La Berlinale abre con ‘Das Licht (La luz)’, una hiperbólica y pretenciosa mirada a la hipocresía occidental
Tom Tykwer, director de 'Corre, Lola, corre', regresa al largometraje con una fallida crítica a Europa y abre un festival que se celebra a pocos días de las elecciones alemanasVicente Monroy: “Cada vez es más difícil acceder a la industria del cine, está llena de pijos y 'nepo babies'” Hacía nueve años que Tom Tykwer no dirigía un largometraje. El director que se convirtiera en emblema del cine moderno y popero gracias a Corre, Lola, Corre en 1998, llevaba años dedicado a las series. Primero con las hermanas Wachowski en Sense 8. No es una casualidad, junto a ellas se encargó de un proyecto tan ambicioso y fallido como El atlas de las nubes, la adaptación de la novela de David Mitchell. Tykwer ha regresado al cine con un filme que responde a los mismos adjetivos que El atlas de las nubes. Das Licht (La luz), que así se llama su esperada vuelta, es tan ambiciosa y tan fallida como aquella, pero a ello hay que sumarle su pretenciosa mirada al mundo. Tykwer pretende radiografiar la hipocresía occidental a través de una familia alemana progresista. Ver sus incoherencias y sus discursos vacíos. Los comportamientos individualistas de sus miembros sirve per se como metáfora clara del estado de una Europa que, en el mejor de los casos, está cargada de buenas intenciones y habitualmente ni siquiera eso. Es cierto que el cine de Tykwer nunca ha sido el colmo de la contención, pero con Das Licht (La luz) se desborda desde el minuto uno para realizar una película tan hiperbólica que cae en el ridículo constantemente. Al director no le vale solo con una familia alemana, así que establece un juego de espejos con una familia refugiada siria, subrayando desde el minuto uno lo injusto que es que la familia blanca se queje cuando tienen todo para poder, realmente, ser motores de un cambio que ellos mismos bloquean. Tom Tykwer presenta 'Das Licht (La luz)' en Berlinale Todo en la película quien ser importante y sonar importante, así, la familia protagonista enuncia frases que quieren ser profundas y acaban estando más cerca de, como diría Ojete Calor, frases a 0,60, frases que no valen ni un euro, lugares comunes, obviedades. Un padre que trabaja vendiendo eslóganes que roba de sus hijos activistas para su empresa de publicidad, una madre que se dedica a una ONG, pero no sabe ni el apellido de su limpiadora, una hija activista por el cambio climático que tienen un vacío existencial que llena con drogas y su gemelo, enganchado a la realidad virtual, son los miembros de la familia europea a los que la llegada de una empleada siria (y de la misteriosa luz del título) cambiará para siempre. Hay mucha hipocresía en occidente, y Tykwer no pierde ripio y atiza una y otra vez a sus gritones protagonistas, activistas de boquilla en un país y un continente donde la amenaza de la extrema derecha (que también aparece en la película) es inminente. El cineasta deja claro que mientras no haya un cambio real en las personas y en los países el futuro será trágico, el problema es que las buenas intenciones del filme quedan sepultadas por una puesta en escena que es aún más histérica e hiperbólica. El director concibe su película como un eterno clímax de casi tres horas. Todo es grandilocuente desde el minuto uno, donde un montaje en paralelo junta el destino de todos los protagonistas subrayando el destino trágico de dos de ellos. Un giro del destino que hace que se junte la vida de los protagonistas, pero que ya deja muy claras las señas estilísticas de una película. O eso piensa uno, porque Tykwer decide que siempre se puede ir a más. La Berlinale es un acto de resistencia a todas las ideas perversas que muchos partidos de extrema derecha de todo el mundo y de toda Europa están difundiendo Tricia Tuttle — Directora de la Berlinale

Tom Tykwer, director de 'Corre, Lola, corre', regresa al largometraje con una fallida crítica a Europa y abre un festival que se celebra a pocos días de las elecciones alemanas
Vicente Monroy: “Cada vez es más difícil acceder a la industria del cine, está llena de pijos y 'nepo babies'”
Hacía nueve años que Tom Tykwer no dirigía un largometraje. El director que se convirtiera en emblema del cine moderno y popero gracias a Corre, Lola, Corre en 1998, llevaba años dedicado a las series. Primero con las hermanas Wachowski en Sense 8. No es una casualidad, junto a ellas se encargó de un proyecto tan ambicioso y fallido como El atlas de las nubes, la adaptación de la novela de David Mitchell.
Tykwer ha regresado al cine con un filme que responde a los mismos adjetivos que El atlas de las nubes. Das Licht (La luz), que así se llama su esperada vuelta, es tan ambiciosa y tan fallida como aquella, pero a ello hay que sumarle su pretenciosa mirada al mundo. Tykwer pretende radiografiar la hipocresía occidental a través de una familia alemana progresista. Ver sus incoherencias y sus discursos vacíos. Los comportamientos individualistas de sus miembros sirve per se como metáfora clara del estado de una Europa que, en el mejor de los casos, está cargada de buenas intenciones y habitualmente ni siquiera eso.
Es cierto que el cine de Tykwer nunca ha sido el colmo de la contención, pero con Das Licht (La luz) se desborda desde el minuto uno para realizar una película tan hiperbólica que cae en el ridículo constantemente. Al director no le vale solo con una familia alemana, así que establece un juego de espejos con una familia refugiada siria, subrayando desde el minuto uno lo injusto que es que la familia blanca se queje cuando tienen todo para poder, realmente, ser motores de un cambio que ellos mismos bloquean.
Todo en la película quien ser importante y sonar importante, así, la familia protagonista enuncia frases que quieren ser profundas y acaban estando más cerca de, como diría Ojete Calor, frases a 0,60, frases que no valen ni un euro, lugares comunes, obviedades. Un padre que trabaja vendiendo eslóganes que roba de sus hijos activistas para su empresa de publicidad, una madre que se dedica a una ONG, pero no sabe ni el apellido de su limpiadora, una hija activista por el cambio climático que tienen un vacío existencial que llena con drogas y su gemelo, enganchado a la realidad virtual, son los miembros de la familia europea a los que la llegada de una empleada siria (y de la misteriosa luz del título) cambiará para siempre.
Hay mucha hipocresía en occidente, y Tykwer no pierde ripio y atiza una y otra vez a sus gritones protagonistas, activistas de boquilla en un país y un continente donde la amenaza de la extrema derecha (que también aparece en la película) es inminente. El cineasta deja claro que mientras no haya un cambio real en las personas y en los países el futuro será trágico, el problema es que las buenas intenciones del filme quedan sepultadas por una puesta en escena que es aún más histérica e hiperbólica.
El director concibe su película como un eterno clímax de casi tres horas. Todo es grandilocuente desde el minuto uno, donde un montaje en paralelo junta el destino de todos los protagonistas subrayando el destino trágico de dos de ellos. Un giro del destino que hace que se junte la vida de los protagonistas, pero que ya deja muy claras las señas estilísticas de una película. O eso piensa uno, porque Tykwer decide que siempre se puede ir a más.
La Berlinale es un acto de resistencia a todas las ideas perversas que muchos partidos de extrema derecha de todo el mundo y de toda Europa están difundiendo
Todo cabe en La luz, desde números musicales que rozan el sonrojo (el del machismo en el gimnasio) hasta escenas animadas a ritmo de Bohemian Rhapsody. Hay momentos oníricos, bailes en el aire, efectos especiales y muchas fugas new age. Todo a un ritmo frenético. Nunca dejan de pasar cosas, y todas se creen superimportantes, solo que la acumulación acaba produciendo el efecto contrario, el cansancio.
A pesar del traspié, tiene sentido que la Berlinale haya abierto su 75ª edición, la primera bajo el mano de Tricia Tuttle, con este filme. El certamen siempre se ha mantenido fiel a su componente político (menos cuando se critica a Israel, como ocurrió la edición pasada), y este año con más motivo. Las elecciones federales alemanas se encuentran a la vuelta de la esquina, y Europa mira asustada lo que Donald Trump ha hecho en menos de un mes.
La propia Tuttle lo dejó claro en la rueda de prensa inicial. “La Berlinale es un acto de resistencia a todas las ideas perversas que muchos partidos de extrema derecha de todo el mundo y de toda Europa están difundiendo. Este es un espacio en el que queremos reunirnos, escucharnos y comunicarnos a través del cine, y todos celebramos y valoramos profundamente el tipo de ideas pluralistas que hay detrás de los grandes festivales internacionales de cine. Así que creo que el mero hecho de que estemos todos aquí es una resistencia, y una realmente importante”, subrayó Tuttle.
También se mojó el jurado. Su presidente, Todd Haynes, calificó como “estado de particular crisis” el momento actual de EEUU y mostró su “conmoción y preocupación” ante las primeras medidas de Trump. “Creo que eso ha sido parte de la estrategia, crear una sensación de desestabilización y conmoción entre la gente, de modo que la forma en que procedemos hacia la aglutinación de diferentes formas de resistencia todavía está en proceso de elaboración y todavía se está descifrando entre los demócratas”, afirmó y se mostró un poco optimista al pensar que la gente que votó por Trump se desilusionara pronto. Más contundente fue su compañero Rodrigo Moreno, director de Los delincuentes, que llamó a Milei “loco” y “fascista total”
También el propio protagonista de Das Licht habló de lo que él considera el mensaje principal de la película: “Nosotros somos la razón por la que el mundo está al borde del abismo. Vivimos en tiempos de narcisismo y, obviamente, estamos siendo gobernados por personas que claramente tienen un trastorno de personalidad narcisista. Si logramos ser lo suficientemente valientes para mostrar quiénes somos y permitir que los demás se reconozcan, entonces realmente podremos cambiar el mundo”. Declaraciones que dejan claro el tono político que tendrá la edición.