cuestionan si su gusto es socialmente aceptable o no, y lo aplican a todas las facetas de la vida. Disfrutan de lo que les gusta sin reparos. Celebran la libertad individual. Viven en sociedad, pero no necesitan depender de otros para hacer lo que les plazca. No se sienten limitados por la necesidad de coordinar agendas o del gusto de los demás para hacer lo que quieren, y si les apetece ir al cine, a un museo o de compras, lo hacen y punto. Son pensadores independientes. Estas personas suelen desarrollar pensamientos propios más independientes que no se dejan tanto influir por agentes externos, son más críticos y procuran desarrollar sus propias opiniones al margen de lo establecido o el discurso dominante. Se cuestionan todo y van más allá de las narrativas y mensajes que llegan a través de los medios de comunicación, las redes o la publicidad. Tienen confianza en sus propias decisiones. Además de ser capaces de reflexionar con una mirada crítica, cuando toman una decisión tienen confianza en ella, no suelen dudar o mostrarse inseguros. Esto se vincula también al no depender de los demás; deciden hacer algo y punto. Pueden buscar segundas opiniones, pero no se dejan influir tanto cuando han decidido algo. Han superado sus inseguridades. Una vez aceptas que puedes hacer lo que te apetece sin temor a que te miren raro o parezcas una persona que está sola en la vida, aprendes a superar todas esas inseguridades ligadas a los convencionalismos sociales. Son personas que no temen ir a lugares desconocidos, o hablar con extraños, o pedir ayuda o consejo a desconocidos. Se compran lo que les gusta, visten como les apetece y comen lo que les da la gana. No dejan que el miedo les controle. Pueden sentir temor o miedo en muchas ocasiones, pero este tipo de personas suelen saber cómo dominar esos temores. El miedo

Afirmaba Aristóteles que el ser humano es un ser social por naturaleza, y esa filosofía la hemos interiorizado hasta el punto de que en la sociedad occidental está mal visto emprender en solitario actividades ligadas culturalmente a la compañía. Ir al cine o a un concierto en soledad genera recelo, pero quizá es salir a comer o cenar sin compartir mesa lo que más nos cuesta. El absurdo temor al qué dirán puede echarnos para atrás, pero hay personas a las que les da absolutamente igual lo que otros puedan pensar.
Comer en un restaurante sin más compañía que la de uno mismo puede llegar a generar incluso ansiedad, mientras que para algunas personas es algo rutinario, normal o incluso placentero por sí mismo. Aunque hoy en día es cada vez más común ver a trabajadores almorzando solos por circunstancias laborales, incluso está más establecido salir a comer con compañeros de trabajo, tengamos buena relación con ellos o no tanta. Caso distinto es el de sentarse solos en un restaurante sin prisa, incluso habiendo hecho una reserva, pedir de carta y disfrutar con gusto de platos que van más allá del menú del día o de ejecutivo para salir del paso.
No tiene por qué ser raro ni estar socialmente mal visto, y sentirnos incómodos por ello no deja de ser absurdo, y un tanto injusto. Cierto es que la carta de los restaurantes no suele ser muy amigable para los comensales solitarios, pero habría que reivindicar nuestro derecho de disfrutar en soledad de los mismos manjares que se ofrecen a parejas, familias o grupos de amigos.
La psicología de los comensales solitarios apunta además a rasgos concretos que suelen exhibir estas personas, disfrutones sin pudor de la buena mesa o aquellos que no se reprimen el deseo de ir a su restaurante favorito solo porque no tengan a nadie disponible para compartir mesa.
Disfrutan de su propia compañía. Quien es capaz de sentarse una hora, o el tiempo que haga falta, sin más conversación que la necesaria para pedir la comida, está a gusto consigo mismo. Suelen ser personas con mayor autoestima, que valoran el autocuidado y no necesitan a nadie más para justificar su presencia o sus actos. Son más independientes y no dependen de los demás, sin tener que ser por ello personas solitarias o antisociales.
Son más autoconscientes y reflexivos. Cuando un comedor solitario también es capaz de disfrutar de sus platos sin estar pendiente del móvil demuestra una mayor consciencia de sí mismo, de sus pensamientos. Son personas que no necesitan distracciones constantes y a menudo practican la meditación o saben pensar las cosas y reflexionar con calma los problemas del día a día.
No necesitan la validación de los demás. No suelen sentir vergüenza por sus actos ni les preocupa el qué dirán; hacen, visten y se comportan como les apetece sin pararse a pensar si es lo "normal" o si está bien visto. Así, comen lo que les apetece y no se cuestionan si su gusto es socialmente aceptable o no, y lo aplican a todas las facetas de la vida. Disfrutan de lo que les gusta sin reparos.

Celebran la libertad individual. Viven en sociedad, pero no necesitan depender de otros para hacer lo que les plazca. No se sienten limitados por la necesidad de coordinar agendas o del gusto de los demás para hacer lo que quieren, y si les apetece ir al cine, a un museo o de compras, lo hacen y punto.
Son pensadores independientes. Estas personas suelen desarrollar pensamientos propios más independientes que no se dejan tanto influir por agentes externos, son más críticos y procuran desarrollar sus propias opiniones al margen de lo establecido o el discurso dominante. Se cuestionan todo y van más allá de las narrativas y mensajes que llegan a través de los medios de comunicación, las redes o la publicidad.
Tienen confianza en sus propias decisiones. Además de ser capaces de reflexionar con una mirada crítica, cuando toman una decisión tienen confianza en ella, no suelen dudar o mostrarse inseguros. Esto se vincula también al no depender de los demás; deciden hacer algo y punto. Pueden buscar segundas opiniones, pero no se dejan influir tanto cuando han decidido algo.
Han superado sus inseguridades. Una vez aceptas que puedes hacer lo que te apetece sin temor a que te miren raro o parezcas una persona que está sola en la vida, aprendes a superar todas esas inseguridades ligadas a los convencionalismos sociales. Son personas que no temen ir a lugares desconocidos, o hablar con extraños, o pedir ayuda o consejo a desconocidos. Se compran lo que les gusta, visten como les apetece y comen lo que les da la gana.

No dejan que el miedo les controle. Pueden sentir temor o miedo en muchas ocasiones, pero este tipo de personas suelen saber cómo dominar esos temores. El miedo es necesario para la supervivencia y una reacción natural, siempre que no tome control de uno mismo. Saben incluso usarlo a favor sin dejar que nuble sus pensamientos o capacidad de reaccionar y razonar.
Saben que su vida no le interesa a nadie, y les da igual. La gente que come sola sin pudor ha aprendido, sobre todo, que en realidad nadie está pendiente de ellos. Mucho menos en la vida urbana de hoy. Aunque alguien les mire de refilón, saben que cada uno tiene su vida y sus problemas, y lo que ellos hagan o dejen de hacer, por mucha curiosidad que puedan despertar ocasionalmente, no les importa a nadie. Y han aceptado que son solo una hormiga más en la sociedad, con libertad como individuos y a la vez dentro de una comunidad.
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La noticia
Las personas que comen solas en restaurantes sin sentir vergüenza suelen tener estos nueve rasgos únicos
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Directo al Paladar
por
Liliana Fuchs
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