5 poemas de Lo que deja de verse en el fulgor, de Antonio Manilla
Este libro poetiza los relumbres, los aspectos de aquello que se esfuma y que, al mismo tiempo, permanece en nuestra existencia. En este poemario el lector hallará algunos poemas de largo aliento donde el autor se acoge a nuevos magisterios y ensaya tonos inéditos en su trayectoria. En Zenda publicamos cinco poemas de Lo que... Leer más La entrada 5 poemas de Lo que deja de verse en el fulgor, de Antonio Manilla aparece primero en Zenda.

Este libro poetiza los relumbres, los aspectos de aquello que se esfuma y que, al mismo tiempo, permanece en nuestra existencia. En este poemario el lector hallará algunos poemas de largo aliento donde el autor se acoge a nuevos magisterios y ensaya tonos inéditos en su trayectoria.
En Zenda publicamos cinco poemas de Lo que deja de verse en el fulgor (Pre-Textos), de Antonio Manilla.
***
Última luz
Última luz del día. Se guarecen
en su alta peña los aviones, bulle
de vida el río, salen las estrellas
a recibir la noche. En las orillas
del sendero, luciérnagas se buscan
y es verano y sonríe
el mundo a los chavales que sostienen
la mano de una chica entre sus manos.
Huele el aire a monte, a brezo y siega.
Agosto se termina, llega el frío
y hasta otro año nadie ha de volver
a celebrar la vida de la tierra en el campo.
En nada, con septiembre, los caminos
yermos de risas: el otoño
desnudará las ramas de los árboles
y, como antaño, alzándose en los huertos,
el humo de una hoguera de hojas secas.
***
Encarnación del cierzo
Evoco la alegría del verano
al pensar en las horas en el río,
las tardes con vencejos, las noches estrelladas,
tu risa junto a mí.
Pero evocar no sirve y es inútil.
Todo cuanto se fue con el otoño,
con el invierno vuelve de otra forma
al corazón del hombre,
en un giro impiadoso, atemporal,
vivísimo. Encarnado.
Baja de la montaña el cierzo, cierra
el horizonte, ríen las ventanas
al encender las luces. Yo no veo
los húmedos tejados ni a la gente
que vive en esas casas:
tan sólo una sonrisa para mí
brillando en un agosto eterno,
que está existiendo siempre,
aunque fuera hace mucho tiempo ayer.
***
Sobre un tema de Aulo Persio Flaco
No fíes al futuro lo que ahora,
en este mismo instante,
llama a tu puerta con premura.
Si lo mejora el cálculo,
tan sólo es tumescente matemática,
y si lo curte el tiempo
que desmorona riscos en arena…
Mira en la lontananza esos azules
que arrastran a la noche lo visible:
es un suspiro el día,
la vida un soplo,
ceniza, sombra, fábula.
Y, mientras te decides,
el mañana de ayer ya se está yendo.
***
Alegoría del tiempo
gobernado por la prudencia
(Tiziano)
La breve juventud
tiene ante sí los días extendidos
como una ofrenda.
Inacabables son, o así parecen,
y se malgastan persiguiendo frágiles
trasuntos de la dicha:
humo que se deshace entre las manos,
carreteras cortadas,
cláusulas de inconsciencia.
Cuando se es joven,
ni el tiempo ni la historia son reales,
los horizontes, anchos,
y la muerte no existe
salvo como imprevisto en la película.
La madurez anhela
una estancia incesante en la felicidad,
pasado con presente conjugados
que miran al futuro de reojo,
restándole relieve,
mientras los días corren y sin pausa
pasan las estaciones,
hasta que un día el inconstante espejo
desmonta la ficción:
ya se han visto del lobo las orejas
y el tiempo se deshace
como un azucarillo en el café.
Muy rara vez un hombre en plenitud
se precave contra su ruina.
En el último tramo se comprende por fin
en qué consiste la ventura:
nada temer, deber, nada tener.
Nada que reparar con el pasado,
acercarse al futuro sin nostalgia,
vivir sólo el presente de una vida
que al sol se funde como rocío en la mañana.
***
Somos
A José Antonio Llamas
No un barco solitario
cuyas luces se adentran en la noche
dejando atrás la costa;
ni una desierta isla
preñada de tesoros, descuidada
en el vasto archipiélago;
ni la roca que enfrenta
en el batiente al oleaje, firme
mientras se descompone;
tampoco el asombroso
pecio de algún naufragio milenario
que al fin orilla el tiempo, sino
esos rastros de espuma que las olas
dejan sobre la arena de una playa
al retirarse el mar, deshechos al instante.
Apenas nada más.
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Autor: Antonio Manilla. Título: Lo que deja de verse en el fulgor. Editorial: Pre-Textos. Venta: Todos tus libros.
Antonio Manilla (León, 1967) ha publicado diez libros de poesía, entre ellos Una clara conciencia (Editorial Comares), Broza (Pre-Textos), Suavemente ribera (Visor) y la antología Lenguas en los árboles (Averso), haciéndose merecedor de premios como el Emilio Prados, Ciudad de Salamanca y Generación del 27 de poesía. Además, es autor de la biografía Un empresario Modelo y del ensayo Ciberadaptados. Su novela Todos hablan se alzó con el premio Encina de Plata de novela breve. Premio Concejo de la Cultura Leonesa, en la categoría de Letras, concedido por la Diputación de León en 2024.

Foto: Avelino Fierro.
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